Sí deseamos triunfar en Irak, deberíamos dejar de buscar soluciones militares, descartar la ingenua idea de que el tiempo transformará a las belicosas facciones en demócratas, aceptar la posible división del país y presentarle a sus líderes el lado oscuro de la política estadounidense: la manipulación arbitraria de los distritos electorales.
Lo que debería ser obvio por ahora es el simple hecho de que la violencia de Irak está motivada principalmente por factores internos y animosidades de larga data. A eso se debe que todas las «soluciones» que los Estados Unidos han ensayado hasta el momento hayan fracasado—y porqué la nueva estrategia del mes pasado, la estrategia corregida de este mes, la estrategia actualizada del mes próximo y la nueva estrategia que le seguirá, también fracasarán. Podemos presionar a los iraquíes para que hagan todo lo correcto y los dirigentes iraquíes podrán básicamente estar de acuerdo con todas esas condiciones, pero al fin del día la naturaleza facciosa de la sociedad iraquí imposibilitará la implementación de tales acuerdos.
Por lo tanto, ¿qué hacemos? Si en verdad esperamos ver a un Irak estable y pacífico, precisamos eliminar las dos principales causas de la violencia: la ocupación estadounidense y el hecho de que los tres grupos en Irak—los chiitas, los sunitas y los kurdos—le temen al control del gobierno central por alguno de los otros.
La ocupación militar de los Estados Unidos es fácil de solucionar: digamos que vamos a corregirla y hagámoslo. La segunda es mucho más difícil, dada la historia reciente de Irak, donde una facción, los sunitas, utilizaron el poder del gobierno central para oprimir a los demás grupos.
Aunque ciertamente no desean que aquello se repita, lo que los kurdos y los chiitas en verdad preferirían es la autonomía. Solamente los sunitas—actualmente fuera del poder—desean mantener unificado a Irak, primariamente en virtud de que la gran mayoría de las reservas de petróleo conocidas están en el norte kurdo y el sur chiita. Sí el país se fractura siguiendo las líneas étnicas, los sunitas se convierten en los grandes perdedores.
Con tensión o sin ella, sí los Estados Unidos siguen con sus políticas actuales, todo lo que hacen es demorar el caos eventual. Sí esperamos evitar esto, necesitamos pensar creativamente—para considerar el truco que el ex Gobernador de Massachusetts Elbridge Gerry nos enseñó.
El sitio fairvote.org define el concepto de “gerrymandering”—el arte de la manipulación política que se remonta a 1812, cuando Gerry dirigió la creación de un distrito político “que lucía como una salamandra” (en inglés salamander, de ahí el término gerrymander)—como «la reconfiguración deliberada de los límites» de los distritos políticos a fin de afectar el resultado de los comicios. En Irak, la misma configuración creativa de los límites políticos podría ser la clave para improvisar un país que no esté en guerra con sí mismo. Los Estados Unidos deberían enseñar el camino, y luego hacerse a un lado del mismo.
Primero, los Estados Unidos deberían empezar a prepararse para el inevitable retiro de las tropas. Los líderes de las distintas facciones de Irak necesitan saber que el día del juicio se aproxima: Se pueden preparar ya sea para una sangrienta guerra civil generalizada o pueden empezar a pergeñar la arquitectura de un gobierno pos-ocupación estadounidense con la que todos puedan convivir. La única clase de gobierno que superará tal prueba sería una confederación libre de regiones autónomas.
Irak ya se encuentra dividido en dichas aéreas autónomas, con los insurgentes sunitas y kurdos y los milicianos chitas gobernándolas. Lo que en la actualidad es una división de facto del territorio y poder precisa ser formalizada.
El principal obstáculo para esto es lograr que los sunitas estén de acuerdo. Allí es donde el fino arte de manipular a los distritos electorales entra en acción.
La posición sunita es entendible. En el pasado controlaban virtualmente todo. Hoy día, debido a que la mayor parte de la riqueza petrolera se encuentra en territorio kurdo y chiita, podrían quedarse sin nada. Sin embargo, con una trazado creativo del mapa, los sunitas podrían recibir pozos de petróleo en las zonas norte y sur del país, aún sí la región controlada por los sunitas termina luciendo como una salamandra, o como el 2º distrito parlamentario de Arizona—un ejemplo contorto y retorcido de “gerrymandering” en su mejor expresión creativa.
El simple acuerdo de «compartir» los ingresos petroleros entre las regiones probablemente no funcionará porque los sunitas serían suspicaces de que los gobiernos kurdos y chiitas algún día los dejarían sin esas regalías. De tal modo que no les prometamos una coparticipación de los ingresos petroleros; démosle pozos de petróleo.
Una confederación libre de mini-estados iraquíes—con un gobierno central que tenga claramente delineado y limitado al poder—podría funcionar.
En una confederación así, el débil gobierno central solamente podría tener la facultad de conducir las relaciones diplomáticas y las negociaciones comerciales con las demás naciones, prohibir las barreras internas al comercio dentro de la confederación y proporcionar un ámbito judicial en el cual las disputas pudiesen ser ventiladas y resueltas. Los gobiernos regionales ofrecerían la seguridad y la mayor parte de las otras funciones gubernamentales.
La administración Bush y sus aliados no tienen otra opción viable más que la de procurar ayudar a los iraquíes a improvisar una nueva forma de gobierno que reconozca las profundas divisiones—y una vieja desconfianza—entre las facciones iraquíes. A estas alturas, incluso esta solución puede no funcionar debido a que las facciones se están fragmentando, pueden no ser capaces de controlar a sus seguidores y no estar en condiciones de hacer cumplir los acuerdos con los demás grupos.
Así y todo, una solución descentralizada puede ser la última mejor esperanza de Irak. Y sí funciona, no lo hará en virtud de que los iraquíes adoptaron las mejores tradiciones de la política estadounidense, sino porque utilizaron una de las peores.
Traducido por Gabriel Gasave
La solución para Irak: Pruébese con la manipulación de los distritos electorales
Sí deseamos triunfar en Irak, deberíamos dejar de buscar soluciones militares, descartar la ingenua idea de que el tiempo transformará a las belicosas facciones en demócratas, aceptar la posible división del país y presentarle a sus líderes el lado oscuro de la política estadounidense: la manipulación arbitraria de los distritos electorales.
Lo que debería ser obvio por ahora es el simple hecho de que la violencia de Irak está motivada principalmente por factores internos y animosidades de larga data. A eso se debe que todas las «soluciones» que los Estados Unidos han ensayado hasta el momento hayan fracasado—y porqué la nueva estrategia del mes pasado, la estrategia corregida de este mes, la estrategia actualizada del mes próximo y la nueva estrategia que le seguirá, también fracasarán. Podemos presionar a los iraquíes para que hagan todo lo correcto y los dirigentes iraquíes podrán básicamente estar de acuerdo con todas esas condiciones, pero al fin del día la naturaleza facciosa de la sociedad iraquí imposibilitará la implementación de tales acuerdos.
Por lo tanto, ¿qué hacemos? Si en verdad esperamos ver a un Irak estable y pacífico, precisamos eliminar las dos principales causas de la violencia: la ocupación estadounidense y el hecho de que los tres grupos en Irak—los chiitas, los sunitas y los kurdos—le temen al control del gobierno central por alguno de los otros.
La ocupación militar de los Estados Unidos es fácil de solucionar: digamos que vamos a corregirla y hagámoslo. La segunda es mucho más difícil, dada la historia reciente de Irak, donde una facción, los sunitas, utilizaron el poder del gobierno central para oprimir a los demás grupos.
Aunque ciertamente no desean que aquello se repita, lo que los kurdos y los chiitas en verdad preferirían es la autonomía. Solamente los sunitas—actualmente fuera del poder—desean mantener unificado a Irak, primariamente en virtud de que la gran mayoría de las reservas de petróleo conocidas están en el norte kurdo y el sur chiita. Sí el país se fractura siguiendo las líneas étnicas, los sunitas se convierten en los grandes perdedores.
Con tensión o sin ella, sí los Estados Unidos siguen con sus políticas actuales, todo lo que hacen es demorar el caos eventual. Sí esperamos evitar esto, necesitamos pensar creativamente—para considerar el truco que el ex Gobernador de Massachusetts Elbridge Gerry nos enseñó.
El sitio fairvote.org define el concepto de “gerrymandering”—el arte de la manipulación política que se remonta a 1812, cuando Gerry dirigió la creación de un distrito político “que lucía como una salamandra” (en inglés salamander, de ahí el término gerrymander)—como «la reconfiguración deliberada de los límites» de los distritos políticos a fin de afectar el resultado de los comicios. En Irak, la misma configuración creativa de los límites políticos podría ser la clave para improvisar un país que no esté en guerra con sí mismo. Los Estados Unidos deberían enseñar el camino, y luego hacerse a un lado del mismo.
Primero, los Estados Unidos deberían empezar a prepararse para el inevitable retiro de las tropas. Los líderes de las distintas facciones de Irak necesitan saber que el día del juicio se aproxima: Se pueden preparar ya sea para una sangrienta guerra civil generalizada o pueden empezar a pergeñar la arquitectura de un gobierno pos-ocupación estadounidense con la que todos puedan convivir. La única clase de gobierno que superará tal prueba sería una confederación libre de regiones autónomas.
Irak ya se encuentra dividido en dichas aéreas autónomas, con los insurgentes sunitas y kurdos y los milicianos chitas gobernándolas. Lo que en la actualidad es una división de facto del territorio y poder precisa ser formalizada.
El principal obstáculo para esto es lograr que los sunitas estén de acuerdo. Allí es donde el fino arte de manipular a los distritos electorales entra en acción.
La posición sunita es entendible. En el pasado controlaban virtualmente todo. Hoy día, debido a que la mayor parte de la riqueza petrolera se encuentra en territorio kurdo y chiita, podrían quedarse sin nada. Sin embargo, con una trazado creativo del mapa, los sunitas podrían recibir pozos de petróleo en las zonas norte y sur del país, aún sí la región controlada por los sunitas termina luciendo como una salamandra, o como el 2º distrito parlamentario de Arizona—un ejemplo contorto y retorcido de “gerrymandering” en su mejor expresión creativa.
El simple acuerdo de «compartir» los ingresos petroleros entre las regiones probablemente no funcionará porque los sunitas serían suspicaces de que los gobiernos kurdos y chiitas algún día los dejarían sin esas regalías. De tal modo que no les prometamos una coparticipación de los ingresos petroleros; démosle pozos de petróleo.
Una confederación libre de mini-estados iraquíes—con un gobierno central que tenga claramente delineado y limitado al poder—podría funcionar.
En una confederación así, el débil gobierno central solamente podría tener la facultad de conducir las relaciones diplomáticas y las negociaciones comerciales con las demás naciones, prohibir las barreras internas al comercio dentro de la confederación y proporcionar un ámbito judicial en el cual las disputas pudiesen ser ventiladas y resueltas. Los gobiernos regionales ofrecerían la seguridad y la mayor parte de las otras funciones gubernamentales.
La administración Bush y sus aliados no tienen otra opción viable más que la de procurar ayudar a los iraquíes a improvisar una nueva forma de gobierno que reconozca las profundas divisiones—y una vieja desconfianza—entre las facciones iraquíes. A estas alturas, incluso esta solución puede no funcionar debido a que las facciones se están fragmentando, pueden no ser capaces de controlar a sus seguidores y no estar en condiciones de hacer cumplir los acuerdos con los demás grupos.
Así y todo, una solución descentralizada puede ser la última mejor esperanza de Irak. Y sí funciona, no lo hará en virtud de que los iraquíes adoptaron las mejores tradiciones de la política estadounidense, sino porque utilizaron una de las peores.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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