Va de precios y no de tasas
Por Fernando González Urbaneja
ABC
Los gobiernos aman los impuestos, tienen hambre del dinero de los demás. Siempre con la excusa de buscar el bien de los ciudadanos y atender sus necesidades. Por eso conviene andar alerta y no dejarse embaucar. Los impuestos suben con la excusa de evitar la pobreza (se combate de otra forma), de mejorar la educación y la sanidad públicas y también para la seguridad de la personas y los bienes. Por ejemplo la seguridad de los aeropuertos, cuestionada ahora por la amenaza del terrorismo más sanguinario.
Las medidas de seguridad en los aeropuertos requieren recursos técnicos y humanos que tienen costes y, sobre todo, crecientes incomodidades para los usuarios. Viajar en avión vuelve a ser una aventura que requiere preparación especial, tiempo, evitar metales y efectos sospechosos, disponer de inequívoca identificación… Para las compañías aéreas el negocio se complica, es lógico pensar que eso incidirá en la demanda y en el crecimiento del negocio y que los costes de gestión de los aeropuertos serán más altos.
De eso a establecer nuevas tasas por el servicio de seguridad va un abismo. Ya existen tasas aeroportuarias justificadas por la prestación del servicio, en general herederas de los viejos monopolios de gestión de aeropuertos. Esas tasas deberían decaer y dar espacio a un sistema normal de precios, precios competitivos en aeropuertos competitivos. Marear a los clientes de las líneas aéreas con tasas añadidas al precio de su billete ni es eficaz ni contribuye a la transparencia. Cuando un cliente compra un billete compra el servicio completo, el desplazamiento, con todos los gastos, desde origen a destino.
A la vista de la expansión registrada por el transporte aéreo algunos gobiernos han detectado que los billetes de avión son un buen soporte para camuflar impuestos con los que obtener sustanciosas recaudaciones. La tarifa eléctrica, el litro de gasolina, la cajetilla de tabaco, son portaviones que alojan impuestos poco visibles, siempre forzosos y también muy jugosos para el recaudador.
Las tarifas aéreas son complejas, exigen habilidad para alcanzar el óptimo, tienen muy en cuenta el complejo azar del mercado y en términos generales, funcionan bien, sobre todo en trayectos bendecidos por la competencia. Desnaturalizar esas tarifas con tasas y recargos coyunturales puede ser un error que hará más difícil la gestión de un negocio suficientemente complicado en estos momentos.
Antes de caer en esa tentación de recaudadores avaros, conviene revisar las lecciones básicas sobre precios de los buenos manuales de teoría económica. Precios competitivos y no tasas coactivas.
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