Venezuela cambiará el equilibrio del Mercosur
Por Mónica Hirst
Clarín
El jueves, en la Cumbre de Córdoba, los integrantes del Mercosur aprobarán el ingreso de Venezuela como socio pleno. Conviene descartar miradas ideologizadas y hacer un balance sereno de lo que el hecho implica.
La transformación de Venezuela en socio pleno del Mercosur a partir de la próxima Cumbre de Córdoba se está tornando una nueva fuente de politización tanto dentro como fuera del bloque. Se trata de un punto de inflexión en un proceso de asociación que completó 15 años y que ha revelado un mayor número de fracasos que de éxitos tanto con respecto a sus metas intra como extra regionales.
Las implicancias de la decisión del ingreso de Venezuela para la vida cotidiana del Mercosur son innegables.
En primer lugar, se alterará su geometría interestatal ya que representará el fin de la dominación del eje Brasilia-Buenos Aires. Si bien amplía el PBI del Mercosur en apenas 7,7%, el nuevo socio cuenta con la carta energética que le asegura un poder de agenda considerable, garantizado por un tejido de negociaciones ya iniciadas con la mayoría de los países del bloque. De hecho, en las últimas décadas, los acuerdos de los dos socios mayores estuvieron por debajo de las expectativas creadas por ellos mismos, ya sea en lo que se refiere a la promoción de una receta institucional modesta más eficaz, de una política subregional de desarrollo sustentable y/o de un liderazgo político que ofreciese ventajas reales para los países de menor peso relativo.
En este último caso, el balance es de lejos el más comprometido. La transformación de la divergencia entre Argentina y Uruguay con respecto a las papeleras en un tema de máxima visibilidad de la política exterior argentina y la insatisfacción crónica de Paraguay con Brasil dificultan la identificación de un interés común entre los primeros firmantes del Tratado de Asunción.
Con respecto a las negociaciones externas, el argumento más escuchado desde el fracaso de la Cumbre Hemisférica de Mar del Plata (diciembre-2005) es que la presencia de Venezuela en el Mercosur significará el entierro definitivo del ALCA. Pero esta afirmación podría ser invertida. ¿No habrá sido el distanciamiento de Brasil y del Mercosur del ALCA un factor que favoreció el ingreso de Venezuela al bloque? ¿No fue el avance de las negociaciones de miembros de la CAN (Comunidad Andina) con los Estados Unidos las que llevaron a Caracas a abandonar el Grupo Andino?
Ejercicios de este tipo son útiles para relativizar los excesos ideológicos que suscitan estos temas. Esta sobrecarga parece estar relacionada con una frustración acumulada durante 12 años por los segmentos de las elites brasileña, argentina y uruguaya que siempre han preferido un entendimiento con Estados Unidos, sacrificando demandas de reciprocidad en la consolidación del Mercosur como Unión Aduanera bajo el liderazgo de Brasil. Se sabe ya que la falta de solidez de ambas opciones las convirtieron en especulaciones vacías.
Pero constataciones realistas no impiden que se prenda el fósforo de la ideologización en las vísperas de la reunión de Córdoba. Es importante tener en cuenta que este tipo de politización favorece la visión y el discurso de muchos segmentos en Washington y en las capitales sudamericanas que consideran el ingreso de Venezuela en el Mercosur como una señal más de «desintegración» de la región. Conviven ponderaciones desencantadas apoyadas en las tendencias económicas dominantes de la región, con consideraciones aprehensivas de que el populismo chavista derrame sus sentimientos antiamericanos por el Cono Sur. Se sustenta que la región abandonó el camino de la regionalización, optando por los beneficios ofrecidos por la bonanza del mercado internacional de commodities.
El ocaso de la Comunidad Andina y la crisis crónica del Mercosur han contribuido a desalentar los esfuerzos de reactivación de proyectos que apuesten por mercados integrados, políticas comunes de inversión y cadenas productivas regionalizadas. Al mismo tiempo, ese mismo segmento percibe la ampliación del Mercosur como un triunfo de Hugo Chávez en su confrontación con los Estados Unidos evaluando la presencia del nuevo socio como un hecho político por excelencia.
En cuanto a este punto no hay discusión. Sin embargo, conviene otra vez invertir el razonamiento. ¿No tendrá el Mercosur que incorporar a Venezuela para buscar evitar que Washington extrapole su conflictividad con el gobernante bolivariano?
Los riesgos para Brasil y Argentina de que sus negociaciones energéticas —en las cuales Bolivia también está adquiriendo un papel destacado— sean subordinadas a una escalada Washington-Caracas representaría para ambos una grave pérdida de soberanía. Tal vez este hecho constituya un estímulo más duradero para una acción coordenada entre Brasilia y Buenos Aires que la integración económica.
Todas estas conjeturas refuerzan la idea de que el ingreso de Venezuela al Mercosur cambiará el metabolismo de la asociación subregional. Frente a la incertidumbre de cómo se dará este cambio, dos últimas preguntas se imponen:
¿Cómo conseguir que este nuevo sentido instrumental no anule la dimensión funcional precaria pero aún vigente en el Mercosur?
¿Cómo garantizar que valiosos atributos estratégicos —alimentados por la abundancia de recursos energéticos— no se sobrepongan a sus virtudes políticas, basadas hasta hoy en la comunión de valores democráticos?
La autora es Profesora de Relaciones Internacionales , Universidad Di Tella
- 23 de julio, 2015
- 13 de mayo, 2025
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- 18 de abril, 2025
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