Al enfriar el asunto de las recomendaciones de la Comisión del 11/09 sobre la reorganización de la inteligencia, la Casa Blanca ha planteado algo aún peor para la seguridad de la nación. El Congreso haría bien si no sancionase esta abominación. En cambio, la solución más efectiva para mejorar la seguridad nacional es la da de dotar con los fondos y el personal adecuados al existente Director de la Inteligencia Central (DCI son sus siglas en inglés) y la racionalización y consolidación de las numerosas agencias de inteligencia del gobierno.
En un sobrecargado ambiente electoral, el que exige demostrar un progreso en la corrección de las falla de la inteligencia del 11/09, la administración Bush se encuentra apoyando la recomendación de la Comisión del 11/09 de crear el nuevo puesto de director de la inteligencia nacional. Pero la Casa Blanca está adoptando la hojarasca de la recomendación de la comisión y descartando el trigo.
Recordando que una carencia de coordinación entorpeció la habilidad de la comunidad de inteligencia de los EE.UU. para frustrar los ataques, la comisión recomendó al nuevo director nacional de inteligencia para aglutinar la cacofonía de 15 agencias. A diferencia del actual Director de la Inteligencia Central (DCI), quien es también Director de la CIA, el nuevo director de la comisión tendrá un control significativo sobre todas las agencias a través de su potestad sobre sus presupuestos y decisiones de personal. Actualmente, el DCI tiene el control de tan sólo el 5 por ciento de los fondos de inteligencia, es decir el presupuesto de la CIA. En contraste, el Secretario de Defensa controla el 80 por ciento de los dineros de la inteligencia.
La administración Bush decidió que sería políticamente incorrecto oponerse a la creación del nuevo director de inteligencia. Por lo tanto, los funcionarios senior intentaron la vieja estratagema burocrática de apoyar la posición pero castrarla al no proporcionarle a la misma mucho presupuesto o autoridad sobre el personal. Al adicionar otra capa de burocracia para exacerbar el problema de coordinación original, la administración apoya en esencia el reemplazar a una burocracia eunuca con otra. El resultado parece el mismo de cruzar un burro con un caballo para idear una mula estéril.
En cambio, la administración debería de haber tenido el coraje político para rechazar la recomendación de la comisión sin rodeos. Los funcionarios senior podrían haber sostenido que la Comisión del 11/09 generó una excelente investigación e historia de los ataques pero que se equivocó al sugerir la creación de más burocracia para combatir a los ágiles grupos terroristas. La administración tiene poco carácter en estas cuestiones, tal como lo demostrara su idéntico comportamiento respecto de la creación del Departamento de Seguridad Interior. Al principio, la administración se opuso a una nueva agencia de seguridad interior. Luego, el calor político post el 11/09 se volvió demasiado intenso, y la administración dio un vuelco de 360 grados para apoyar la adición de una nueva burocracia.
Idealmente, la solución más simple y más efectiva es la de otorgarle al existente DCI el presupuesto y la autoridad sobre el personal a fin de realizar su tarea correctamente. De ese modo ningún nuevo director, y su pertinente staff, hubiesen sido necesarios. Más importante aún, para facilitarle la tarea al DCI, las agencias de inteligencia del gobierno deberían haber sido racionalizadas y consolidadas. La nación no precisa de otros 15 feudos de inteligencia tropezando sobre si mismos cada vez que el gobierno se entera de un posible ataque terrorista. Desafortunadamente, el público se encuentra próximo a obtener su oficina de inteligencia número 16.
Para mostrar que están “haciendo algo” después de una crisis, a los políticos les gusta reorganizar al gobierno. El problema es que esa reorganización por lo general conduce a la expansión gubernamental. A través de su historia, el gobierno estadounidense ha sido organizado para suministrar seguridad ante los ataques por parte de otras naciones-estado, las cuales poseían burocracias aún más abultadas y voluminosas que la de los Estados Unidos. Pero la amenaza más severa para los Estados Unidos proviene actualmente de pequeños y ágiles grupos terroristas que no llenan formularios antes de atacar. El mismo gobierno, diferente amenaza.
La híbrida solución de la administración que nos brinda más burocracia sin mucha más coordinación es el peor de los mundos y disminuirá la seguridad de los Estados Unidos en lugar de incrementarla. Si el Congreso no puede pergeñar una fórmula mejor en un año electoral, no debería causar daño y declinar actuar del todo.
Traducido por Gabriel Gasave
Más burocracia, menos seguridad nacional
Al enfriar el asunto de las recomendaciones de la Comisión del 11/09 sobre la reorganización de la inteligencia, la Casa Blanca ha planteado algo aún peor para la seguridad de la nación. El Congreso haría bien si no sancionase esta abominación. En cambio, la solución más efectiva para mejorar la seguridad nacional es la da de dotar con los fondos y el personal adecuados al existente Director de la Inteligencia Central (DCI son sus siglas en inglés) y la racionalización y consolidación de las numerosas agencias de inteligencia del gobierno.
En un sobrecargado ambiente electoral, el que exige demostrar un progreso en la corrección de las falla de la inteligencia del 11/09, la administración Bush se encuentra apoyando la recomendación de la Comisión del 11/09 de crear el nuevo puesto de director de la inteligencia nacional. Pero la Casa Blanca está adoptando la hojarasca de la recomendación de la comisión y descartando el trigo.
Recordando que una carencia de coordinación entorpeció la habilidad de la comunidad de inteligencia de los EE.UU. para frustrar los ataques, la comisión recomendó al nuevo director nacional de inteligencia para aglutinar la cacofonía de 15 agencias. A diferencia del actual Director de la Inteligencia Central (DCI), quien es también Director de la CIA, el nuevo director de la comisión tendrá un control significativo sobre todas las agencias a través de su potestad sobre sus presupuestos y decisiones de personal. Actualmente, el DCI tiene el control de tan sólo el 5 por ciento de los fondos de inteligencia, es decir el presupuesto de la CIA. En contraste, el Secretario de Defensa controla el 80 por ciento de los dineros de la inteligencia.
La administración Bush decidió que sería políticamente incorrecto oponerse a la creación del nuevo director de inteligencia. Por lo tanto, los funcionarios senior intentaron la vieja estratagema burocrática de apoyar la posición pero castrarla al no proporcionarle a la misma mucho presupuesto o autoridad sobre el personal. Al adicionar otra capa de burocracia para exacerbar el problema de coordinación original, la administración apoya en esencia el reemplazar a una burocracia eunuca con otra. El resultado parece el mismo de cruzar un burro con un caballo para idear una mula estéril.
En cambio, la administración debería de haber tenido el coraje político para rechazar la recomendación de la comisión sin rodeos. Los funcionarios senior podrían haber sostenido que la Comisión del 11/09 generó una excelente investigación e historia de los ataques pero que se equivocó al sugerir la creación de más burocracia para combatir a los ágiles grupos terroristas. La administración tiene poco carácter en estas cuestiones, tal como lo demostrara su idéntico comportamiento respecto de la creación del Departamento de Seguridad Interior. Al principio, la administración se opuso a una nueva agencia de seguridad interior. Luego, el calor político post el 11/09 se volvió demasiado intenso, y la administración dio un vuelco de 360 grados para apoyar la adición de una nueva burocracia.
Idealmente, la solución más simple y más efectiva es la de otorgarle al existente DCI el presupuesto y la autoridad sobre el personal a fin de realizar su tarea correctamente. De ese modo ningún nuevo director, y su pertinente staff, hubiesen sido necesarios. Más importante aún, para facilitarle la tarea al DCI, las agencias de inteligencia del gobierno deberían haber sido racionalizadas y consolidadas. La nación no precisa de otros 15 feudos de inteligencia tropezando sobre si mismos cada vez que el gobierno se entera de un posible ataque terrorista. Desafortunadamente, el público se encuentra próximo a obtener su oficina de inteligencia número 16.
Para mostrar que están “haciendo algo” después de una crisis, a los políticos les gusta reorganizar al gobierno. El problema es que esa reorganización por lo general conduce a la expansión gubernamental. A través de su historia, el gobierno estadounidense ha sido organizado para suministrar seguridad ante los ataques por parte de otras naciones-estado, las cuales poseían burocracias aún más abultadas y voluminosas que la de los Estados Unidos. Pero la amenaza más severa para los Estados Unidos proviene actualmente de pequeños y ágiles grupos terroristas que no llenan formularios antes de atacar. El mismo gobierno, diferente amenaza.
La híbrida solución de la administración que nos brinda más burocracia sin mucha más coordinación es el peor de los mundos y disminuirá la seguridad de los Estados Unidos en lugar de incrementarla. Si el Congreso no puede pergeñar una fórmula mejor en un año electoral, no debería causar daño y declinar actuar del todo.
Traducido por Gabriel Gasave
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