El suicida como arma del terrorismo
Por Rosendo Fraga
Nueva Mayoría
Al cumplirse un mes del inicio de la ofensiva israelí en el Líbano, como respuesta a los ataques de Hezbollah, se hace evidente el dilema que plantea la lucha contra el terrorismo: en el corto plazo se impone la necesidad de la acción militar, pero el uso de ella puede derrumbar los éxitos que la primera genera. A su vez el frustrado atentado en los aeropuertos británicos, muestra que éxitos que pueden ocurrir en el Líbano, pueden aumentar los riesgos en otras partes del mundo.
Dicha organización terrorista, viene mostrando más capacidad militar que la esperada, con la red de túneles que protegen a sus integrantes y les permiten desaparecer y emerger sorpresivamente como hacía el Vietcong, el lanzamiento de miles de misiles de corto alcance que podrían convertirse de mediano alcance en las próximas semanas y el comienzo de la utilización de armas de moderna tecnología como son los aviones sin piloto.
Estos hechos confirman que si no se emprendía una acción militar para neutralizar a Hezbollah, ya sea la llevara a cabo el ejército libanés, el israelí, una fuerza multinacional o una combinación de ellos, la organización iba camino a tener la capacidad militar no sólo de dañar gravemente a Israel, sino también de desestabilizar el Medio Oriente.
Desde esta perspectiva, postergar una respuesta militar, implicaba darle al terrorismo la ventaja de acumular capacidad para destruir con mayor eficacia.
Pero en el mundo moderno, dominado por los medios de comunicación, la imagen y los sondeos de opinión, una acción militar eficaz puede terminar generando costos políticos graves y a veces hasta irreversibles, al estilo de lo que ha sufrido Estados Unidos con los abusos en las prisiones iraquíes.
El ejército israelí puede haber sido eficaz en destruir una posición de Hezbollah, pero si por un daño colateral no querido, la imagen del cadáver de un niño muerto por error, circula por el mundo y en particular genera odio en el mundo musulmán, el éxito militar puede trasformarse en grave derrota política.
La novedad que aporta el terrorismo fundamentalista de raíz musulmana, es que quien se suicida en la guerra santa, alcanzará el cielo eterno. Cada vez es mayor el porcentaje de musulmanes -aunque sean una extrema minoría- dispuestos a suicidarse en esta guerra y ellos se cuentan por centenares de miles.
La pregunta es si los éxitos militares no pueden terminar multiplicando las vocaciones suicidas, que en realidad son el arma más temible y mortífera de los terroristas fundamentalistas.
Es que la combinación de las armas de destrucción masiva, con la población total como blanco y el accionar de los terroristas suicidas, plantean una amenaza sin precedentes.
Por esta razón, en una acción militar sobre Hezbollah no sólo debe preguntarse cuántos terroristas aniquila, sino también cuántos nuevos suicidas pueden estar generando. Visto en esta perspectiva, a los países y los organismos internacionales que deben buscar una solución que reestablezca la paz, deben sumarse las religiones y sus ministros, los que pueden jugar un rol muy importante para lograrlo.
Es que aunque no aparezca una relación directa, el frustrado atentado de Londres, confirma que el suicida es en realidad el arma más poderosa con la cual cuenta el terrorismo fundamentalista.
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