David Kay, el fisgón escogido a dedo por el presidente a propósito de las armas de destrucción masiva en Irak, ha renunciado y criticado a la inteligencia de los EE.UU. por no darse cuenta que los programas iraquíes de armas se encontraban en confusión. El cree ahora que las existencias de armas químicas y biológicas fueron destruidos en los años 90—ante el temor de que los inspectores de armas de la ONU pudiesen descubrirlas—y la nueva producción no se inició. Considera también que el programa nuclear de Irak había sido reestablecido pero tan sólo en una etapa muy primitiva—nada que ver con la amenaza inminente invocada por la administración Bush como una justificación para la guerra inmediata. Por lo tanto con el clavo final en el ataúd de la principal justificación de la administración para la guerra contra Irak, los programas iraquíes de armas no son las únicas cosas en confusión. Tras los comentarios iniciales de Kay, el Secretario de Estado Colin Powell tuvo que admitir que el gobierno iraquí no podía ya haber poseído tales armas.
Tal vez los hallazgos de Kay harán finalmente que el público estadounidense preste atención a los pedidos de los críticos de la guerra en Irak de hacer responsable a la administración por la muerte de más de 500 estadounidenses miembros del personal de servicio y de incontables iraquíes inocentes (lo cual, extrañamente, el gobierno de EE.UU. pareciera no poder estimar). Pero no contengamos nuestra respiración. La tragedia del 11 de septiembre le otorgó a la administración Bush la armadura que solamente ahora está desarrollando tintineos. Y los hallazgos de Kay ayudan a desenmascarar la amenaza iraquí pero pueden en verdad ensombrecer otras cuestiones. Primero, Kay culpa a la inteligencia de los EE.UU. por no percatarse de que los programas iraquíes de armas se encontraban en ruinas. Esta conclusión es válida, pero encaja en el deseo de la administración de usar como chivo expiatorio a las agencias de espionaje de los EE.UU. para ocultar su propia distorsión y embellecimiento de la ya defectuosa información de inteligencia.
Segundo e importante para ser recordado durante las campañas de propaganda que precedan a cualquier invasión futura de las naciones del “eje del mal”: a pesar de toda la alharaca del gobierno alrededor de las armas de destrucción masiva antes y después del 11 de septiembre, la amenaza ha sido exagerada. Antes de la invasión de Irak, el Departamento de Defensa destacó “amenazas existentes y emergentes” de parte de 12 naciones con programas nucleares, 13 países con armas biológicas, y 16 naciones con armas químicas.
A pesar de que las armas nucleares, químicas y biológicas usualmente caen bajo la asustadiza (es hecho a propósito) etiqueta de armas de destrucción masiva (WMD sus siglas en inglés), solamente las armas nucleares deberían estar en esa categoría. (Como los ataques del 11 de septiembre lo evidenciaron, altas muertes podrían ser infligidas si emplear WMD.) Las armas químicas tienen un área de contaminación mucho más pequeña que las armas biológicas y nucleares, e históricamente han sido menos mortales que incluso las bombas convencionales. Las armas químicas son mejor empleadas por la parte que se defiende—si el bando atacante las utiliza, las tropas amistosas tendrían probablemente que avanzar a través del gas. Pese a que las armas químicas son de las tres las más fáciles de producir, los esfuerzos de al Qaeda hasta la fecha han sido muy toscos. Cierta infraestructura es necesaria para producir armas químicas, por lo que la detección de la producción puede ser posible.
Pese a que las armas biológicas son mejores a fin de aterrorizar a poblaciones civiles que para su uso en el campo de batalla (tienen efecto de forma lenta y el combate probablemente habrá terminado para entonces), crear armas con agentes biológicos requiere de un montón de destreza científica. Aum Shinrikyo, un grupo terrorista japonés muy bien financiado, contrató científicos para hacerlo pero no fue exitoso. A pesar de que la viruela podría causar muertes en la escala de una detonación nuclear, solamente unos pocos países poseen el virus. Un ataque exitoso ya sea con armas químicas o biológicas es altamente dependiente de condiciones climáticas favorables. Los misiles no son el sistema ideal para transportar ambos tipos de armas debido a que el agente puede ser incinerado por el calor que provoca el impacto explosivo.
Nadie sostendría que las armas nucleares son incapaces de causar una destrucción masiva. Pero construir armas nucleares exige una gran infraestructura, científicos, ingenieros y material fisionable estrictamente controlado (plutonio o uranio enriquecido). Los terroristas no son probablemente capaces de construir siquiera un arma nuclear cruda. Varios países tampoco lo son. Irak y Libia fracasaron ambos en conseguir dichas armas.
Paro varios gobiernos claramente indeseables—por ejemplo, Corea del Norte—eventualmente podrían obtener armas nucleares y los misiles de largo alcance para transportarlas a los Estados Unidos. Corea del Norte siempre ha sido una mayor amenaza en cuanto a armas de destrucción masiva que Irak. Pero los Estados Unidos podrían confiar en su arsenal nuclear dominante en el mundo para disuadir ataques por parte de arsenales pequeños de potencias nucleares nacientes, antes que conducir innecesarias invasiones preventivas. Los Estados Unidos siguieron este camino cuando la totalitaria Unión Soviética y la aún más radical China maoísta se encontraban desarrollando armas nucleares. La disuasión ha funcionado en el pasado y es más probable que funcione en el futuro debido a que los restantes estados “truhanes” indigentes poseen domicilios que podrían ser barridos del mapa—aunque con fatalidades masivas—con las miles de ojivas nucleares de los EE.UU.. Además, incluso aquellas naciones que no están de acuerdo con la intrusiva política exterior de los EE.UU. en sus regiones, no tienen incentivo alguno para otorgarles tales armas costosas a impredecibles grupos terroristas. Si tal asistencia fuese descubierta, la superpotencia podría estar motivada para incinerar sus países. Antes de la guerra, la propia CIA del presidente informaba que Irak no sería proclive a emplear armas de destrucción masiva o suminístraselas a los terroristas a menos que los Estados Unidos lo invadieran.
Pese a que las innecesarias y continuas muertes de estadounidenses y de iraquíes son trágicas, más alarmante para la república puede haber sido la ausencia de clamor público para detener la premura de la administración hacia una guerra a la que su propia agencia de inteligencia predijo que sería contraproducente.
Traducido por Gabriel Gasave
Las armas de destrucción masiva son exageradas como una amenaza para los Estados Unidos
David Kay, el fisgón escogido a dedo por el presidente a propósito de las armas de destrucción masiva en Irak, ha renunciado y criticado a la inteligencia de los EE.UU. por no darse cuenta que los programas iraquíes de armas se encontraban en confusión. El cree ahora que las existencias de armas químicas y biológicas fueron destruidos en los años 90—ante el temor de que los inspectores de armas de la ONU pudiesen descubrirlas—y la nueva producción no se inició. Considera también que el programa nuclear de Irak había sido reestablecido pero tan sólo en una etapa muy primitiva—nada que ver con la amenaza inminente invocada por la administración Bush como una justificación para la guerra inmediata. Por lo tanto con el clavo final en el ataúd de la principal justificación de la administración para la guerra contra Irak, los programas iraquíes de armas no son las únicas cosas en confusión. Tras los comentarios iniciales de Kay, el Secretario de Estado Colin Powell tuvo que admitir que el gobierno iraquí no podía ya haber poseído tales armas.
Tal vez los hallazgos de Kay harán finalmente que el público estadounidense preste atención a los pedidos de los críticos de la guerra en Irak de hacer responsable a la administración por la muerte de más de 500 estadounidenses miembros del personal de servicio y de incontables iraquíes inocentes (lo cual, extrañamente, el gobierno de EE.UU. pareciera no poder estimar). Pero no contengamos nuestra respiración. La tragedia del 11 de septiembre le otorgó a la administración Bush la armadura que solamente ahora está desarrollando tintineos. Y los hallazgos de Kay ayudan a desenmascarar la amenaza iraquí pero pueden en verdad ensombrecer otras cuestiones. Primero, Kay culpa a la inteligencia de los EE.UU. por no percatarse de que los programas iraquíes de armas se encontraban en ruinas. Esta conclusión es válida, pero encaja en el deseo de la administración de usar como chivo expiatorio a las agencias de espionaje de los EE.UU. para ocultar su propia distorsión y embellecimiento de la ya defectuosa información de inteligencia.
Segundo e importante para ser recordado durante las campañas de propaganda que precedan a cualquier invasión futura de las naciones del “eje del mal”: a pesar de toda la alharaca del gobierno alrededor de las armas de destrucción masiva antes y después del 11 de septiembre, la amenaza ha sido exagerada. Antes de la invasión de Irak, el Departamento de Defensa destacó “amenazas existentes y emergentes” de parte de 12 naciones con programas nucleares, 13 países con armas biológicas, y 16 naciones con armas químicas.
A pesar de que las armas nucleares, químicas y biológicas usualmente caen bajo la asustadiza (es hecho a propósito) etiqueta de armas de destrucción masiva (WMD sus siglas en inglés), solamente las armas nucleares deberían estar en esa categoría. (Como los ataques del 11 de septiembre lo evidenciaron, altas muertes podrían ser infligidas si emplear WMD.) Las armas químicas tienen un área de contaminación mucho más pequeña que las armas biológicas y nucleares, e históricamente han sido menos mortales que incluso las bombas convencionales. Las armas químicas son mejor empleadas por la parte que se defiende—si el bando atacante las utiliza, las tropas amistosas tendrían probablemente que avanzar a través del gas. Pese a que las armas químicas son de las tres las más fáciles de producir, los esfuerzos de al Qaeda hasta la fecha han sido muy toscos. Cierta infraestructura es necesaria para producir armas químicas, por lo que la detección de la producción puede ser posible.
Pese a que las armas biológicas son mejores a fin de aterrorizar a poblaciones civiles que para su uso en el campo de batalla (tienen efecto de forma lenta y el combate probablemente habrá terminado para entonces), crear armas con agentes biológicos requiere de un montón de destreza científica. Aum Shinrikyo, un grupo terrorista japonés muy bien financiado, contrató científicos para hacerlo pero no fue exitoso. A pesar de que la viruela podría causar muertes en la escala de una detonación nuclear, solamente unos pocos países poseen el virus. Un ataque exitoso ya sea con armas químicas o biológicas es altamente dependiente de condiciones climáticas favorables. Los misiles no son el sistema ideal para transportar ambos tipos de armas debido a que el agente puede ser incinerado por el calor que provoca el impacto explosivo.
Nadie sostendría que las armas nucleares son incapaces de causar una destrucción masiva. Pero construir armas nucleares exige una gran infraestructura, científicos, ingenieros y material fisionable estrictamente controlado (plutonio o uranio enriquecido). Los terroristas no son probablemente capaces de construir siquiera un arma nuclear cruda. Varios países tampoco lo son. Irak y Libia fracasaron ambos en conseguir dichas armas.
Paro varios gobiernos claramente indeseables—por ejemplo, Corea del Norte—eventualmente podrían obtener armas nucleares y los misiles de largo alcance para transportarlas a los Estados Unidos. Corea del Norte siempre ha sido una mayor amenaza en cuanto a armas de destrucción masiva que Irak. Pero los Estados Unidos podrían confiar en su arsenal nuclear dominante en el mundo para disuadir ataques por parte de arsenales pequeños de potencias nucleares nacientes, antes que conducir innecesarias invasiones preventivas. Los Estados Unidos siguieron este camino cuando la totalitaria Unión Soviética y la aún más radical China maoísta se encontraban desarrollando armas nucleares. La disuasión ha funcionado en el pasado y es más probable que funcione en el futuro debido a que los restantes estados “truhanes” indigentes poseen domicilios que podrían ser barridos del mapa—aunque con fatalidades masivas—con las miles de ojivas nucleares de los EE.UU.. Además, incluso aquellas naciones que no están de acuerdo con la intrusiva política exterior de los EE.UU. en sus regiones, no tienen incentivo alguno para otorgarles tales armas costosas a impredecibles grupos terroristas. Si tal asistencia fuese descubierta, la superpotencia podría estar motivada para incinerar sus países. Antes de la guerra, la propia CIA del presidente informaba que Irak no sería proclive a emplear armas de destrucción masiva o suminístraselas a los terroristas a menos que los Estados Unidos lo invadieran.
Pese a que las innecesarias y continuas muertes de estadounidenses y de iraquíes son trágicas, más alarmante para la república puede haber sido la ausencia de clamor público para detener la premura de la administración hacia una guerra a la que su propia agencia de inteligencia predijo que sería contraproducente.
Traducido por Gabriel Gasave
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