De los destellantes $166 mil millones que se espera que los contribuyentes estadounidenses paguen por una cuestionable intervención en Irak, $600 millones se destinan para solventar el esfuerzo de relaciones públicas de la administración a fin de pulir su deslustrada credibilidad en su intento de tropezar con las armas de destrucción masiva (WMD, como se las conoce en inglés.) Pero incluso si no se encuentran las WMD, al menos habrán adicionado $600 millones para alargar una búsqueda probablemente fútil, que permitan así demorar un resultado vergonzante hasta pasadas las elecciones de año próximo.
El contribuyente estadounidense ya está pagando un dineral por el Irak de post-guerra sin gastar dinero en los giros de la administración y en las maniobras electorales.
Pero ¿qué ocurre si las WMD están realmente ocultas en alguna parte y pudiesen terminar en las manos de los terroristas? Aparentemente, el presidente no piensa eso. En sus discursos, el presidente a menudo sostiene que “los grupos terroristas nunca serán capaces de obtener armas de destrucción masiva en Irak porque Saddam Hussein ya no está más.” Y dados los seis meses de rastrillar sin éxito a Irak en pos de las WMD, este resultado es improbable.
Los Estados Unidos han ya gastado $300 millones en un intenso esfuerzo para hallar las armas. Se ha capturado a la mayoría de los científicos clave y ninguno de ellos pareciera tener el conocimiento que pudiese reabrir el caso. Si los científicos clave poseen un conocimiento escaso sobre dichos programas, entonces ¿quién lo tiene? Hubiese sido difícil para Saddam reclutar secretamente por completo a un nuevo equipo científico dado que los científicos y los ingenieros con pericia sobre las WMD no crecen en los árboles. Todo lo que los inspectores de la administración Bush han encontrado son unas pocas precursoras de armas. Queda claro ahora que la administración tenía poca nueva información de inteligencia sobre los programas de WMD de Irak después de que los inspectores internacionales se retiraran en 1998. De esa forma, la administración extrapoló el futuro basándose en el pasado.
A veces la comunidad de inteligencia se equivoca, pero la pregunta central es la de por qué la nación fue comprometida en la guerra para contrarrestar una “amenaza inminente” que se basaba en una evidencia tan exigua.
Antes de la guerra, una razón primordial por la cual la administración caracterizó de esta manera la amenaza iraquí fue la del supuesto desarrollo por parte de Irak de armas nucleares. Pero David Kay, el actual jefe de los inspectores de armas de la administración, ha dicho que ese esfuerzo de armas nucleares, “Claramente no luce como un programa masivo y resurgente, sobre la base de lo que hemos descubierto en la actualidad. Es el programa respecto del cual probablemente menos conocemos en este mismo momento y del que tenemos la menor confianza para poder afirmar qué es lo que representa.”
Tanta violencia, tan poca inteligencia.
Traducido por Gabriel Gasave
¿$600 millones más para las relaciones públicas en Irak?
De los destellantes $166 mil millones que se espera que los contribuyentes estadounidenses paguen por una cuestionable intervención en Irak, $600 millones se destinan para solventar el esfuerzo de relaciones públicas de la administración a fin de pulir su deslustrada credibilidad en su intento de tropezar con las armas de destrucción masiva (WMD, como se las conoce en inglés.) Pero incluso si no se encuentran las WMD, al menos habrán adicionado $600 millones para alargar una búsqueda probablemente fútil, que permitan así demorar un resultado vergonzante hasta pasadas las elecciones de año próximo.
El contribuyente estadounidense ya está pagando un dineral por el Irak de post-guerra sin gastar dinero en los giros de la administración y en las maniobras electorales.
Pero ¿qué ocurre si las WMD están realmente ocultas en alguna parte y pudiesen terminar en las manos de los terroristas? Aparentemente, el presidente no piensa eso. En sus discursos, el presidente a menudo sostiene que “los grupos terroristas nunca serán capaces de obtener armas de destrucción masiva en Irak porque Saddam Hussein ya no está más.” Y dados los seis meses de rastrillar sin éxito a Irak en pos de las WMD, este resultado es improbable.
Los Estados Unidos han ya gastado $300 millones en un intenso esfuerzo para hallar las armas. Se ha capturado a la mayoría de los científicos clave y ninguno de ellos pareciera tener el conocimiento que pudiese reabrir el caso. Si los científicos clave poseen un conocimiento escaso sobre dichos programas, entonces ¿quién lo tiene? Hubiese sido difícil para Saddam reclutar secretamente por completo a un nuevo equipo científico dado que los científicos y los ingenieros con pericia sobre las WMD no crecen en los árboles. Todo lo que los inspectores de la administración Bush han encontrado son unas pocas precursoras de armas. Queda claro ahora que la administración tenía poca nueva información de inteligencia sobre los programas de WMD de Irak después de que los inspectores internacionales se retiraran en 1998. De esa forma, la administración extrapoló el futuro basándose en el pasado.
A veces la comunidad de inteligencia se equivoca, pero la pregunta central es la de por qué la nación fue comprometida en la guerra para contrarrestar una “amenaza inminente” que se basaba en una evidencia tan exigua.
Antes de la guerra, una razón primordial por la cual la administración caracterizó de esta manera la amenaza iraquí fue la del supuesto desarrollo por parte de Irak de armas nucleares. Pero David Kay, el actual jefe de los inspectores de armas de la administración, ha dicho que ese esfuerzo de armas nucleares, “Claramente no luce como un programa masivo y resurgente, sobre la base de lo que hemos descubierto en la actualidad. Es el programa respecto del cual probablemente menos conocemos en este mismo momento y del que tenemos la menor confianza para poder afirmar qué es lo que representa.”
Tanta violencia, tan poca inteligencia.
Traducido por Gabriel Gasave
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