Legalizar la Inmigración
Por Pablo Izquierdo Juárez
Diario Exterior
Promover la inmigración legal, aumentar el número de inmigrantes legales, Legalizar la inmigración. Es la mejor forma de combatir la inmigración ilegal. Es también la mejor forma de asegurar la dignidad de las personas y sus mejores condiciones de empleo en una democracia
No hace mucho que Gary S. Becker se preguntaba «¿es acaso justo e inteligente imponer controles estrictos a la inmigración legal, cuando se hace tan poco por contener la inmigración ilegal?». El propio Nóbel reconocía que «no hay muchas maneras de resolver esto» y aventuraba que la «mejor opción es aumentar substancialmente el número de inmigrantes legales».
En un breve y eficaz artículo, Becker desgranaba una suerte de recomendaciones a los gobiernos (el americano en este caso) que nacen del sentido común y de la más que probada receta de la libertad: «dar prioridad a los jóvenes con un compromiso a largo plazo con el país, dar prioridad a aquellos inmigrantes legales de países con los que se tiene un Tratado de Libre Comercio, ampliar la inmigración legal es más justo y eficiente que cumplir a medias las leyes contra los ilegales…»
Los datos probados aseguran las aseveraciones de Becker: la inmigración ilegal aumenta a pesar del incremento de recursos en el control de fronteras, los aprehendidos no son castigados, son devueltos y generan «coyotes» (mafias) a los que pagan para volver a intentarlo, pocos son detenidos… Finalmente, Becker constata esa grandeza y «debilidad» de la democracia: «No parece que las naciones democráticas estén dispuestas a castigar duramente a gente cuyo delito es querer venir trabajar…». Cada cierto tiempo, entonces, se producen amnistías (regularizaciones, en Europa), como consecuencia de ese sentimiento de «solidaridad» democrático y ante la probada incapacidad de los gobiernos para frenar la inmigración ilegal. Amnistías y regularizaciones que nada arreglan y provocarán el indeseado efecto llamada que hará que todo vuelva a empezar.
En España, Pedro Schwartz, hace algunos años –pocos-, constataba que nuestro país de ser un país de emigrantes se había convertido en un país de acogida. Cuando esto escribía la población extranjera reconocida no llagaba al 2,7 % del total. Hoy, apenas unos años después, es ya del 10 %. Entonces y ahora la población española comenzaba a percibir la inmigración ilegal como un problema. Hoy, junto al terrorismo y el empleo es ya la principal preocupación de los españoles.
¿Cómo frenar la inmigración ilegal?. Schwartz, desde la certeza de que los países que envían a sus habitantes a trabajar al extranjero se enriquecen y que la inmigración no sería un alud si los países elevaran su nivel de vida, afirma que las limitaciones al comercio internacional son un acicate a las migraciones y que el comercio es sustitutivo de la inmigración: » Si en vez de proteger los países ricos a sus improductivos grupos de presión, como nosotros (Europa) al sector agrícola, si en vez de empeñarse los pobres en encarecer sus importaciones, se liberase el comercio, rápidamente aumentarían las posibilidades de sobrevivir en las regiones exportadores de mano de obra».
Pedro Scwartz pensaba entonces, que la inmigración creciente en Europa y particularmente en España iba a tener repercusiones en la sociedades de acogida sobre tres aspectos fundamentales: las formas de vida, la delincuencia y el sistema de Seguridad Social. Para la primera cuestión el límite a la integración estaría marcado por el más estricto respeto a los Derechos Humanos, sobre la delincuencia: «Tolerancia Cero» y ya constataba que muchos vendrían a aprovecharse de un sistema de dudosa viabilidad añadiendo incertidumbres a su futuro. Schwartz, como otros muchos, piensa que hay que establecer políticas públicas que dejen claro quien quiere contribuir a la riqueza con su trabajo y quien quiere integrarse.
Pocos años después, muy pocos, habría que concluir que si la inmigración en Europa ha pasado de ser un fenómeno a ser un problema vinculado al insuficiente crecimiento económico (al menos de los países que se consideran locomotoras de la Unión como Francia y Alemania), la seguridad, el terrorismo y la delincuencia, poco o nada se ha avanzado en promover políticas públicas que hayan fortalecido y ampliado la inmigración legal como proponía Bécquer o la libertad de comercio o el libre flujo de bienes, servicios y capital humano.
Que el propio Schwartz advirtiera, que la supresión de fronteras en Europa mediante el tratado de Schenghen, no era una buena idea, parece algo más que una intuición si consideramos hechos: Los atentados terroristas de Madrid y Londres, el aumento creciente de la inmigración ilegal y como consecuencia el de las mafias, el tráfico de seres humanos, la inseguridad o los disturbios recientes de Francia…
Con Gary S. Becker y Pedro Schwartz he querido repasar las cuestiones principales que afectan hoy a la cuestión migratoria. Intentar aunque sea modestamente un suerte de propuesta de políticas públicas sería muy pretencioso. Sin embargo, parece claro que hay, fundamentalmente dos formas de enfrentar la cuestión. Siempre y en casi todo hay dos formas de entender la política y hasta la vida. Desde la opción de la libertad individual y el derecho a la libre elección individual o desde la opción que propugna un pensamiento dogmático y único que debe ser aceptado y promovido desde el poder para procurar –dicen- el «bien» y la felicidad de los individuos.
Promover la inmigración legal, aumentar el número de inmigrantes legales, Legalizar la inmigración. Es la mejor forma de combatir la inmigración ilegal. Es también la mejor forma de asegurar la dignidad de las personas y sus mejores condiciones de empleo en una democracia. Es también la mejor manera de asegurar al Estado ingresos para costear los gastos de apoyo a la educación y a la salud.
Insistir en políticas parciales que no han sido eficaces llevará a los mismos y peores resultados: ingentes recursos públicos para el control económico de las fronteras, amnistías y regularizaciones cíclicas, leyes temporales para permisos temporales, entender la integración como el resultado de costosas políticas públicas de ayudas y subsidios. Políticas de reagrupamiento familiar sancionadas por leyes mal llamadas integradoras, que se evitaría permitiendo la libre circulación de las personas en y desde la legalidad. Legalizar la imigración mejoraría la seguridad y ayudaría a focalizar los recursos públicos más eficazmente contra el terrorismo internacional.
Occidente necesita una suerte de reformas estructurales, sustanciales que aseguren la supervivencia de las bases y principios de la democracia liberal, basada en la libertad de las personas y en la libre circulación de bienes, servicios y capital humano. Lo que no significa la supresión de las fronteras nacionales y el «papeles para todos» que propugna una izquierda socializadora con vocación permanente de internacionalizar el disparate, el odio y el rencor de quienes siguen pensando que la riqueza no se crea, solo está mal distribuida y conviene una suerte de equidad en la pobreza para todos. Teoría que lejos de haberse extinguido con la caída del Muro, es aun más vigorosa en la disyuntiva falaz e interesada del Norte rico y el Sur pobre.
Occidente necesita recomponer con urgencia el marco de las relaciones internacionales. La libertad de migración ayudaría más que la costosa ayuda pública a los países pobres. El sistema internacional de ayuda es una suerte de monstruo burocrático multilateral que se alimenta a si mismo y de probada ineficacia. Ahora los burócratas de naciones unidas y entidades financieras internacionales han descubierto que las remesas de los emigrantes son más eficaces para el desarrollo que la ayuda pública. Pero siguen propugnado que la prioridad de la ayuda internacional o la cooperación debe ser la de satisfacer las necesidades básicas de los pobres, evitando que sus gobiernos tengan el menor sentido de la responsabilidad en el ejercicio del gobierno. Así puede entenderse también el avance del populismo socializante en América Latina y el desprestigio de la democracia representativa y liberal.
Occidente necesita reafirmar sus valores y principios morales basados en los derechos Humanos, el pluralismo político, la libertad y el respeto a la Ley y el estado de Derecho. Los extranjeros en cualquier parte no pueden ser discriminados ni a favor ni en contra. Europa particularmente camina por mor de la infección multiculturalista a sancionar legalmente la tribu, el ghetto, el derecho histórico, el lenguaje propio y excluyente, donde los derechos de ciudadanía son sustituidos por los derechos de las ciudadanías en una efusivo culto a la falsas pluralidades que destruirán la sociedad abierta. En Europa reverdecen nacionalismos excluyentes que causaron dos grandes guerras, los problemas de los emigrantes de segunda generación y sus demandas al reconocimiento normativo de sus peculiaridades ampliamente fomentadas por los poderes públicos son ahora un elemento de exclusión, un obstáculo a la integración y una fuente de conflictos.
En España, ha fallado estrepitosamente la última regularización masiva. Ahora, parece que los inmigrantes ilegales son todavía más numerosos. No tenía mala intención. Se basaba fundamentalmente en la legalización condicionada al contrato de trabajo. Pero ninguna reforma se hizo sobre un mercado laboral encorsetado y las modalidades de empleo vigentes para facilitar la contratación. En España para cientos de miles de inmigrantes es hoy más rentable trabajar por horas y no tener papeles. Y esto no es ya un problema del empleador, es un problema del gobierno y de los que se llaman agentes sociales. En España tenemos ya los mismos problemas que tienen en el resto de Europa.
Pablo Izquierdo, es presidente de la Fundación Iberoamerica Europa.
- 23 de julio, 2015
- 13 de mayo, 2025
- 12 de mayo, 2025
- 18 de abril, 2025
Artículo de blog relacionados
El Nuevo Herald El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, puede no haber...
26 de mayo, 2013- 19 de noviembre, 2023
The Wall Street Journal Americas Hace 80 años, Ralph Heilman, el decano de...
26 de marzo, 2014Por Leopoldo Puchi Correo del Caroní A propósito de la grave crisis de...
28 de septiembre, 2008