Aún cuando continúa amontonándose un cúmulo de evidencia acerca de que la administración Bush exageró el peligro a fin de cumplir su obsesión de invadir Irak, sus funcionarios siguen sosteniendo—en una repetición de la “gran mentira” al estilo de Goebbels—la necesidad de la guerra.
Pese a virtualmente admitir que no fue sincera respecto de la amenaza nuclear de Irak, Condoleeza Rice, la consejera de seguridad nacional del Presidente Bush, en una entrevista con la cadena de televisión ABC del 3 de octubre de 2004, defendió una vez más la decisión de la administración de remover al régimen de Saddam Hussein. En una entrevista previa con la CNN, el 8 de septiembre de 2002, la Srta. Rice sostuvo categóricamente que los tubos de aluminio adquiridos por Irak “en verdad solamente servían para programas de armas nucleares.” Luego tornó a la amenaza aún más vívida al concluir que “no queremos que la prueba contundente sea una nube con forma de hongo.”
El único problema es que dos anónimos funcionarios de la administración declararon al The New York Times que al Srta. Rice sabía que la potencial utilización por parte de Irak de los tubos estaba discutiéndose acaloradamente dentro del gobierno estadounidense al momento de su entrevista con la CNN. Atrapada con las manos en la masa, la Srta. Rice, en su aparición en la ABC, reconoció que sabía de la falta de acuerdo al momento de su entrevista con la CNN pero sostuvo que desconocía entonces “la naturaleza de la disputa.” No obstante, meses antes del reportaje, los principales expertos nucleares del gobierno en el Departamento de Energía, quienes creían que los tubos eran de un tamaño no adecuado para ser empleados en la elaboración de armas nucleares, le comunicaron esta información al staff de la Srta..
Pero el reciente alboroto acerca del disimulo de la Srta. Rice obscurece mentiras aún mayores expresadas por un funcionario de incluso más alto nivel—el Vicepresidente Dick Cheney. En los comienzos de la administración Bush en 2001, la comunidad de la inteligencia estadounidense estaba de acuerdo en que el programa nuclear de Irak había sido eviscerado por las inspecciones y las sanciones internacionales y que no había sido reiniciado. Esta opinión oficial no fue modificada sino hasta el 22 de octubre de 2002—poco más que una semana antes del voto del Senado para continuar la guerra—con la revelación de una nueva Estimación de la Inteligencia Nacional sobre Irak por parte de los senadores demócratas. (Incluso entonces, la nueva estimación que concluía que Irak no se encontraba nuevamente buscando de manera activa armas nucleares, dependía principalmente de la cuestionable evidencia de que los tubos de aluminio estaban siendo utilizados para ese propósito y de la ahora desacreditada alegación de que Irak estaba procurando adquirir uranio de la nación africana de Nigeria.)
Sin embargo, antes de que esta nueva estimación fuera revelada, el Vicepresidente Cheney, en un significativo discurso dirigido a los Veteranos de la Guerras en el Exterior el 26 de agosto de 2002 y durante dos entrevistas televisivas (en marzo de 2002 y el mismo día en que la Srta. Rice hizo su aparición en la CNN), declaró rotundamente que Irak había restablecido su búsqueda por adquirir armas nucleares. Así, la evaluación de la inteligencia no apoyaba las afirmaciones del vicepresidente al tiempo que éste las formulaba y al parecer fue modificada más tarde para adaptarse a ellas.
Por supuesto, el mundo sabe actualmente que las afirmaciones desabrigas de Cheney y de Rice carecían de sentido, tal como lo sostuvo el propio Departamento de Estado de la administración. Merece destacarse que, el 27 de enero de 2003, un par de meses antes de que comenzara la invasión, la International Atomic Energy Agency—la cual proveyó los inspectores nucleares a los que Saddam Hussein les permitió ingresar a Irak a fin de evitar la guerra— no descubrieron evidencia alguna de que Irak había reiniciado su programa nuclear y determinaron que los tubos de aluminio estaban siendo probablemente empleados para el propósito que Irak había declarado.
Según el Times, ese mismo enero, funcionarios de la Casa Blanca que estaban ayudando a bosquejar el discurso ante las Naciones Unidas del Secretario de Estado Colin Powell, justificando la invasión, enviaron un mensaje a la comunidad de la inteligencia de que la evidencia de la amenaza nuclear iraquí era débil. Uno escucha a menudo que las políticas dictan incorrectamente la inteligencia—cuando los hechos deberían realmente conducir a las políticas—pero tal llamativa y atroz conducta por parte de altos funcionarios de la administración resulta muy chocante.
Para la administración, la cuestión nuclear fue capital a fin de justificar la guerra debido a que las armas químicas y biológicas no son realmente “armas de destrucción masiva” (WMD son sus siglas en inglés). Los obstáculos técnicos para convertir a los gentes químicos y biológicos en armas y emplearlas con éxito presentan un desafío para alcanzar el objetivo de infligir muertes masivas mediante su utilización. También, históricamente, bombardear con artillería convencional ha asesinado a más personas que los ataques químicos, debido en parte al área limitada que puede ser cubierta con una sola arma química.
Obviamente, la justificación de las “WMD,” incluida la de la amenaza nuclear, fue tan sólo eso—una dudosa justificación para la invasión antes que el verdadero motivo para la misma. Si hubiese sido la verdadera razón para la guerra, los militares estadounidenses hubiesen asegurado de inmediato las instalaciones iraquíes de “WMD” tras la invasión. Eso no se hizo.
De esta manera, la administración mintió en primer lugar respecto de porqué fue a la guerra y luego acerca de la evidencia para apoyar esa justificación engañosa. Las madres les enseñan a sus hijos que los mentirosos eventualmente son descubiertos debido a que una mentira exige de otras para cubrir la primera. En el futuro, los funcionarios de la administración Bush deberían prestarle atención al astuto consejo de mamá.
Traducido por Gabriel Gasave
Las mentiras sobre la guerra se van acumulando
Aún cuando continúa amontonándose un cúmulo de evidencia acerca de que la administración Bush exageró el peligro a fin de cumplir su obsesión de invadir Irak, sus funcionarios siguen sosteniendo—en una repetición de la “gran mentira” al estilo de Goebbels—la necesidad de la guerra.
Pese a virtualmente admitir que no fue sincera respecto de la amenaza nuclear de Irak, Condoleeza Rice, la consejera de seguridad nacional del Presidente Bush, en una entrevista con la cadena de televisión ABC del 3 de octubre de 2004, defendió una vez más la decisión de la administración de remover al régimen de Saddam Hussein. En una entrevista previa con la CNN, el 8 de septiembre de 2002, la Srta. Rice sostuvo categóricamente que los tubos de aluminio adquiridos por Irak “en verdad solamente servían para programas de armas nucleares.” Luego tornó a la amenaza aún más vívida al concluir que “no queremos que la prueba contundente sea una nube con forma de hongo.”
El único problema es que dos anónimos funcionarios de la administración declararon al The New York Times que al Srta. Rice sabía que la potencial utilización por parte de Irak de los tubos estaba discutiéndose acaloradamente dentro del gobierno estadounidense al momento de su entrevista con la CNN. Atrapada con las manos en la masa, la Srta. Rice, en su aparición en la ABC, reconoció que sabía de la falta de acuerdo al momento de su entrevista con la CNN pero sostuvo que desconocía entonces “la naturaleza de la disputa.” No obstante, meses antes del reportaje, los principales expertos nucleares del gobierno en el Departamento de Energía, quienes creían que los tubos eran de un tamaño no adecuado para ser empleados en la elaboración de armas nucleares, le comunicaron esta información al staff de la Srta..
Pero el reciente alboroto acerca del disimulo de la Srta. Rice obscurece mentiras aún mayores expresadas por un funcionario de incluso más alto nivel—el Vicepresidente Dick Cheney. En los comienzos de la administración Bush en 2001, la comunidad de la inteligencia estadounidense estaba de acuerdo en que el programa nuclear de Irak había sido eviscerado por las inspecciones y las sanciones internacionales y que no había sido reiniciado. Esta opinión oficial no fue modificada sino hasta el 22 de octubre de 2002—poco más que una semana antes del voto del Senado para continuar la guerra—con la revelación de una nueva Estimación de la Inteligencia Nacional sobre Irak por parte de los senadores demócratas. (Incluso entonces, la nueva estimación que concluía que Irak no se encontraba nuevamente buscando de manera activa armas nucleares, dependía principalmente de la cuestionable evidencia de que los tubos de aluminio estaban siendo utilizados para ese propósito y de la ahora desacreditada alegación de que Irak estaba procurando adquirir uranio de la nación africana de Nigeria.)
Sin embargo, antes de que esta nueva estimación fuera revelada, el Vicepresidente Cheney, en un significativo discurso dirigido a los Veteranos de la Guerras en el Exterior el 26 de agosto de 2002 y durante dos entrevistas televisivas (en marzo de 2002 y el mismo día en que la Srta. Rice hizo su aparición en la CNN), declaró rotundamente que Irak había restablecido su búsqueda por adquirir armas nucleares. Así, la evaluación de la inteligencia no apoyaba las afirmaciones del vicepresidente al tiempo que éste las formulaba y al parecer fue modificada más tarde para adaptarse a ellas.
Por supuesto, el mundo sabe actualmente que las afirmaciones desabrigas de Cheney y de Rice carecían de sentido, tal como lo sostuvo el propio Departamento de Estado de la administración. Merece destacarse que, el 27 de enero de 2003, un par de meses antes de que comenzara la invasión, la International Atomic Energy Agency—la cual proveyó los inspectores nucleares a los que Saddam Hussein les permitió ingresar a Irak a fin de evitar la guerra— no descubrieron evidencia alguna de que Irak había reiniciado su programa nuclear y determinaron que los tubos de aluminio estaban siendo probablemente empleados para el propósito que Irak había declarado.
Según el Times, ese mismo enero, funcionarios de la Casa Blanca que estaban ayudando a bosquejar el discurso ante las Naciones Unidas del Secretario de Estado Colin Powell, justificando la invasión, enviaron un mensaje a la comunidad de la inteligencia de que la evidencia de la amenaza nuclear iraquí era débil. Uno escucha a menudo que las políticas dictan incorrectamente la inteligencia—cuando los hechos deberían realmente conducir a las políticas—pero tal llamativa y atroz conducta por parte de altos funcionarios de la administración resulta muy chocante.
Para la administración, la cuestión nuclear fue capital a fin de justificar la guerra debido a que las armas químicas y biológicas no son realmente “armas de destrucción masiva” (WMD son sus siglas en inglés). Los obstáculos técnicos para convertir a los gentes químicos y biológicos en armas y emplearlas con éxito presentan un desafío para alcanzar el objetivo de infligir muertes masivas mediante su utilización. También, históricamente, bombardear con artillería convencional ha asesinado a más personas que los ataques químicos, debido en parte al área limitada que puede ser cubierta con una sola arma química.
Obviamente, la justificación de las “WMD,” incluida la de la amenaza nuclear, fue tan sólo eso—una dudosa justificación para la invasión antes que el verdadero motivo para la misma. Si hubiese sido la verdadera razón para la guerra, los militares estadounidenses hubiesen asegurado de inmediato las instalaciones iraquíes de “WMD” tras la invasión. Eso no se hizo.
De esta manera, la administración mintió en primer lugar respecto de porqué fue a la guerra y luego acerca de la evidencia para apoyar esa justificación engañosa. Las madres les enseñan a sus hijos que los mentirosos eventualmente son descubiertos debido a que una mentira exige de otras para cubrir la primera. En el futuro, los funcionarios de la administración Bush deberían prestarle atención al astuto consejo de mamá.
Traducido por Gabriel Gasave
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