Los estadounidenses gastan más del 10 por ciento del producto bruto nacional anual en el cuidado de la salud—casi $1.500 por cada residente de los Estados Unidos. Desde 1975, el gasto total del cuidado médico se ha más que duplicado. El costo se elevó el 11,9 por ciento en 1982, tres veces más rápidamente que la tasa de inflación. Mientras que la vida misma puede no tener precio, es posible asignarle un costo a su manutención—y ese costo está subiendo rápidamente.
Es posible en teoría gastar casi todos los recursos de la sociedad en la atención médica. A medida que las sociedades se vuelven más ricas y la gente vive más tiempo, resulta lógico esperar un aumento en la demanda total por el cuidado médico. Pero eso no implica que los servicios individuales deberían elevarse radicalmente en precio.
Elementos Incrementados
Dos factores principales han contribuido a elevar súbitamente a los precios médicos. El primero es la reglamentación de la industria médica, probablemente el negocio más reglamentado de los Estados Unidos. En su mayor parte, sin embargo, la reglamentación fue escrita y apoyada por el establishment médico, el cual es el principal beneficiario de esas leyes. Por ejemplo, las leyes prohíben el tratamiento de dolencias relativamente simples, tales como los padrastros, por practicantes de enfermería a aranceles mucho más bajos; análogamente, los técnicos que reparan dentaduras han tenido gran dificultad para ganarse el derecho de realizar esas tareas; y las parteras, que cobran menos que los obstetras, se encuentran a menudo impedidas de traer bebés al mundo.
El número de escuelas médicas estadounidenses, y por lo tanto el número de médicos, es legalmente controlado a través de leyes de licencias, supervisadas en cada estado por la American Medical Association (Asociación Medica Estadounidense.) Aquellos que favorecen limitaciones en el número de médicos lo hacen porque temen una “sobreoferta” la cual presumiblemente bajaría el ingreso y el poder de los médicos individuales. Estas restricciones para la entrada y otros factores, tales como los métodos de prueba muy largos y costosos requeridos por la Administración de Alimentos y Fármacos, han empujado los costos hacia arriba.
Los consumidores, presionados para tomar decisiones rápidas debido al dolor o la amenaza de muerte, no tienen a menudo el tiempo o la inclinación de ponerse a buscar por ahí y los que lo harían se encuentran limitados por la carencia de información disponible. Hasta hace poco tiempo, aun la más mínima publicidad era ilegal. El negocio del cuidado de la salud ha gozado del privilegio único de calcular la factura con posterioridad a que los servicios hayan sido prestados.
Pagos de Terceros
Pero los pasados 40 años han visto el ascenso de otro factor que ha provocado la aceleración dramática y continuada de los costos—los pagos de terceros. Hoy, casi el 95 por ciento de las facturas de los hospitales nacionales son pagadas por terceras partes. Los gastos del Medicare y Medicaid, que cubren a cerca del 22 por ciento de la población, han crecido de $3,9 mil millones (billones en inglés) en 1967 a $64 mil millones (billones en inglés) en 1982. Combinado con el seguro privado, el 86 por ciento de la población ha sido separada del proceso de facturación directo.
Es una observable ley económica que cuando a cualquier producto se lo ofrece gratis, se lo consume más. Quienes no soportan directamente ninguno de los costos de los servicios médicos, uniformemente los demandan más que aquellos que pagan parte de los costos. Las agencias gubernamentales han comenzado recientemente a cuestionar las facturas médicas presentadas por servicios prestados, pero muchos hospitales simplemente trasladan la diferencia a los pacientes que sí pagan.
Los planes de seguro colectivo han contribuido al problema. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estableció leyes de salario máximo que alentaron el uso de beneficios adicionales para atraer a los empleados. Imposibilitados de ofrecerles dinero a los empleados, los empleadores ofrecían más seguro médico que aquel que habría sido comprado por personas que controlaran su propio gasto.
Seguro Preferido
La tendencia fue alentada a medida que los impuestos alcanzaron nuevas alturas. Los empleadores y los empleados prefieren el seguro médico a la compensación directa porque el seguro puede ser declarado como costo comercial deducible de impuestos. Para los individuos de bajos ingresos, un dólar gastado por un empleador para comprar seguro médico vale casi un 50 por ciento más que si fuese pagado directamente a un empleado para la compra del seguro. Para los individuos de ingresos mayores, la diferencia es drástica.
H. E. Frech, profesor de economía en la University of California, en Santa Bárbara [y quien colabora como autor al libro del The Independent Institute, American Health Care: Government, Market Processes and the Public Interest], cree que la supresión de la condición de deducible de impuestos de los gastos del seguro eliminaría gran parte del sobre-seguro, mientras que las verdaderas reducciones generales en los impuestos corporativos e individuales compensarían los beneficios disminuidos.
Según Frech, Las reformas para desreglamentar y privatizar en gran escala el Medicare y el Medicaid completarían gran parte de la tarea. Irónicamente, considerando la magnitud de esos programas, ellos ofrecen cobertura completa solamente para los servicios iniciales pero tienen una limitada cobertura para casos catastróficos. Los planes de co-pago, que requieren que los consumidores paguen parte de los costos médicos hasta cierto punto, alientan el uso sabio de los servicios sin desalentar sus utilizaciones legítimas.
Los individuos pueden alentar a sus compañías para que compren los mejores planes. En respuesta a los altos costos médicos se han incrementado las opciones, tales como las Organizaciones para el Mantenimiento de la Salud que proporcionan toda la asistencia médica a un costo fijo competitivo. Algunas firmas ofrecen varios planes a los empleados, difiriendo en la cantidad de co-pagos y recompensan a los empleados que no utilizan innecesariamente los servicios médicos. La compra comparativa para servicios tales como evaluaciones médicas estándar o drogas recetadas, ayudan si todos en un plan grupal hacen el esfuerzo. Las compañías pueden y han bajado significativamente sus costos del seguro.
La solución última para el sobreprecio de los servicios del cuidado de la salud, es la desreglamentación y la reforma tributaria, que fomentarían la competencia en esa industria. La competencia es el único aliado verdadero que tenemos en la lucha contra el alto costo de la vida—y el alto costo de mantenernos vivos.
Traducido por Gabriel Gasave
Su dinero o su vida: Atacando la suba en los costos del cuidado de la salud
Los estadounidenses gastan más del 10 por ciento del producto bruto nacional anual en el cuidado de la salud—casi $1.500 por cada residente de los Estados Unidos. Desde 1975, el gasto total del cuidado médico se ha más que duplicado. El costo se elevó el 11,9 por ciento en 1982, tres veces más rápidamente que la tasa de inflación. Mientras que la vida misma puede no tener precio, es posible asignarle un costo a su manutención—y ese costo está subiendo rápidamente.
Es posible en teoría gastar casi todos los recursos de la sociedad en la atención médica. A medida que las sociedades se vuelven más ricas y la gente vive más tiempo, resulta lógico esperar un aumento en la demanda total por el cuidado médico. Pero eso no implica que los servicios individuales deberían elevarse radicalmente en precio.
Elementos Incrementados
Dos factores principales han contribuido a elevar súbitamente a los precios médicos. El primero es la reglamentación de la industria médica, probablemente el negocio más reglamentado de los Estados Unidos. En su mayor parte, sin embargo, la reglamentación fue escrita y apoyada por el establishment médico, el cual es el principal beneficiario de esas leyes. Por ejemplo, las leyes prohíben el tratamiento de dolencias relativamente simples, tales como los padrastros, por practicantes de enfermería a aranceles mucho más bajos; análogamente, los técnicos que reparan dentaduras han tenido gran dificultad para ganarse el derecho de realizar esas tareas; y las parteras, que cobran menos que los obstetras, se encuentran a menudo impedidas de traer bebés al mundo.
El número de escuelas médicas estadounidenses, y por lo tanto el número de médicos, es legalmente controlado a través de leyes de licencias, supervisadas en cada estado por la American Medical Association (Asociación Medica Estadounidense.) Aquellos que favorecen limitaciones en el número de médicos lo hacen porque temen una “sobreoferta” la cual presumiblemente bajaría el ingreso y el poder de los médicos individuales. Estas restricciones para la entrada y otros factores, tales como los métodos de prueba muy largos y costosos requeridos por la Administración de Alimentos y Fármacos, han empujado los costos hacia arriba.
Los consumidores, presionados para tomar decisiones rápidas debido al dolor o la amenaza de muerte, no tienen a menudo el tiempo o la inclinación de ponerse a buscar por ahí y los que lo harían se encuentran limitados por la carencia de información disponible. Hasta hace poco tiempo, aun la más mínima publicidad era ilegal. El negocio del cuidado de la salud ha gozado del privilegio único de calcular la factura con posterioridad a que los servicios hayan sido prestados.
Pagos de Terceros
Pero los pasados 40 años han visto el ascenso de otro factor que ha provocado la aceleración dramática y continuada de los costos—los pagos de terceros. Hoy, casi el 95 por ciento de las facturas de los hospitales nacionales son pagadas por terceras partes. Los gastos del Medicare y Medicaid, que cubren a cerca del 22 por ciento de la población, han crecido de $3,9 mil millones (billones en inglés) en 1967 a $64 mil millones (billones en inglés) en 1982. Combinado con el seguro privado, el 86 por ciento de la población ha sido separada del proceso de facturación directo.
Es una observable ley económica que cuando a cualquier producto se lo ofrece gratis, se lo consume más. Quienes no soportan directamente ninguno de los costos de los servicios médicos, uniformemente los demandan más que aquellos que pagan parte de los costos. Las agencias gubernamentales han comenzado recientemente a cuestionar las facturas médicas presentadas por servicios prestados, pero muchos hospitales simplemente trasladan la diferencia a los pacientes que sí pagan.
Los planes de seguro colectivo han contribuido al problema. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estableció leyes de salario máximo que alentaron el uso de beneficios adicionales para atraer a los empleados. Imposibilitados de ofrecerles dinero a los empleados, los empleadores ofrecían más seguro médico que aquel que habría sido comprado por personas que controlaran su propio gasto.
Seguro Preferido
La tendencia fue alentada a medida que los impuestos alcanzaron nuevas alturas. Los empleadores y los empleados prefieren el seguro médico a la compensación directa porque el seguro puede ser declarado como costo comercial deducible de impuestos. Para los individuos de bajos ingresos, un dólar gastado por un empleador para comprar seguro médico vale casi un 50 por ciento más que si fuese pagado directamente a un empleado para la compra del seguro. Para los individuos de ingresos mayores, la diferencia es drástica.
H. E. Frech, profesor de economía en la University of California, en Santa Bárbara [y quien colabora como autor al libro del The Independent Institute, American Health Care: Government, Market Processes and the Public Interest], cree que la supresión de la condición de deducible de impuestos de los gastos del seguro eliminaría gran parte del sobre-seguro, mientras que las verdaderas reducciones generales en los impuestos corporativos e individuales compensarían los beneficios disminuidos.
Según Frech, Las reformas para desreglamentar y privatizar en gran escala el Medicare y el Medicaid completarían gran parte de la tarea. Irónicamente, considerando la magnitud de esos programas, ellos ofrecen cobertura completa solamente para los servicios iniciales pero tienen una limitada cobertura para casos catastróficos. Los planes de co-pago, que requieren que los consumidores paguen parte de los costos médicos hasta cierto punto, alientan el uso sabio de los servicios sin desalentar sus utilizaciones legítimas.
Los individuos pueden alentar a sus compañías para que compren los mejores planes. En respuesta a los altos costos médicos se han incrementado las opciones, tales como las Organizaciones para el Mantenimiento de la Salud que proporcionan toda la asistencia médica a un costo fijo competitivo. Algunas firmas ofrecen varios planes a los empleados, difiriendo en la cantidad de co-pagos y recompensan a los empleados que no utilizan innecesariamente los servicios médicos. La compra comparativa para servicios tales como evaluaciones médicas estándar o drogas recetadas, ayudan si todos en un plan grupal hacen el esfuerzo. Las compañías pueden y han bajado significativamente sus costos del seguro.
La solución última para el sobreprecio de los servicios del cuidado de la salud, es la desreglamentación y la reforma tributaria, que fomentarían la competencia en esa industria. La competencia es el único aliado verdadero que tenemos en la lucha contra el alto costo de la vida—y el alto costo de mantenernos vivos.
Traducido por Gabriel Gasave
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