En Por supuesto que existe un lobby de Israel, un intento por inyectarle algo de racionalidad a un tema altamente emocional, sostuve que la mera mención del asunto garantiza tres reacciones inmediatas: la crítica al documento; la denigración del autor con ataques personales; y la escandalosa negación de que exista un lobby. Le agradezco a David Bernstein y James Taranto por sus contribuciones a la demostración de la validez de esa predicción. Gracias muchachos.
Resulta fácil comprender por qué una discusión franca del masivo apoyo que el gobierno estadounidense le brinda a Israel, y sus múltiples costos elevados, despierta emociones. Sin embargo debería ser un motivo de preocupación que individuos educados e inteligentes instantáneamente se dediquen a vituperar, calumniar, insultar y tergiversar a fin de silenciar a cualquiera que plantee el tema.
En las democracias, la mayoría no siempre manda. Grupos de ciudadanos con una opinión en común (lobbies) pueden dominar un tema si es que se encuentran motivados y activos y la mayoría no lo está—o tiene una verdadera dificultad en la diseminación de sus puntos de vista. A modo de ejemplos, esto podría explicar la ausencia de relaciones con Cuba y de negociaciones con el IRA. Algunos lobbies son pequeños, otros son multifacéticos, bien financiados y altamente eficaces. Trabajan para promover sus intereses, y sí el efecto sobre el bienestar de la mayoría es benéfico o perjudicial es algo enteramente subjetivo.
Nadie puede objetar el incuestionable derecho del lobby de Israel, de individuos y organizaciones, a promover estrechas relaciones con ese país. Pero sin embargo, negar que el mismo existe y que es a l;a vez extremadamente activo como exitoso, resulta simplemente estúpido.
Hay no obstante un aspecto inaceptable, peligroso, y completamente antidemocrático de sus actividades, la enorme e implacable presión con la que procura negarle idénticos derechos a los demás. Aquellos con puntos de vista diferentes se encuentran con oportunidades sumamente restringidas para expresarlos en los medios de comunicación, y están sujetos a virulentos ataques personales si en verdad logran hacerlo. (¿No es así caballeros?)
Existen lógicas y legítimas razones para preocuparse de que muchas de las acciones de Israel no son en absoluto favorables a los mejores intereses de los Estados Unidos—ni de los de Israel. Una abierta discusión pública de los pros y contras de financiar, armar y apoyar la ocupación de Palestina, y la brutal y opresiva naturaleza de esa ocupación, podría revelar que las políticas actuales en realidad representan el deseo de la mayoría del pueblo estadounidense
Sin embargo, el lobby hará todo lo que pueda para asegurarse que nunca tengamos la oportunidad de descubrirlo. Esto puede deberse en parte a un temor bien fundado a la reacción si el público en general alguna vez toma conciencia de los costos políticos, económicos y humanos, tanto presentes como futuros, así como también de la pérdida de reputación moral, de apoyar políticas y prácticas que vociferada, incesante, y acertadamente condenamos en cualquier otro lugar.
El regreso del macartismo: Evitar el fondo de la cuestión y atacar al mensajero
En Por supuesto que existe un lobby de Israel, un intento por inyectarle algo de racionalidad a un tema altamente emocional, sostuve que la mera mención del asunto garantiza tres reacciones inmediatas: la crítica al documento; la denigración del autor con ataques personales; y la escandalosa negación de que exista un lobby. Le agradezco a David Bernstein y James Taranto por sus contribuciones a la demostración de la validez de esa predicción. Gracias muchachos.
Resulta fácil comprender por qué una discusión franca del masivo apoyo que el gobierno estadounidense le brinda a Israel, y sus múltiples costos elevados, despierta emociones. Sin embargo debería ser un motivo de preocupación que individuos educados e inteligentes instantáneamente se dediquen a vituperar, calumniar, insultar y tergiversar a fin de silenciar a cualquiera que plantee el tema.
En las democracias, la mayoría no siempre manda. Grupos de ciudadanos con una opinión en común (lobbies) pueden dominar un tema si es que se encuentran motivados y activos y la mayoría no lo está—o tiene una verdadera dificultad en la diseminación de sus puntos de vista. A modo de ejemplos, esto podría explicar la ausencia de relaciones con Cuba y de negociaciones con el IRA. Algunos lobbies son pequeños, otros son multifacéticos, bien financiados y altamente eficaces. Trabajan para promover sus intereses, y sí el efecto sobre el bienestar de la mayoría es benéfico o perjudicial es algo enteramente subjetivo.
Nadie puede objetar el incuestionable derecho del lobby de Israel, de individuos y organizaciones, a promover estrechas relaciones con ese país. Pero sin embargo, negar que el mismo existe y que es a l;a vez extremadamente activo como exitoso, resulta simplemente estúpido.
Hay no obstante un aspecto inaceptable, peligroso, y completamente antidemocrático de sus actividades, la enorme e implacable presión con la que procura negarle idénticos derechos a los demás. Aquellos con puntos de vista diferentes se encuentran con oportunidades sumamente restringidas para expresarlos en los medios de comunicación, y están sujetos a virulentos ataques personales si en verdad logran hacerlo. (¿No es así caballeros?)
Existen lógicas y legítimas razones para preocuparse de que muchas de las acciones de Israel no son en absoluto favorables a los mejores intereses de los Estados Unidos—ni de los de Israel. Una abierta discusión pública de los pros y contras de financiar, armar y apoyar la ocupación de Palestina, y la brutal y opresiva naturaleza de esa ocupación, podría revelar que las políticas actuales en realidad representan el deseo de la mayoría del pueblo estadounidense
Sin embargo, el lobby hará todo lo que pueda para asegurarse que nunca tengamos la oportunidad de descubrirlo. Esto puede deberse en parte a un temor bien fundado a la reacción si el público en general alguna vez toma conciencia de los costos políticos, económicos y humanos, tanto presentes como futuros, así como también de la pérdida de reputación moral, de apoyar políticas y prácticas que vociferada, incesante, y acertadamente condenamos en cualquier otro lugar.
Defensa y política exteriorEconomíaEconomía y desarrollo internacionalesElección públicaGobierno y políticaNorte de África y Oriente MedioNorte de África y Oriente MedioPolítica contemporánea
Artículos relacionados
Las mentiras que nos dicen sobre Irak
La confrontación de la administración Bush con Irak es tanto una competencia de...
El capitalismo de amigos NO es capitalismo
Está en boga acometer contra el “capitalismo”. Fue el codicioso mercado libre, supuestamente,...
¿Cuántos billones de dólare$ más para la defensa?
Desde el 11 septiembre de 2001, el Congreso y el Departamento de Defensa...
¿Corrompe el dinero?
Los legisladores están presionando para lograr una reforma del financiamiento de las campañas...
Artículos de tendencia
Blogs de tendencia