Relato del cautiverio
Por Hernando Salazar
BBC Mundo
Bogotá – Tras ocho años de secuestro en las selvas del noroeste de Colombia, el ex legislador Óscar Tulio Lizcano relató cómo hizo para no enloquecerse, qué llegó a comer para sobrevivir y de dónde sacó fuerzas para fugarse.
En una emotiva conferencia de prensa que dio en Cali junto a su esposa y sus dos hijos, en la clínica donde es atendido desde el pasado domingo, Lizcano narró que incluso comió ratones en su cautiverio.
“Algunos guerrilleros cazaban unos ratoncitos, les cortaban la cabeza y la cola, y se los comían. Muy sabrosos. Como era prohibido que hablaran conmigo o me dieran algo, un guerrillero, por las noches, en las botas me metía un ratón cocinado y yo me lo comía”, recordó.
En vista de la soledad de su cautiverio, donde no tuvo contacto con personas diferentes a la guerrilla, Lizcano se inventó una estrategia para entretenerse y optó por darles clases, en las tardes, a unos alumnos imaginarios.
Esos “alumnos” eran pequeños pedazos de madera clavados en el piso. “Les ponía nombres y créanme que para mí eso fue una terapia”, dijo.
Eran clases de historia, cuyos contenidos Lizcano sacaba de un programa radial, y también de literatura, ya que el ex congresista es un amante de la poesía y escribió muchos poemas mientras estuvo secuestrado.
“Yo preparaba las clases y, a veces, incluso, los regañaba (a los “alumnos”) porque no me “paraban bolas”, recordó.
“Se están pudriendo”
La voz de Lizcano se quebró en varias oportunidades, como cuando recordó a los demás “canjeables” que siguen en poder de las FARC, 26 policías y militares, y dos dirigentes políticos.
“Invito al país, al Gobierno, por Dios, hay gente que se está pudriendo… Por favor, ayuden ustedes a sacar esa gente que se está pudriendo en la selva, se están muriendo”, exclamó.
Y pidió que no “dejen a esos colombianos ante la indolencia de las FARC, pues esperar es muy duro. Yo busqué la manera de siempre mantener viva la esperanza. ¿Cómo han hecho diez años los militares esperando?, yo me pregunto”.
Lizcano también lloró cuando revivió los últimos instantes de su fuga -que duró tres días- en compañía de “Isaza”, el guerrillero que lo sacó del campamento donde estaba recluido.
“Cuando yo vi el campamento militar tan cerca, yo me caí, lo abracé y le dije: amigo para siempre, usted me salvó la vida”, recordó en medio de lágrimas.
Lizcano estaba exhausto, no había comido y caminaba arrastrando las piernas.
“Yo tengo que salir”
“A mí me parecía imposible, yo veía que el cuerpo no me respondía, y yo mentalmente me repetía: yo tengo que salir”. Y recordó que dos años antes no se había querido fugar con otro guerrillero que escapó del campamento y después fue fusilado.
En varias ocasiones, “Isaza” le había dicho: “Viejo, ¿usted si va a aguantar?”. Y Lizcano, sacando fuerzas de donde no tenía, le respondía: “Sí”. “Ánimo pues que va a ver a Martica (su esposa)”, lo animaba el guerrillero.
Un día antes de alcanzar finalmente la libertad, cuando estaban terminando la caminata nocturna -pues de día permanecían escondidos-, Lizcano e “Isaza” estuvieron a pocos metros de un grupo de 35 guerrilleros que los buscaban “como sabuesos”, relató.
En la fuga, Lizcano había seguido los consejos de “Isaza”, cuando le dijo que pisara en los mismos sitios que él, para que solo quedara una huella en el camino.
En un momento dado, Lizcano estaba agobiado por la sed y le pidió a “Isaza” que se detuvieran a tomar agua, pero el guerrillero le dijo que escogiera entre salvar la vida o calmar la sed.
El único alimento
El único alimento que llevaron en la fuga fue un pequeño sobre de refresco artificial que se prepara mezclado con agua. Lo tuvieron que consumir en un vaso hecho con hojas de árboles, con agua de una fuente, que “Isaza” revolvió con sus dedos. Lizcano dice que la bebida le dio energías para resistir.
Cuando le preguntaron qué sentía por sus captores, Lizcano respondió: “Yo no tengo odios” y se ofreció para facilitar una solución negociada al conflicto armado que lleva más de cuatro décadas en Colombia.
Sin embargo, aclaró que él, que era Representante a la Cámara cuando fue secuestrado, no quiere volver a la política.
“Las neuronas no me dan para pensar el futuro. Yo lo que quiero es vivir el minuto a minuto, acariciarlo para poder sentirme bien”, concluyó.
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