México en mano de un enemigo
Por Guillermo I. Martínez
Diario Las Americas
Es posible que Estados Unidos muy pronto descubra lo que es tener a un gobierno verdaderamente hostil en su frontera sur. Todos aquellos periodistas y congresistas que se han quejado de lo poco que ha hecho el Presidente Mexicano Vicente Fox por mejorar la economía de su país y disuadir a sus compatriotas de cruzar la frontera ilegalmente, quizás en poco tiempo tengan que lidiar con la ingrata novedad de tener en el poder a alguien con estrechos vínculos con enemigos de Estados Unidos en la región.
De repente, Andrés Manuel López Obrador, el candidato populista mejor conocido como AMLO, por las iniciales de sus nombres y apellidos, ha tomado una pequeña ventaja sobre Felipe Calderón, el candidato oficialista. Los tres o cuatro puntos de diferencia en las encuestas de opinión no son imposibles de remontar, pero será difícil que Calderón los supere en menos de dos semanas, en un país en el que la gente tiene poco interés en la política. En este momento, toda la atención está centrada en cómo se desempeña la selección mexicana de fútbol en la ronda de calificación de la Copa Mundial.
Recapitulemos sobre lo que ha pasado en esta campaña. ¿Por qué la ventaja de cuatro o cinco puntos que llevaba Calderón se evaporaron casi de la noche a la mañana? Durante meses, Calderón se había presentado a sí mismo como el hombre de “las manos limpias”. Es uno de sus estribillos y, constantemente, cuando empieza sus apariciones públicas levanta ambas manos y las muestra para recordar a los votantes que es un político honesto.
Su autoproclamada honestidad no ha sido desvirtuada, pero AMLO ha capitalizado en una serie de documentos que sus asesores insisten que son pruebas de que el cuñado de Calderón, Diego Zavala, lucró enormemente con contratos de gobierno otorgados por la Secretaría de Energía, mientras Calderón era titular de esa cartera. Adicionalmente, AMLO ha acusado a Zavala de no haber pagado impuestos en casi 250 millones de dólares en ganancias derivadas de esos contratos.
En una campaña agresiva donde desde el principio han abundado los ataques, esta última ofensiva ha tenido un efecto negativo sobre Calderón. Lo mismo había ocurrido hace meses en contra de López Obrador, cuando los estrategas de Calderón divulgaron avisos que mostraban a colaboradores de AMLO, en vídeo, apostando millones de dólares en casinos de Las Vegas. El candidato populista también resultó afectado por anuncios que enfatizaban el supuesto respaldo del Presidente Venezolano Hugo Chávez.
El debate sobre inmigración en el Congreso de Estados Unidos y las críticas de legisladores republicanos y demócratas, así como la virulencia de comentaristas como Lou Dobbs de CNN y Bill O¨ Reilly de la cadena Fox no han ayudado a Calderón. Este aspecto, sin embargo, es un mero asterisco en esta elección.
El dilema de Calderón es qué hacer para convencer a sus conciudadanos que él no es otro político corrupto. Importa poco que muchos analistas insistan en que las acusaciones de AMLO no han sido verificadas y que López Obrador no tiene ninguna evidencia de que Calderón sea culpable de tráfico de influencias. En ninguno de los documentos entregados por el PRD, el partido de AMLO, consta la firma de Felipe Calderón.
Calderón, entonces, no solamente tiene que probar su inocencia, debe, además, demostrar que está limpio de cualquier sospecha. Esa es una tarea virtualmente imposible.
Los mexicanos saben perfectamente que muchos políticos son corruptos y tienen un alto grado de tolerancia con respecto a los funcionarios deshonestos. Pero cuando alguien se presenta como un político inmaculado, cualquier mancha sobre su reputación es difícil de remover.
A menos que ocurra algo inesperado en los próximos 10 días, los Estados Unidos sabrá lo que es tener a México en manos de un Presidente que es amigo de Chávez, Fidel Castro y Evo Morales. Los Estados Unidos, de pronto, caerán en cuenta de que dos de los cinco principales proveedores de petróleo son gobiernos que no son amigos. Nuestro gobierno tendrá que encarar el hecho de que la frontera sur- todavía libre de terroristas- se pueda convertir en una vía de acceso para los fundamentalistas que quieren matar a infieles. Uno no debe olvidar que Chávez tiene lazos cercanos con Irán y otros regímenes anti norteamericanos.
Quizá entonces, todos aquellos que han expresado su belicosidad contra los indocumentados mexicanos que vienen a Estados Unidos, se percaten de su error. Es posible que ese día entiendan que la política exterior del Presidente Bush con respecto a México es más coherente y más humana, una postura compartida por el Senado.
Hasta entonces, sólo nos queda esperar. Confiar que algo sorpresivo ocurra y que los mexicanos tomen conciencia de la importancia de su voto y rechacen a AMLO. Si no lo hacen, tanto mexicanos como estadounidenses tendrán que pagar las consecuencias.
Guillermo I. Martínez radica en el sur de la Florida.
- 23 de julio, 2015
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