Argentina: Sentido del 9 de Julio
Por Carlos R. Buscemi
Diario de Cuyo
Remontarse al 9 de Julio de 1816 no es una tarea sencilla; transcurrieron 192 años desde esa histórica gesta. Introducirse en esa fecha exige el esfuerzo no tan sólo de ubicarse en aquella época sino, además, pensar de la misma manera que aquellos hombres que hicieron grande nuestra patria. Porque si en el año 1810 la patria nació bajo el principio rector de nuestros próceres de construir la Nación, seis años después, en 1816, las circunstancias de la política, siempre dinámica, habían cambiado sustancialmente.
De manera que para juzgar imparcialmente y en su justa medida hechos que acontecieron hace más de 190 años y no caer en corrientes historiográficas que podrían desvirtuar lo acontecido, es necesario conocer en profundidad no solamente la situación imperante en el lugar en que se realizaron, sino también en el exterior. Es decir, trasladarnos a través del tiempo a esos años y no traer dichos acontecimientos a nuestro días. De esta manera y en este caso en particular, comprenderemos en toda su magnitud este 9 de Julio que hoy nos convoca. En Europa la situación política imperante había sufrido modificaciones que hicieron variar los acontecimientos durante los primeros meses de 1814.
Con la vuelta de Fernando VII al trono de España y la abdicación de Napoleón, se desvanecían los sueños fundados en la renovación de las instituciones políticas, por obra del imperio liberal que alentaban muchos de nuestros patriotas y desaparecía también la causa confesada de la revolución americana, combinación de lealtad a la corona y la resistencia a seguir la suerte de la península. Por otra parte, en el país, la renuncia de Alvear arrastró la disolución de la Asamblea del año XIII, que fue liquidada formalmente por el Cabildo de Buenos Aires el 15 de abril de 1815.
Así las cosas, la Provincias Unidas quedaron sin gobierno: la Asamblea fue disuelta y el director renunció. Por ese motivo, el Cabildo de Buenos Aires reasumió la autoridad soberana que esgrimía desde 1810. Con estos antecedentes inmediatamente en el tiempo, el Congreso de Tucumán debía iniciar sus sesiones en los momentos más críticos y amenazadores para la suerte de los revolucionarios americanos. Los principales focos rebeldes, desde México hasta el Sur, iban cayendo en forma sucesiva bajo la presión de las armas realistas. También la presencia de los españoles en Chile constituía un peligro cada vez mayor para las autoridades de las naciones unidas, mientras que en Europa, el eclipse de Napoleón permitía que España centrara toda su atención en las colonias americanas. También en el orden interno era manifiesto el distanciamiento de algunas provincias, de las autoridades de Buenos Aires.
Digamos que, en aquel momento, las Provincias Unidas transitaban un oscuro panorama, potenciado por la paralización del comercio con el Norte y con Chile, los continuos asaltos y robos, y las pesadas contribuciones que en general sufría el interior, que mostraba una difícil situación económica. Con todo ese clima, el 24 de mayo de 1816, el célebre Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sur América. El 9 de Julio de 1816 se presentó como “primer asunto”, el de la Libertad e Independencia, moción que fue aprobada. Hay que tener en cuenta que esta declaración otorgaba estado legal a una situación de hecho ya existente y que respondía al generalizado anhelo de los pueblos. Ello muestra también el cambio de espíritu provocado por la restauración española en el énfasis con que se hablaba en América y los americanos, por oposición de los europeos.
De esta manera, la guerra, iniciada como una simple discordia civil, se transformó en una lucha continentalmente americana. Nadie podrá hoy, a 192 años del Congreso de Tucumán, negar que su influencia fue fundamental para establecer un nuevo concepto en materia de libertad e independencia, que nos permitió desprendernos en forma paulatina de la dependencia española, y dio un paso hacia la formación de una identidad particular no tan sólo en el continente sino en nuestro propio país. También debe reconocerse que el Congreso de Tucumán significó, en aquel momento, la aproximación hacia una de las primeras nociones acerca del federalismo, un tema que resultaría fundamental para todas las provincias a partir de allí e incluso algunos años después, y que, lamentablemente en nuestro país desandaría una historia que estuvo signada por grandes enfrentamientos y desencuentros.
El 9 de Julio de 1816, consecuencia de la Revolución de Mayo, fue americana en su trascendencia y humana en sus fines. Proclamó e hizo efectivos los derechos de la libertad política, intelectual y comercial, y afianzó los principios de la igualdad de los hombres ante la ley.
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