Una extraña alianza
Por Guy Sorman
La Nación
PARÍS – Estoy en San Pablo. Una asamblea de empresarios y universitarios escucha, perpleja, mi explicación de que a Brasil y a toda América latina les conviene más un gobierno de izquierda que no aplique su programa, como el de Lula, que el retorno a una derecha conservadora y seudoliberal. Les digo que no deben equivocarse de adversario: el verdadero peligro no es la izquierda estilo Lula o Bachelet, sino el populismo. Chávez, en Venezuela, y Morales, en Bolivia, son realmente peligrosos. No están a la derecha ni a la izquierda: son populistas. Y aliados de Fidel Castro, un hombre indestructible (y, según la revista Forbes, uno de los más ricos del mundo).
Estos tres populistas constituyen una alianza extraña: Castro tiene las ideas, pero no el dinero; Chávez tiene el dinero, pero ninguna idea; Morales tiene hermosos rasgos andinos que seducen a las masas. También cuenta con el respaldo de Danielle Mitterrand y Jacques Chirac. A falta de un héroe carismático -el subcomandante Marcos desapareció en Chiapas- Danielle ha encontrado una causa antiliberal de su agrado. Por ahora, Morales ha confiscado las empresas petroleras y de gas, en particular Petrobras y Total. «Evo, has restaurado la dignidad de tu país, escarnecida desde hace cinco siglos», le dijo Chirac. Evo se sintió alentado y nacionalizó el agua. ¡Qué importa si Bolivia no existía hace cinco siglos! En cambio, Chirac tiene razón en un punto: en América latina, la oligarquía cometió muchos abusos contra los aborígenes y los esclavos; ahora, la democracia permite que sus descendientes se venguen.
Pero las nacionalizaciones ¿ayudarán a los pobres? En Bolivia, las empresas ya habían sido nacionalizadas en los años 50 y privatizadas en los 80, sin que ello causara efecto alguno sobre los indígenas, cuyo principal medio de vida es el cultivo de la coca. Por lo tanto, en estos países, el verdadero debate no es entre derecha e izquierda, sino más bien dentro del campo liberal. Los liberales derechistas (que abundan en Brasil y en todo el continente) sólo creen en Milton Friedman y en el mercado. «¡Que el Estado nos deje en paz y la prosperidad acudirá a la cita!», dicen.
Sin embargo, cuando se aplicó esta política, por ejemplo en la Argentina con Menem, desde 1990 hasta 2000, o en Perú con Toledo, desde hace cinco años, el crecimiento acudió a la cita, pero sólo benefició al 20 por ciento de la población. Los pobres, los incultos, los de tez morena, no sacaron provecho alguno. Lo hemos visto en la Argentina. En Perú, Toledo acaba en el descrédito un mandato en que no hubo inflación ni guerrillas y el índice de crecimiento alcanzó el cinco por ciento. ¿Por qué? Porque, como lo expliqué en San Pablo, en estas tierras de profunda desigualdad los electorados pretenden a la vez el crecimiento y la redistribución de la riqueza.
¿Cómo podemos redistribuir la riqueza sin matar el crecimiento? Propuse a mis interlocutores brasileños -de derecha o izquierda, poco importa- que contemplaran una redistribución conforme a métodos liberales. Por ejemplo, el microcrédito (privado, no público) permitiría crear nuevos empresarios, aunque sean muy modestos. El economista peruano Hernando de Soto lo había propuesto en su país; nadie lo escuchó. El Banco Grameen lo implantó con éxito en Bangladesh prestando dinero a las mujeres. El microcrédito posibilita la aparición de una nueva clase de empresarios independientes, tanto del Estado como de la tutela oligárquica. Me parece que este tipo de proposición contribuye a crear un capitalismo descalzo, que es la buena respuesta socioeconómica al populismo.
No estoy seguro de haber convencido a mi audiencia en San Pablo. Los empresarios brasileños preferirían deshacerse de Lula y reemplazarlo por un presidente derechista. No obstante, Lula posee una gran virtud: en vez de aplicar el programa socialista por el que había sido elegido siguió los preceptos del liberalismo. Controló el gasto público y respetó la estabilidad monetaria. (El precio: la corrupción de sus partidarios más izquierdistas.)
He llegado a la conclusión de que la «crisis del liberalismo» en América latina de que hablan los medios europeos y latinoamericanos no existe. En verdad, el liberalismo se ha vuelto centrista; es un programa común de partidos democráticos de derecha e izquierda.
A estos les convendría reflexionar y ponerse a trabajar juntos, pronto, antes de que el populismo a lo Chávez, Morales y Castro se adueñe de los sectores más pobres que, en este continente, son también los más numerosos.
Guy Sorman es ensayista. Su último libro es Made in USA .
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)
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