Los viejos guerreros fríos nunca mueren, tan solo se vuelven más paranoicos. Un ejemplo central es el del pedido del senador Trent Lott –y el asentimiento del senador John Warner—para que los Servicios Armados del Senado investiguen las alegaciones de que China se encuentra minando la seguridad estadounidense mediante su intento de obtener el control de la navegación a través del estratégico Canal de Panamá. Nada podría ser más absurdo.
Algunos conservadores sostienen que la Panama Ports Company, la cual ganara un contrato de largo plazo para operar las instalaciones portuarias a ambos extremos del canal, y la propietaria de su afiliada con sede en Hong Kong, la compañía naviera Hutchison-Whampoa Ltd., poseen vínculos con el Ejército de Liberación del Pueblo y con los servicios de inteligencia de China. El Almirante Thomas Moorer, ex director del Estado Mayor Conjunto, va incluso más lejos: “Hutchison-Whampoa controla incontables puertos alrededor del mundo. Mi preocupación específica es la de que la compañía esté controlada por los chinos comunistas. Y los mismos han virtualmente alcanzado, sin que un solo tiro haya sido disparado, una plaza fuerte sobre el Canal de Panamá.”
Los alarmistas destacan también que el 10 por ciento de la Panama Ports es propiedad de la China Resources Enterprise (CRE), el brazo comercial del Ministerio de Comercio y Cooperación Económica de China. El senador Fred Thompson (republicano por Tennessee) ha llamado a la CRE un agente del espionaje a favor de China.
Sin embargo, ¿constituyen los vínculos de la propietaria de Hutchison-Whampoa con los militares y los servicios de inteligencia chinos y la parte propiedad del gobierno chino en la Panama Ports, necesariamente un insidioso complot geopolítico de parte de China para controlar un activo estratégico en el patio trasero de los Estados Unidos? El contrato de una compañía naviera para operar a las instalaciones portuarias puede simplemente estar diseñado para ganar dinero. Incluso el gobierno y los militares chinos ha estado involucrándose de manera rutinaria en actividades empresariales en ultramar a fin de obtener un beneficio–por ejemplo, en las industrias de la alimentación y del vestido.
Debido a que sentía que las distracciones comerciales afectaban la efectividad de los militares chinos, Jiang Zemin, el líder de China, ordenó recientemente que las fuerzas armadas se desvincularan de tales actividades. Si esos emprendimientos comerciales tienen tal efecto perjudicial sobre la preparación de los militares de China, tal vez los Estados Unidos debería alentar que los mismos lleven adelante más negocios, no menos, e incluso en el hemisferio occidental.
Además, la Comisión del Canal de Panamá insiste en que la Panama Ports no puede determinar qué navíos pueden transitar el canal. En verdad, conforme el Tratado del Canal de Panamá del año 1977, el cual termina con la presencia militar estadounidense en Panamá para diciembre de 1999, las naves militares de los EE.UU. continuarán teniendo prioridad de paso a través del istmo.
Incluso si las actividades empresariales chinas en Panamá tuviesen una motivación política en vez de una comercial, las mismas probablemente tendrán poco efecto estratégico. Tras la caída de la Unión Soviética, la cual era capaz de lanzar ataques simultáneos y coordinados en los océanos Atlántico y Pacífico, el Canal de Panamá es mucho menos importante para la seguridad de los Estados Unidos. Hoy día, las dos grandes armadas estadounidenses –las flotas del Atlántico y del Pacífico—mantienen ambas una dominación abrumadora en sus respectivas regiones. Aún durante la Guerra Fría, las naves insignias de la Armada–los portaaviones—eran demasiado grandes como para caber a través del canal.
Los chinos probablemente serían renuentes de cerrar una vía navegable a la que ellos también utilizan para el comercio. En el peor de los casos—si la Panama Ports bloquease al canal o se rehusara a que lo transiten las embarcaciones de la Armada de los EE.UU. durante una crisis internacional-las fuerzas navales más poderosas del mundo podrían abrirlo rápidamente. Incluso los conservadores admiten que el tratado le permite a los Estados Unidos intervenir en caso de que el acceso al canal fuese bloqueado. A pesar de que los alarmistas insinúan que China podría extender el alcance de su armada mediante el control de los puertos panameños, la anticuada flota china ya tiene problemas para patrullar el vecino Mar del Sur de la China.
¿Y exactamente qué es lo que la facción de la “amenaza China” desea que haga el gobierno estadounidense respecto de esta situación? El gobierno soberano de Panamá–finalmente a cargo de todo su territorio tras 96 años de presencia colonial estadounidense–ha ingresado en un contrato de largo plazo con una compañía privada para la operación del curso navegable. ¿Qué derecho tiene el gobierno de los Estados Unidos de vetar los acuerdos comerciales celebrados por otros gobiernos? ¿Deberían los Estados Unidos invadir nuevamente Panamá y ocupar la zona del canal a fin de mitigar los temores paranoicos de aquellos a los que les gustaría que China fuese el enemigo en una nueva Guerra Fría?
Según el General Barry McCaffrey, ex jefe del Comando Sur de los Estados Unidos cuando el mismo se encontraba basado en Panamá y actualmente el zar estadounidense contra las drogas, “No tenemos intereses vitales de seguridad nacional en Panamá.” Además de las afirmaciones de McCaffrey, un informe redactado en 1997 por un miembro del staff de Jesse Helms, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, también parecía descartar las amenazas para el canal. Tras celebrar extensas discusiones con funcionarios de los gobiernos estadounidense y panameño, el miembro del staff concluyó, “Todos aquellos entrevistados para este informe afirman que el desarrollo de HPH [Hutchison Port Holdings] de los dos puertos no se traduce en una amenaza directa para la seguridad nacional al Canal de Panamá.”
Finalmente, la oportunidad de las chillonas advertencias de los alarmistas es sospechosa. La búsqueda de amenazas para un curso de agua construido por el hombre que ha declinado en importancia estratégica, es un intento desesperado para rescindir el retiro ordenado por el tratado, el que se levará a cabo en diciembre de este año, de una innecesaria presencia militar estadounidense. Los fríos guerreros imperialistas simplemente no puede soportar entregar a Panamá. Tendrán una depresión post-parto, pero el resto de nosotros podemos celebrar el renacimiento de Panamá sin una humillante y anacrónica presencia colonial en su territorio.
Este artículo es reimpreso con autorización. ©Copyright 1999, Cato Institute.
Traducido por Gabriel Gasave
Los fantasmas de la Guerra Fría
Los viejos guerreros fríos nunca mueren, tan solo se vuelven más paranoicos. Un ejemplo central es el del pedido del senador Trent Lott –y el asentimiento del senador John Warner—para que los Servicios Armados del Senado investiguen las alegaciones de que China se encuentra minando la seguridad estadounidense mediante su intento de obtener el control de la navegación a través del estratégico Canal de Panamá. Nada podría ser más absurdo.
Algunos conservadores sostienen que la Panama Ports Company, la cual ganara un contrato de largo plazo para operar las instalaciones portuarias a ambos extremos del canal, y la propietaria de su afiliada con sede en Hong Kong, la compañía naviera Hutchison-Whampoa Ltd., poseen vínculos con el Ejército de Liberación del Pueblo y con los servicios de inteligencia de China. El Almirante Thomas Moorer, ex director del Estado Mayor Conjunto, va incluso más lejos: “Hutchison-Whampoa controla incontables puertos alrededor del mundo. Mi preocupación específica es la de que la compañía esté controlada por los chinos comunistas. Y los mismos han virtualmente alcanzado, sin que un solo tiro haya sido disparado, una plaza fuerte sobre el Canal de Panamá.”
Los alarmistas destacan también que el 10 por ciento de la Panama Ports es propiedad de la China Resources Enterprise (CRE), el brazo comercial del Ministerio de Comercio y Cooperación Económica de China. El senador Fred Thompson (republicano por Tennessee) ha llamado a la CRE un agente del espionaje a favor de China.
Sin embargo, ¿constituyen los vínculos de la propietaria de Hutchison-Whampoa con los militares y los servicios de inteligencia chinos y la parte propiedad del gobierno chino en la Panama Ports, necesariamente un insidioso complot geopolítico de parte de China para controlar un activo estratégico en el patio trasero de los Estados Unidos? El contrato de una compañía naviera para operar a las instalaciones portuarias puede simplemente estar diseñado para ganar dinero. Incluso el gobierno y los militares chinos ha estado involucrándose de manera rutinaria en actividades empresariales en ultramar a fin de obtener un beneficio–por ejemplo, en las industrias de la alimentación y del vestido.
Debido a que sentía que las distracciones comerciales afectaban la efectividad de los militares chinos, Jiang Zemin, el líder de China, ordenó recientemente que las fuerzas armadas se desvincularan de tales actividades. Si esos emprendimientos comerciales tienen tal efecto perjudicial sobre la preparación de los militares de China, tal vez los Estados Unidos debería alentar que los mismos lleven adelante más negocios, no menos, e incluso en el hemisferio occidental.
Además, la Comisión del Canal de Panamá insiste en que la Panama Ports no puede determinar qué navíos pueden transitar el canal. En verdad, conforme el Tratado del Canal de Panamá del año 1977, el cual termina con la presencia militar estadounidense en Panamá para diciembre de 1999, las naves militares de los EE.UU. continuarán teniendo prioridad de paso a través del istmo.
Incluso si las actividades empresariales chinas en Panamá tuviesen una motivación política en vez de una comercial, las mismas probablemente tendrán poco efecto estratégico. Tras la caída de la Unión Soviética, la cual era capaz de lanzar ataques simultáneos y coordinados en los océanos Atlántico y Pacífico, el Canal de Panamá es mucho menos importante para la seguridad de los Estados Unidos. Hoy día, las dos grandes armadas estadounidenses –las flotas del Atlántico y del Pacífico—mantienen ambas una dominación abrumadora en sus respectivas regiones. Aún durante la Guerra Fría, las naves insignias de la Armada–los portaaviones—eran demasiado grandes como para caber a través del canal.
Los chinos probablemente serían renuentes de cerrar una vía navegable a la que ellos también utilizan para el comercio. En el peor de los casos—si la Panama Ports bloquease al canal o se rehusara a que lo transiten las embarcaciones de la Armada de los EE.UU. durante una crisis internacional-las fuerzas navales más poderosas del mundo podrían abrirlo rápidamente. Incluso los conservadores admiten que el tratado le permite a los Estados Unidos intervenir en caso de que el acceso al canal fuese bloqueado. A pesar de que los alarmistas insinúan que China podría extender el alcance de su armada mediante el control de los puertos panameños, la anticuada flota china ya tiene problemas para patrullar el vecino Mar del Sur de la China.
¿Y exactamente qué es lo que la facción de la “amenaza China” desea que haga el gobierno estadounidense respecto de esta situación? El gobierno soberano de Panamá–finalmente a cargo de todo su territorio tras 96 años de presencia colonial estadounidense–ha ingresado en un contrato de largo plazo con una compañía privada para la operación del curso navegable. ¿Qué derecho tiene el gobierno de los Estados Unidos de vetar los acuerdos comerciales celebrados por otros gobiernos? ¿Deberían los Estados Unidos invadir nuevamente Panamá y ocupar la zona del canal a fin de mitigar los temores paranoicos de aquellos a los que les gustaría que China fuese el enemigo en una nueva Guerra Fría?
Según el General Barry McCaffrey, ex jefe del Comando Sur de los Estados Unidos cuando el mismo se encontraba basado en Panamá y actualmente el zar estadounidense contra las drogas, “No tenemos intereses vitales de seguridad nacional en Panamá.” Además de las afirmaciones de McCaffrey, un informe redactado en 1997 por un miembro del staff de Jesse Helms, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, también parecía descartar las amenazas para el canal. Tras celebrar extensas discusiones con funcionarios de los gobiernos estadounidense y panameño, el miembro del staff concluyó, “Todos aquellos entrevistados para este informe afirman que el desarrollo de HPH [Hutchison Port Holdings] de los dos puertos no se traduce en una amenaza directa para la seguridad nacional al Canal de Panamá.”
Finalmente, la oportunidad de las chillonas advertencias de los alarmistas es sospechosa. La búsqueda de amenazas para un curso de agua construido por el hombre que ha declinado en importancia estratégica, es un intento desesperado para rescindir el retiro ordenado por el tratado, el que se levará a cabo en diciembre de este año, de una innecesaria presencia militar estadounidense. Los fríos guerreros imperialistas simplemente no puede soportar entregar a Panamá. Tendrán una depresión post-parto, pero el resto de nosotros podemos celebrar el renacimiento de Panamá sin una humillante y anacrónica presencia colonial en su territorio.
Este artículo es reimpreso con autorización. ©Copyright 1999, Cato Institute.
Traducido por Gabriel Gasave
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