Rectificar al reves
Por Domingo Fontiveros
Analítica
Este gobierno interviene en la economía con fines políticos, no para corregir problemas, y por carecer de solidez teórica en su modelo de decisión, la formulación de políticas es disparatada. Sus efectos, en lugar de fortalecer, vienen debilitando la base popular de apoyo al régimen. Lo cual no sería de lamentar, excepto que en el camino se destruye buena parte de las pocas instituciones que servían para el desarrollo, se acumula un sideral desorden gerencial, fiscal y monetario, se gesta un peligroso proceso inflacionario y se incurre en un desgraciado desperdicio de recursos humanos y materiales. El nuestro es un caso extremo de estupidez en el manejo de los asuntos económicos.
Lo estúpido en este contexto lo definió el economista Carlo Cipolla como la conducta que daña a los demás sin obtener nada a cambio o incluso en propio perjuicio. Una política económica es estúpida, así, si produce daño para la colectividad y para el mismo gobierno que la aplica. Un ejemplo histórico de estupidez económica ocurrió en la antigua Roma, cuando el César creyó que “se la comía” rebajando en secreto el contenido de oro y plata de las monedas para pagar sus ejércitos; la gente descubrió el engaño, y el resultado fue una enorme inflación que contribuyó a la ulterior caída del imperio. En esta operación, quienes gobernaban allá, fueron sin duda estúpidos.
Hoy las cosas son más sutiles, no menos estólidas. Quitarle reservas internacionales al Banco Central para financiar gasto público equivale al truco romano de reducir el contenido de metal precioso en su moneda.
Ahora como entonces, el alza inflacionaria es inevitable. Es dudoso que el gobierno quiera, en verdad, continuar su “fiera” lucha contra la inflación porque a pesar del cambio ministerial, entre las primeras resoluciones de año nuevo, salió la perla de continuar extrayendo divisas del BCV, utilizando en forma espúrea una noción pulperil de reservas excedentarias. China, por ejemplo, posee 1,5 billones de dólares en reservas internacionales, más que ningún otro país, y a su Banco Central ni se le ocurre entregarlas al gobierno a cambio de nada, como se hace aquí en forma reiterativa desde hace varios años.
En materia económica el gobierno ni aprende ni quiere aprender. Volvió a desactivar el mecanismo de ahorro de divisas a través del FEM, en contra de la más elemental norma de estabilización, para continuar el gasto torrencial con todo lo que produzca el petróleo a $80 por barril y más, despreciando el impacto inflacionario inmediato y los superiores intereses de generaciones futuras, cuyo bienestar dependerá de los ahorros de ahora para cuando el ingreso petrolero falle. Se restringe el flujo comercial desde Colombia, que ha sido clave para aminorar el desabastecimiento interno. Se refuerza la normativa estalinista en materia cambiaria y se amenaza aumentar la represión contra los circuitos económicos. Entre otras menudencias.
Esta mal llamada rectificación no es sino contumacia en el error. La pérdida de rumbo es patética, en medio de dificultades inflacionarias y de escasez que luce van a ser mayores. En lugar de procesar los errores, el gobierno sigue reclamando más poderes, por encima de la voluntad del pueblo, demostrando una tenacidad tan infinita como contraproducente.
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