El desastre fiscal de los Kirchner
Por José Luis Espert
La Nación
EL congelamiento del gasto público nominal que decidió Eduardo Duhalde en 2002 y el ahorro de parte del aumento de los impuestos que traía la recuperación económica de 2003-2004 lograron una importante mejora fiscal de un 5,8% del producto bruto interno (PBI). Esta cifra sólo es superada en el último medio siglo por el 7,9% del PBI de 1977, posterior al ajuste del Rodrigazo de 1975. Sin embargo, existe una diferencia cualitativa que favorece al modelo productivo que puso al sector público en superávit (el 3,7% del PBI en 2004), mientras que en los años 70 simplemente se redujo el déficit fiscal.
Pero lo que siguió desde 2005 sí era conocido a la luz de nuestra historia: un deterioro de un 4,3% del PBI, hasta alcanzar un déficit fiscal de 0,6% del PBI en 2007. Esta caída es el resultado de un fuerte aumento del gasto que genera más presión inflacionaria: el corriente sin intereses, que pasó de crecer a una tasa de un 19,6% anual en 2003-2006 a otra de un 46,7% en 2007 y una delirante de un 41,8% en los primeros cinco meses de 2008. Adicionalmente, se deben «limpiar» $ 7814 millones de los ingresos fiscales de 2007, es decir, aproximadamente el 1% del PBI por la absurda contabilización como ingresos corrientes de los traspasos de activos de las AFJP a la Anses, luego de la contrarreforma previsional de febrero del año pasado.
Una forma de comprobar cuán mentirosos son los resultados publicados por el Gobierno es mediante una medición de las variaciones netas de activos y pasivos del sector público. Por ejemplo, en el caso de la Nación, el resultado fiscal después del pago de intereses por debajo de la línea en 2007 (sólo como el ejemplo más reciente) fue de 0, cuando la Casa Rosada informó un superávit de 9300 millones de pesos.
La deuda pública se encuentra hoy en los mismos niveles nominales (US$ 145.000 millones) y como porcentaje del PBI (55%) que los del fatídico mes de diciembre de 2001 (incluso restándoles, como hace el Gobierno, los más de US$ 28.000 millones de holdouts equivalentes al 10% del PBI). Adicionalmente, crece a una tasa aproximadamente igual a la cual lo hacía en la convertibilidad: 7300 millones de dólares en promedio por año desde el canje de marzo de 2005 por el CER, la devaluación del dólar en el mundo y otras emisiones que sí son déficit, frente a US$ 7700 millones en los 90 por culpa del desastre fiscal que hacía la dupla Carlos Menem y Domingo Cavallo.
Existe una mejoría en lo que respecta a su vida promedio (hoy 16,6 años frente a 7,3 años en diciembre de 2001), aunque si se considera el ritmo al cual se acortó desde el canje de marzo de 2005 al ultimo dato disponible del cuarto trimestre de 2007, en cinco o seis años alcanzaríamos igual promedio que el que tuvo la convertibilidad. La tasa promedio es inferior (el 3,7% frente al 7,8) y la proporción expresada en moneda nacional también se incrementó significativamente (el 47,2% frente al 3,2). Pero el deterioro de las cuentas fiscales desde 2005, el default que implica el dibujo de la inflación y el incierto contexto internacional están llevando al Gobierno a endeudarse a tasas crecientes, como lo demuestra la última colocación de Boden 2015 por suscripción directa a Venezuela, donde la tasa superó el 12,9%, cuando se había pagado por igual bono 10,6% en agosto pasado y el 8% en febrero de 2007. Entre fines de 2001 y principios de 2002, la deuda pública se redujo en US$ 30.472 millones por la pesificación. En 2005, disminuyó producto de la reestructuración y el dar de baja 23.381 millones de dólares en bonos pertenecientes a aquellos que no aceptaron el canje. La contracción por el canje totalizó US$ 56.692 millones. Se ha cancelado deuda con los organismos internacionales entre 2002 y 2007 por US$ 20.268 millones. En resumen, la deuda del Tesoro Nacional (la de las provincias es un dibujo «impresionista») se contrajo por US$ 107.433 millones entre diciembre de 2001 y diciembre de 2007.
Cabe preguntarse entonces, ¿cómo es posible que el stock de deuda pública sea el mismo hoy que en el momento de declarar el default? Sucede que ciertas «reducciones de deuda» son más ficticias que reales. Por ejemplo, el gobierno pesificó la deuda pública interna, pero luego emitió bonos compensatorios a bancos y ahorristas por US$ 27.537 millones. La cancelación con el Fondo (9530 millones), en realidad fue a su vez un aumento de deuda con el Banco Central. Luego, el ajuste por CER, el tipo de cambio y la capitalización de intereses incrementaron el pasivo público nacional en US$ 48.805 millones. También, el Tesoro les pidió prestados fondos tanto al BCRA (adelantos transitorios por US$ 6891 millones), como a otros organismos descentralizados (letras del tesoro por US$ 2074 millones) e incluso colocó un pagaré al Ministerio del Interior por US$ 1572 millones.
Finalmente, al agregar los Bogar y los Bocones, nos encontramos con que existieron alzas por un total de US$ 108.478 millones, bien cerca de los 107.433 millones de bajas mencionadas más arriba. Por eso la deuda pública no varió nada respecto de la de fines de 2001 a pesar del mentiroso marketing oficial del «desendeudamiento».
Líderes populistas
Si bien resulta extravagante, podría entenderse en líderes populistas algo anticuados como los Kirchner, a los que les fascina quedar aislados del mundo para después culparlo de nuestras desventuras, que hayan evaporado el crédito externo entre defaults y reestructuraciones salvajes para luego emitir deuda interna por un monto equivalente (al dejar intacto el nivel de la deuda pública total) y salvar así a bancos, banqueros amigos, ahorristas y provincias para que el país no se incendiara más de lo que ya ocurría entre 2001 y 2002.
Pero es imperdonable que la deuda no haya caído de manera grosera a través de cancelaciones con superávit fiscal. Cuando termine 2008 y después de seis años de gobierno, los Kirchner habrán contado con un aumento de la recaudación de $ 250.000 millones o el 10% del PBI, que se lo habrán gastado casi en su totalidad (los datos de los primeros cinco meses de 2008 son contundentes en este sentido) en clientelismo, amiguismo y corruptelas, porque el superávit fiscal, sin las mentiras del Palacio de Hacienda, será de un paupérrimo 1% del PBI.
Esto es gravísimo si se tiene en cuenta que la casi inexistencia de superávit en las cuentas públicas ocurre cuando la presión impositiva sobre los que están en blanco ya es expropiatoria (el 50% del PBI), la más alta de nuestra historia y supera al promedio de los países ricos del G7 (todo un disparate dado que somos un país pobre). Además, economía comenzó a desacelerarse luego de seis años de crecimiento económico ininterrumpido a tasas altas y los precios de nuestras exportaciones siguen siendo altísimos en términos históricos a pesar de la caída que han tenido en 2008.
No en vano ya hay dudas de que la Argentina pueda seguir pagando con comodidad la deuda de acá a 2011.
El autor es economista y director de la consultora Espert.
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