La administración Bush se está encaminado a una acción militar contra Irán, a pesar de su actual apoyo público en favor de la diplomacia multilateral. Sorprendentemente, ese eventual resultado puede corresponderse también con los intereses del gobierno iraní. Los verdaderos perdedores en esta conspiración a distancia entre dos gobiernos hostiles serán los pueblos estadounidense e iraní.
Por el momento, la administración Bush está jugando un juego diplomático más sofisticado contra Irán que el que jugó durante la torpe preparación para la impopular invasión de Irak, la cual condujo al aislamiento de los EE.UU. respecto de gran parte del resto del mundo. La administración le ha permitido a Francia, Gran Bretaña, y Alemania tomar la delantera en el intento de negociar el programa nuclear de Irán. Habiendo fracasado en ese esfuerzo, los europeos están actualmente abordo con una referencia de la Agencia Internacional de la Energía Atómica al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para la posible imposición de sanciones. Los Estados Unidos se encuentran trabajando en la actualidad para convencer a China y Rusia de que acciones más duras contra Irán son justificadas. En vez de emprender una acción apresurada y casi unilateral como lo hiciera contra Irak, la administración Bush aparentemente ha aprendido su lección y parecería estar deseosa de dejar que la diplomacia multilateral juegue su rol a efectos de construir un apoyo internacional en favor de una respuesta militar.
El presidente Bush ha dicho que no se le debería permitir a Irán obtener un arma nuclear y recientemente utilizó el término «grave» para describir la amenaza de Irán, tal como lo hizo para describir la amenaza de Irak antes de la invasión estadounidense. Una fuente en el Capitolio me dijo que los halcones anti-iraquíes ya están pronunciando discursos y presentando proyectos de ley para construir la causa para un ataque militar.
Pero después del desastre en Irak, una invasión probablemente no será el curso preferido de la acción militar contra Irán. A pesar de que a la administración Bush le gusta flexionar sus músculos, no parecería ser capaz de aprender—al menos en un sentido táctico. Cualquier invasión de Irán será una tarea difícil, especialmente con casi 150.000 efectivos estadounidenses atrapados en los atolladeros en los vecinos Irak y Afganistán. Irán tiene dos veces y media la población de Irak, casi cuatro veces la superficie de ese país, y es montañoso en vez de plano. Si el desafío de ganar una guerra de contrainsurgencia contra los sunnitas, básicamente seculares, en Irak parecería imposible en la actualidad, luchar contra los fanáticos religiosos en Irán sobre un terreno desfavorable probablemente resultaría ser horripilante.
En cambio, la administración Bush probablemente optará por los ataques aéreos contra los sitios nucleares en Irán. A pesar de que el bombardeo aéreo podría atrasar el programa nuclear iraní, probablemente no lo eliminará. Después de los ataques aéreos israelíes contra el reactor nuclear Osirik de Irak en el año 1981, los aspirantes nucleares dispersaron y ocultaron sus instalaciones atómicas, las enterraron, o las colocaron en áreas altamente pobladas en las que el bombardeo mataría a muchos civiles inocentes. Si la inteligencia sobre las armas de destrucción masiva en Irak es de alguna indicio, la inteligencia estadounidense sobre las instalaciones nucleares iraníes probablemente no sea tan buena, y los ataques aéreos serían así probablemente ineficaces. ¿Por qué entonces la administración Bush seguirá este camino? Porque gran parte de la política del gobierno—el de los Estados Unidos u otro—es la de demostrarle a la audiencia interna que algo se está haciendo respecto de un problema, especialmente cuando la amenaza de un “enemigo” externo ha sido embellecida. Con una larga confrontación con Irán y eventuales ataques aéreos, la administración Bush podría distraer la atención de las deterioradas situaciones en Irak y Afganistán durante varios meses sin arriesgarse todavía a otro pantano en Irán.
Primero, probablemente tan solo sanciones económicas internacionales leves serán establecidas contra Irán. Aquí los Estados Unidos caerán victimas de la primera consecuencia de su invasión de Irak. Otros países son suspicaces de que un enfoque de línea dura contra Irán alentará a los Estados Unidos a hacer lo que hicieron en contra de Irak. No obstante ello, las sanciones económicas, sin importar cuán fuertes, posiblemente no compelerán al gobierno iraní para que se deshaga de su programa nuclear, el que posee un amplio apoyo público en Irán. La segunda consecuencia de la invasión de Irak, una país que ni siquiera estaba próximo a conseguir un arma nuclear, fue que Irán, que se encontraba mucho más cerca de ese objetivo, observó cómo la superpotencia estadounidense amenazaba a los estados “truhanes” no nucleares y aceleró su programa nuclear para adquirir el ultimo disuasivo contra los Estados Unidos e Israel. No sorprende que Irán no haya estado deseoso de aceptar las bondades del comercio y la inversión occidental para negociar su programa nuclear.
Pero si la agresiva administración Bush se encuentra inclinada a la acción militar, ¿por qué Mahmoud Ahmadinejad, el nuevo presidente iraní, está efectuando comentarios incendiarios que podrían permitirle a los Estados Unidos presentarlo como un loco que precisa de una paliza militar? Quizás Ahmadinejad se percata de que una invasión estadounidense es improbable y que los ataques aéreos por parte del “Gran Satán” serían ineficaces pero que lo ayudarían a triunfar sobre una población joven que está cansada del radicalismo islámico y que desea restablecer sus lazos con el mundo. De esta forma, los ataques aéreos de los EE.UU. podrían beneficiar tanto al gobierno estadounidense como al iraní a costa de sus pueblos.
En su lugar, los Estados Unidos deberían aceptar el hecho de que Irán probablemente obtendrá armas nucleares y emplear el masivo arsenal nuclear estadounidense a efectos de disuadir cualquier utilización endeble de la fuerza nuclear iraní. Algo parecido se hizo cuando la radical China maoísta obtuvo armas nucleares entre mediados y finales de los años 60. También, “el regreso de los radicales”—tal como es representado por Ahmadinejad—probablemente generará una contra revolución entre el pueblo iraní, que desea reconectarse con el mundo, según el profesor Jack A. Goldstone de la George Mason University, un experto en revoluciones. De acuerdo con Goldstone, esta contrarrevolución tuvo lugar en China después de que los radicales regresaron durante la Revolución Cultural y en la Unión Soviética tras las purgas de Stalin.
Por lo tanto, en vez de la postura activista de la administración Bush contra el fulminante régimen iraní y su programa nuclear, tal vez una política de “no hacer nada” logrará mejores resultados y con mucho menos costo en sangre y tesoros.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Acciones militares contra Irán?
La administración Bush se está encaminado a una acción militar contra Irán, a pesar de su actual apoyo público en favor de la diplomacia multilateral. Sorprendentemente, ese eventual resultado puede corresponderse también con los intereses del gobierno iraní. Los verdaderos perdedores en esta conspiración a distancia entre dos gobiernos hostiles serán los pueblos estadounidense e iraní.
Por el momento, la administración Bush está jugando un juego diplomático más sofisticado contra Irán que el que jugó durante la torpe preparación para la impopular invasión de Irak, la cual condujo al aislamiento de los EE.UU. respecto de gran parte del resto del mundo. La administración le ha permitido a Francia, Gran Bretaña, y Alemania tomar la delantera en el intento de negociar el programa nuclear de Irán. Habiendo fracasado en ese esfuerzo, los europeos están actualmente abordo con una referencia de la Agencia Internacional de la Energía Atómica al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para la posible imposición de sanciones. Los Estados Unidos se encuentran trabajando en la actualidad para convencer a China y Rusia de que acciones más duras contra Irán son justificadas. En vez de emprender una acción apresurada y casi unilateral como lo hiciera contra Irak, la administración Bush aparentemente ha aprendido su lección y parecería estar deseosa de dejar que la diplomacia multilateral juegue su rol a efectos de construir un apoyo internacional en favor de una respuesta militar.
El presidente Bush ha dicho que no se le debería permitir a Irán obtener un arma nuclear y recientemente utilizó el término «grave» para describir la amenaza de Irán, tal como lo hizo para describir la amenaza de Irak antes de la invasión estadounidense. Una fuente en el Capitolio me dijo que los halcones anti-iraquíes ya están pronunciando discursos y presentando proyectos de ley para construir la causa para un ataque militar.
Pero después del desastre en Irak, una invasión probablemente no será el curso preferido de la acción militar contra Irán. A pesar de que a la administración Bush le gusta flexionar sus músculos, no parecería ser capaz de aprender—al menos en un sentido táctico. Cualquier invasión de Irán será una tarea difícil, especialmente con casi 150.000 efectivos estadounidenses atrapados en los atolladeros en los vecinos Irak y Afganistán. Irán tiene dos veces y media la población de Irak, casi cuatro veces la superficie de ese país, y es montañoso en vez de plano. Si el desafío de ganar una guerra de contrainsurgencia contra los sunnitas, básicamente seculares, en Irak parecería imposible en la actualidad, luchar contra los fanáticos religiosos en Irán sobre un terreno desfavorable probablemente resultaría ser horripilante.
En cambio, la administración Bush probablemente optará por los ataques aéreos contra los sitios nucleares en Irán. A pesar de que el bombardeo aéreo podría atrasar el programa nuclear iraní, probablemente no lo eliminará. Después de los ataques aéreos israelíes contra el reactor nuclear Osirik de Irak en el año 1981, los aspirantes nucleares dispersaron y ocultaron sus instalaciones atómicas, las enterraron, o las colocaron en áreas altamente pobladas en las que el bombardeo mataría a muchos civiles inocentes. Si la inteligencia sobre las armas de destrucción masiva en Irak es de alguna indicio, la inteligencia estadounidense sobre las instalaciones nucleares iraníes probablemente no sea tan buena, y los ataques aéreos serían así probablemente ineficaces. ¿Por qué entonces la administración Bush seguirá este camino? Porque gran parte de la política del gobierno—el de los Estados Unidos u otro—es la de demostrarle a la audiencia interna que algo se está haciendo respecto de un problema, especialmente cuando la amenaza de un “enemigo” externo ha sido embellecida. Con una larga confrontación con Irán y eventuales ataques aéreos, la administración Bush podría distraer la atención de las deterioradas situaciones en Irak y Afganistán durante varios meses sin arriesgarse todavía a otro pantano en Irán.
Primero, probablemente tan solo sanciones económicas internacionales leves serán establecidas contra Irán. Aquí los Estados Unidos caerán victimas de la primera consecuencia de su invasión de Irak. Otros países son suspicaces de que un enfoque de línea dura contra Irán alentará a los Estados Unidos a hacer lo que hicieron en contra de Irak. No obstante ello, las sanciones económicas, sin importar cuán fuertes, posiblemente no compelerán al gobierno iraní para que se deshaga de su programa nuclear, el que posee un amplio apoyo público en Irán. La segunda consecuencia de la invasión de Irak, una país que ni siquiera estaba próximo a conseguir un arma nuclear, fue que Irán, que se encontraba mucho más cerca de ese objetivo, observó cómo la superpotencia estadounidense amenazaba a los estados “truhanes” no nucleares y aceleró su programa nuclear para adquirir el ultimo disuasivo contra los Estados Unidos e Israel. No sorprende que Irán no haya estado deseoso de aceptar las bondades del comercio y la inversión occidental para negociar su programa nuclear.
Pero si la agresiva administración Bush se encuentra inclinada a la acción militar, ¿por qué Mahmoud Ahmadinejad, el nuevo presidente iraní, está efectuando comentarios incendiarios que podrían permitirle a los Estados Unidos presentarlo como un loco que precisa de una paliza militar? Quizás Ahmadinejad se percata de que una invasión estadounidense es improbable y que los ataques aéreos por parte del “Gran Satán” serían ineficaces pero que lo ayudarían a triunfar sobre una población joven que está cansada del radicalismo islámico y que desea restablecer sus lazos con el mundo. De esta forma, los ataques aéreos de los EE.UU. podrían beneficiar tanto al gobierno estadounidense como al iraní a costa de sus pueblos.
En su lugar, los Estados Unidos deberían aceptar el hecho de que Irán probablemente obtendrá armas nucleares y emplear el masivo arsenal nuclear estadounidense a efectos de disuadir cualquier utilización endeble de la fuerza nuclear iraní. Algo parecido se hizo cuando la radical China maoísta obtuvo armas nucleares entre mediados y finales de los años 60. También, “el regreso de los radicales”—tal como es representado por Ahmadinejad—probablemente generará una contra revolución entre el pueblo iraní, que desea reconectarse con el mundo, según el profesor Jack A. Goldstone de la George Mason University, un experto en revoluciones. De acuerdo con Goldstone, esta contrarrevolución tuvo lugar en China después de que los radicales regresaron durante la Revolución Cultural y en la Unión Soviética tras las purgas de Stalin.
Por lo tanto, en vez de la postura activista de la administración Bush contra el fulminante régimen iraní y su programa nuclear, tal vez una política de “no hacer nada” logrará mejores resultados y con mucho menos costo en sangre y tesoros.
Traducido por Gabriel Gasave
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