La lección de Pedro Joaquín
Por Danilo Arbilla
Pasó el 2008 y nadie se acordó que en ese año hubiera cumplido 70 años Irma Flaquer Azurdia. La mayoría se preguntará: ¿y quién era Irma Flaquer?
Era una periodista guatemalteca desaparecida en el año 1980. La razón, ser una periodista independiente, honesta y valiente que honraba su profesión. Los responsables de su desparición forzada nunca fueron castigados. Su nombre sí fue reinvindicado y el gobierno guatemalteco en el 2001 asumió sus culpas y omisiones. Quizá debería dedicarle un proximo artículo a esta colega, para que todos sepan y nadie olvide quién fue y qué hizo “la que nunca calló''.
Pero hoy me voy a referir a otro aniversario, al del asesinato de otro periodista: el nicaragüense Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el mítico director de La Prensa de Managua, baleado por los grupos de choque fascistas del somocismo y de cuya muerte se cumplieron 31 años el pasado 10 de enero.
Lamentablemente, parece que tampoco esta fecha ha sido recordada como merecería. Peor aún, nada de lo que significó este magnicidio para la liberación de Nicaragua parece haberse afianzado en el tiempo y hoy ese país otra vez es conducido autoritariamente por quien encaramado en el poder, al igual que Somoza, practica el nepotismo más desembozado, trampea elecciones, hace alianzas con quien sea y como sea y reprime con sus propios grupos de choque fascistas a un pueblo que no se acobarda y nuevamente recorre las calles al grito de ''democracia sí, dictadura no'' y contra la corrupción de los “pandilleros y violadores''.
Refiriéndose a este aniversario, el candidato presidencial del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), Edmundo Jarquín, quien fuera estrecho colaborador de Chamorro Cardenal, sandinista de primera hora y hoy, por vueltas de la vida, esposo de Claudia Chamorro, una de las hijas del periodista asesinado, recordaba que ''Pedro Joaquín fue un combatiente encarnizado de la dictadura de los Somoza'' a la que enfrentó “cotidianamente y en todos los terrenos''.
Jarquín hace hincapié en ''el significado más profundo de su magnicidio'' y resalta que su asesinato trasmitió a los nicaragüenses y al mundo ''el mensaje que no había salida política, cívica, electoral, de la dictadura'' y de ahí que ''los más diversos sectores de la sociedad –empresariales, religiosos, sindicales, populares, culturales, políticos de todos los signos– se volcaron a respaldar la lucha armada del Frente Sandinista, que era, para entonces, una fuerza en ascenso pero todavía de muy limitadas proporciones''. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, para Jarquín –y muchísimos más–, fue “como el Cid Campeador, ganó batallas después de muerto, porque su asesinato fue el catalítico de fuerzas que condujo a la victoria del pueblo sobre la dictadura''.
Cosas de la vida: Daniel Ortega, para muchos el restaurador del somocismo en Nicaragua, debe su ascenso y notoriedad a la mayor víctima de Somoza.
Esta realidad es la que hace pensar a Jarquín que aquella lección del director de La Prensa, no se aprendió. “Dos años de gobierno de Daniel Ortega –explica– han bastado para poner en evidencia que la lección [de] que los cierres de los espacios democráticos conducen al conflicto y a la violencia no se ha aprendido''.
¿Tendrá razón? A la larga, no lo creo, aunque en estos tiempos se ve cada cosa… De todas maneras estoy seguro de que en la historia Pedro Joaquín Chamorro Cardenal seguirá ocupando un importante y digno espacio, mientras a Daniel Ortega le tocará uno muy pequeño, oscuro y despreciable. Y esto sí que no lo arregla ni con los dólares –cada vez más flacos– que por ahora le manda el comandante Chávez para que pueda sobrevivir en el poder.
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