¿Puede Hamas permanecer en el poder?
Por Shlomo Avineri
Diario Las Americas
La escalada en las relaciones palestino-israelíes ha rebasado la confrontación militar ahora que una tercera parte del gobierno palestino encabezado por Hamas está arrestado en Israel. Ha surgido una pregunta mucho más fundamental: ¿puede un gobierno palestino que basa su autoridad en un acuerdo con Israel permanecer en el poder cuando está encabezado por una organización comprometida con la destrucción de Israel?
El secuestro de un soldado israelí en la Franja de Gaza, así como el secuestro y posterior asesinato de un civil israelí de 18 años en Cisjordania han puesto en primer plano esa pregunta que se ha planteado sobre las relaciones palestino-israelíes desde que Hamas ganó las elecciones parlamentarias en enero.
La comunidad internacional, encabezada por el Cuarteto (Estados Unidos, la Unión Europea, Naciones Unidas y Rusia) ha puesto tres condiciones al gobierno de Hamas si quiere lograr la legitimidad internacional y que se le siga apoyando financieramente. Hamas debe reconocer el derecho de Israel a existir, poner fin a todas las actividades terroristas y comprometerse a aplicar todos los acuerdos internacionales previos firmados por la Autoridad Palestina. Para Hamas, sin embargo, esas condiciones parecen socavar su misma razón de ser.
Después de todo, se trata de una organización empeñada en la destrucción de Israel –sus documentos básicos llaman a una guerra santa contra todos los judíos—y el establecimiento de un Estado islámico en toda la Palestina histórica. Hamas considera que los judíos (junto con los masones y otras organizaciones nefastas como los Rotarios y el Club de Leones) son responsables de las revoluciones francesa y bolchevique y de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Así, no es sorprendente que Hamas haya rechazado las condiciones del Cuarteto.
Al mismo tiempo, el Presidente palestino, Mahmoud Abbas (Abu Mazen), quien representa a Fatah y quien perdió las elecciones de enero, ha intentado en vano encontrar puntos comunes con Hamas mediante un texto ambiguo conocido como “El Documento del Prisionero”. Se buscaba que ese documento sirviera como una aceptación implícita del derecho de Israel a existir. Pero nada de eso aparece en el texto truncado que Hamas aprobó. Al contrario, el texto legitima los continuos ataques contra los civiles israelíes en Cisjordania, lo que lo hace inaceptable para Israel – y para la comunidad internacional.
Pero la crisis actual no se puede resolver sólo con palabras. Uno de los resultados paradójicos de la fe casi mesiánica de los Estados Unidos en las elecciones como panacea para todos los males del Medio Oriente es que Hamas –ganador de unas elecciones democráticas—ha conseguido un grado de legitimidad que nunca antes había tenido. Por el otro lado, la historia y la conducta actual de Hamas indican claramente que considera las elecciones simplemente como una herramienta política y que no tiene ningún compromiso con las normas y valores subyacentes de la democracia.
Vienen a la mente los regímenes fascistas y comunistas del pasado, que siguieron un enfoque instrumentalista de la democracia similar. Con todo, al mismo tiempo Estados Unidos apoya a Abu Mazen tratando de minar el gobierno de Hamas y proyectando así una sombra sobre la credibilidad de su propio compromiso con la democracia.
La violencia actual puede crecer más y podría derribar al gobierno de Hamas. Por otro lado, la vía diplomática puede lograr la liberación del soldado israelí y detener el lanzamiento de cohetes Qassam desde Gaza hacia Israel –un acontecimiento cotidiano que ha desafiado la credibilidad del nuevo gobierno israelí del Primer Ministro Ehud Olmert.
Pero el problema fundamental es que, hasta ahora, en cada coyuntura histórica, los palestinos se han rehusado a aceptar una solución y consecuentemente han fracasado en la creación de su Estado-nación.
En 1947 rechazaron el plan de partición de Naciones Unidas que proponía el establecimiento de dos Estados en la Palestina británica. En 1993, después de los Acuerdos de Oslo, la Autoridad Palestina que estableció Yaser Arafat se convirtió en otro régimen militarizado autoritario muy similar al de Siria y Egipto, y no hizo nada para acabar con el sufrimiento de los refugiados palestinos. Fue este fracaso lo que llevó a Hamas al poder.
La crisis actual es obviamente la primera prueba seria para Olmert y sus planes para un futuro retiro de los territorios ocupados por Israel. Pero es incluso una prueba mayor para los palestinos: ¿nuevamente serán llevados hacia otra catástrofe nacional por un liderazgo fanático y radical? ¿O finalmente se darán cuenta de que hay un futuro de independencia, soberanía y dignidad para ellos – pero únicamente si conceden lo que los israelíes justamente exigen para sí mismos?
La comunidad internacional puede presionar a los palestinos para que tomen una decisión. Pero esa decisión, y sus costos morales, siguen en manos de los palestinos exclusivamente.
Shlomo Avineri, ex Director General del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, es profesor de ciencias políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Copyright: Project Syndicate, 2006.
www.project-syndicate.org
Traducción de Kena Nequiz
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