La guerra del librito
Por Pablo Alfonso
El Nuevo Herald
Hubo un tiempo en que los exiliados cubanos se esforzaban para derrotar a la dictadura de Fidel Castro practicando la subversión interna, conspirando en el clandestinaje, luchando en las montañas de la isla y hasta desembarcando en sus costas.
Fue un período que cubrió casi una década y dejó miles de presos políticos, de cubanos muertos en acciones violentas y otros tantos opositores ejecutados frente al paredón de fusilamiento. Eran los tiempos en que el exilio contaba con reconocidas figuras políticas de la talla de José Miró Cardona, Manuel Artime y Tony Varona, entre otros.
Aquel período, en esa larga batalla por reconquistar la democracia en Cuba, lo ganó la dictadura. Luego, el tiempo y las circunstancias, marcaron otros caminos más realistas, en el ámbito internacional, en el terreno de la denuncia, en la búsqueda de solidaridad, para la renovada oposición interna. Fue un momento encabezado, principalmente, por la figura del desaparecido Jorge Más Canosa.
Esta reflexión viene a propósito de la guerra que libran en estos días algunos individuos de la comunidad exiliada en Miami. Una guerra contra la Junta Escolar del Condado Miami-Dade. El objetivo de esa fiera batalla es eliminar de las 34 escuelas públicas del condado a medio centenar de libros titulados Vamos a Cuba.
Los críticos del libro señalan que está lleno de errores, que no refleja la realidad de Cuba, que su lenguaje es tendencioso y manipulador. Bien, parto del hecho de que todo eso es cierto. ¿Y qué? ¿Queremos por eso imitar lo que hace la dictadura castrista? ¡Desterrar de las bibliotecas los libros que no son de nuestro agrado!
Quizás los críticos del librito desconocen que hay en nuestras bibliotecas escolares y públicas decenas de libros sobre la historia de Cuba, plagados de errores, y que no reflejan la realidad del proceso político cubano de las últimas décadas. ¿Los vamos a purgar también a todos ellos y exigir que sean eliminados de las bibliotecas?
Vamos a Cuba no es un libro de texto, ni de obligatoria consulta escolar, y que posiblemente se estuviera llenando de polvo en los estantes de las bibliotecas si no hubiera recibido la publicidad gratuita que le ha facilitado un celoso centinela de la verticalidad y la intransigencia.
Esta guerra contra el librito parece ser la batalla decadente de un exilio urgido de un liderazgo con estrategia, con realismo político, capaz de impedir la manipulación de una comunidad desgarrada.
Quizás aquí está la clave del problema.
La comunidad cubana está marcada por la separación de la familia, por el desarraigo, por los traumas de más de cuatro décadas de dictadura. Es una comunidad muy sensitiva y muy sensible a cualquier tema relacionado con Cuba. Es por eso, también, una comunidad donde la manipulación puede echar raíces; un ambiente propicio a la instrumentalización y al engaño, en la cual muchos pueden ser sorprendidos en su buena fe.
Yo recelo siempre de los verticales tan verticales y de los intransigentes tan intrasigentes.
En este marco conviene siempre preguntarse ¿a quién favorece esta batalla? Acaso a los interesados en mostrar ante la opinión pública norteamericana a la comunidad exiliada cubana como un bando de trogloditas, retrógrados, que libramos batallas judiciales para aplicar la censura a determinados libros de cuyo texto discrepamos. ¿No es ese acaso un objetivo prioritario de la dictadura castrista? ¿No lo utilizó ya en una ocasión cuando el caso del balserito Elián González?.
No creo exagerado recordar que, en anteriores ocasiones, cuando los exiliados cubanos han sido enfrentados a temas tan divisivos, el gran titiritero de La Habana ha manejado en Miami los hilos de su trama. ¡Para eso existe el Departamento de Medidas Activas y Sicológicas de la Inteligencia Cubana!
Ahora parece que vamos camino de los tribunales llevando de la mano al dichoso librito, convertido en estandarte de batalla. ¡Ya suenan voces que proclaman llevar el reclamo hasta la Corte Suprema de Justicia!
Quizás ese sea el momento en que los medios castristas de prensa comiencen a cosechar sus frutos. Resulta muy curioso que, hasta ahora, la prensa oficial cubana ha mantenido un riguroso silencio sobre este polémico tema. Se ha mantenido a la sombra. . . y a la espera.
En cualquier caso, esta es una guerra a destiempo. En Cuba, está muriendo el periodista independiente, Guillermo Fariñas, reclamando mediante una huelga de hambre, casi suicida, su derecho y el de todos los cubanos al acceso a internet. ¡El derecho a informarse, a leer lo que se quiera, cuándo y cómo se quiera!
Es, además, una guerra incongruente porque en Cuba se han fundado las Bibliotecas Independientes precisamente porque la dictadura decide qué libros irán a los estantes de sus bibliotecas, y aplica la censura.
¿Aprendimos eso de los castristas? ¿Queremos eso para Miami? ¿Tendremos que fundar aquí también las Bibliotecas Independientes?
¡Confío que no!
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