La normalmente formidable maquinaria política de Bush, la cual ha perfeccionado al hecho de hablar con el doble sentido orwelliano hasta convertirlo en una forma de arte, se ha visto obviamente sacudida por el enjuiciamiento de Lewis Lobby y por todo el incidente de Valerie Plame. La poco común y débil respuesta de la administración ha sido sacada de alguna trillada página de un libro de relatos de relaciones públicas: intentar cambiar de tema. Ha perseguido esta estrategia al apresurar la selección y el anuncio del nominado del mes para la Corte Suprema. Pero esta mera desviación indicaría en verdad que la Casa Blanca ha hecho algo equivocado. Además, el hecho de intentar cambiar de tema denota una debilidad que podría alentar a los críticos. Esa es la clase de respuesta que una podría espera de una debilucha administración Clinton. Se acuerda de los ataques con misiles crucero contra Sudan y Afganistán en 1998 el día en el que Mónica Lewinsky se encontraba testimoniando ante el gran jurado? La administración Bush jamás desearía ser atrapada imitando el “pensar en pequeño” de la administración Clinton.
No, esperamos más de la administración Bush. Esperamos la misma grandiosidad y extravagancia revelada durante la debacle en Irak. En diciembre de 2004, en medio del caos de la post-invasión y ocupación estadounidenses en Irak el presidente condecoró con la Medalla de la Libertad-una de las dos principales condecoraciones civiles de la nación-al General Tommy Franks, al director de inteligencia George Tenet, y al virrey estadounidense Paul Bremer. Pese a que el General Franks llevó a su ejército a Bagdad con la debida prisa, rechazó los planes de contingencia para una ocupación de Irak de su predecesor y no realizó mucha planificación por sí mismo para esa eventualidad. George Tenet miró para el otro lado mientras los políticos de la administración Bush convertían a la sombría inteligencia sobre las armas de destrucción masiva de Irak en la histérica propaganda de que Saddam Hussein estaba casi listo para obtener un arma nuclear. Finalmente, Paul Bremer, quien fuera escogido para gobernar al Irak ocupado de la administración cometió los crasos errores de la desmovilización del ejército iraquí y de purgar a los miembros del partido Baathist al nivel medio de la burocracia iraquí. Estas acciones eliminaron la pericia que podría haber resultado útil para disminuir el caos de la posguerra en Irak y creó enemigos que ya tenían las habilidades y que ahora tenían el motivo para luchar contra las fuerzas estadounidenses
La ceremonia de premiación en la cual esas medallas fueron presentadas rememoraba aquellas celebradas en la antigua Unión Soviética, donde los funcionarios senior se alternaban para colocarse medallas en el pecho los unos a los otros mientras las fuerzas soviéticas en el campo de batalla estaaban recibiendo una paliza de parte de un puñado de zaparrastrosos guerrilleros afganos. El hecho de otorgarle medallas a Franks, Tenet, y Bremer fue la última de las insolencias en el rostro de un inminente desastre en Irak. La administración enfrenta una calamidad comparable a esa en el asunto Plame.
¿Así que por qué no ser descarados y jugar a la ofensiva en vez de a la defensiva, y otorgarle medallas a Libby, Rove y Cheney? ¿Qué importa si Libby probablemente comprometió la identidad secreta de una agente de inteligencia estadounidense, si puede haber logrado que amigos de los Estados Unidos en el exterior fuesen asesinados, si socavó la predisposición de futuros amigos para proporcionarle información a los Estados Unidos, y si mintió para encubrir todo eso? ¿Y qué importa si el compinche de Libby, Karl Rove, probablemente hizo lo mismo? ¿Y resulta difícil no imaginar que el Vicepresidente Cheney estuvo dirigiendo el esfuerzo para desacreditar los hallazgos de Wilson mediante el descubrimiento de su esposa? Cheney es conocido por tener codos angulosos, lideró la acometida en Irak, estaba indebidamente interesado en el lugar de trabajo de Plame y, coincidentemente, discutió el asunto Plame con Libby en dos ocasiones poco antes de las revelaciones de Libby a los reporteros de que Plame trabajaba para la CIA-
Pero vamos. Todos estos hombres son buenos republicanos y por ende su patriotismo está más allá del reproche. Pueden haber cometido algunos pocos «excesos» pero los mismos fueron hechos en la noble y heroica causa de derribar rápidamente a un dictador. Por supuesto, este dictador tan solo se encontraba soñando con reiniciar su moribundo programa de armas en un futuro distante y estaba apoyando a terroristas que nunca realmente concentraron sus ataques contra los Estados Unidos.
De esta forma, no se estremezca si esta administración –la cual se especializa en la simulación-considera que medallas para Libby, Rove, y Cheney pueden ser una astuta estrategia «en su cara» para salirse de esta maraña de Plame de una vez por todas. Apuesto que Saddam Hussein posee algunas medallas que ahora podría compartir.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Medallas para Libby, Rove, y Cheney?
La normalmente formidable maquinaria política de Bush, la cual ha perfeccionado al hecho de hablar con el doble sentido orwelliano hasta convertirlo en una forma de arte, se ha visto obviamente sacudida por el enjuiciamiento de Lewis Lobby y por todo el incidente de Valerie Plame. La poco común y débil respuesta de la administración ha sido sacada de alguna trillada página de un libro de relatos de relaciones públicas: intentar cambiar de tema. Ha perseguido esta estrategia al apresurar la selección y el anuncio del nominado del mes para la Corte Suprema. Pero esta mera desviación indicaría en verdad que la Casa Blanca ha hecho algo equivocado. Además, el hecho de intentar cambiar de tema denota una debilidad que podría alentar a los críticos. Esa es la clase de respuesta que una podría espera de una debilucha administración Clinton. Se acuerda de los ataques con misiles crucero contra Sudan y Afganistán en 1998 el día en el que Mónica Lewinsky se encontraba testimoniando ante el gran jurado? La administración Bush jamás desearía ser atrapada imitando el “pensar en pequeño” de la administración Clinton.
No, esperamos más de la administración Bush. Esperamos la misma grandiosidad y extravagancia revelada durante la debacle en Irak. En diciembre de 2004, en medio del caos de la post-invasión y ocupación estadounidenses en Irak el presidente condecoró con la Medalla de la Libertad-una de las dos principales condecoraciones civiles de la nación-al General Tommy Franks, al director de inteligencia George Tenet, y al virrey estadounidense Paul Bremer. Pese a que el General Franks llevó a su ejército a Bagdad con la debida prisa, rechazó los planes de contingencia para una ocupación de Irak de su predecesor y no realizó mucha planificación por sí mismo para esa eventualidad. George Tenet miró para el otro lado mientras los políticos de la administración Bush convertían a la sombría inteligencia sobre las armas de destrucción masiva de Irak en la histérica propaganda de que Saddam Hussein estaba casi listo para obtener un arma nuclear. Finalmente, Paul Bremer, quien fuera escogido para gobernar al Irak ocupado de la administración cometió los crasos errores de la desmovilización del ejército iraquí y de purgar a los miembros del partido Baathist al nivel medio de la burocracia iraquí. Estas acciones eliminaron la pericia que podría haber resultado útil para disminuir el caos de la posguerra en Irak y creó enemigos que ya tenían las habilidades y que ahora tenían el motivo para luchar contra las fuerzas estadounidenses
La ceremonia de premiación en la cual esas medallas fueron presentadas rememoraba aquellas celebradas en la antigua Unión Soviética, donde los funcionarios senior se alternaban para colocarse medallas en el pecho los unos a los otros mientras las fuerzas soviéticas en el campo de batalla estaaban recibiendo una paliza de parte de un puñado de zaparrastrosos guerrilleros afganos. El hecho de otorgarle medallas a Franks, Tenet, y Bremer fue la última de las insolencias en el rostro de un inminente desastre en Irak. La administración enfrenta una calamidad comparable a esa en el asunto Plame.
¿Así que por qué no ser descarados y jugar a la ofensiva en vez de a la defensiva, y otorgarle medallas a Libby, Rove y Cheney? ¿Qué importa si Libby probablemente comprometió la identidad secreta de una agente de inteligencia estadounidense, si puede haber logrado que amigos de los Estados Unidos en el exterior fuesen asesinados, si socavó la predisposición de futuros amigos para proporcionarle información a los Estados Unidos, y si mintió para encubrir todo eso? ¿Y qué importa si el compinche de Libby, Karl Rove, probablemente hizo lo mismo? ¿Y resulta difícil no imaginar que el Vicepresidente Cheney estuvo dirigiendo el esfuerzo para desacreditar los hallazgos de Wilson mediante el descubrimiento de su esposa? Cheney es conocido por tener codos angulosos, lideró la acometida en Irak, estaba indebidamente interesado en el lugar de trabajo de Plame y, coincidentemente, discutió el asunto Plame con Libby en dos ocasiones poco antes de las revelaciones de Libby a los reporteros de que Plame trabajaba para la CIA-
Pero vamos. Todos estos hombres son buenos republicanos y por ende su patriotismo está más allá del reproche. Pueden haber cometido algunos pocos «excesos» pero los mismos fueron hechos en la noble y heroica causa de derribar rápidamente a un dictador. Por supuesto, este dictador tan solo se encontraba soñando con reiniciar su moribundo programa de armas en un futuro distante y estaba apoyando a terroristas que nunca realmente concentraron sus ataques contra los Estados Unidos.
De esta forma, no se estremezca si esta administración –la cual se especializa en la simulación-considera que medallas para Libby, Rove, y Cheney pueden ser una astuta estrategia «en su cara» para salirse de esta maraña de Plame de una vez por todas. Apuesto que Saddam Hussein posee algunas medallas que ahora podría compartir.
Traducido por Gabriel Gasave
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