Una oportunidad para cambiar
La asunción de un presidente demócrata despierta expectativas de un nuevo trato de los Estados Unidos con los países del continente. Todavía se recuerda el New Deal de Roosevelt y la Alianza para el Progreso de Kennedy, en la década de los sesenta, que prometían relaciones más cordiales y simétricas entre la gran potencia del Norte y el resto del hemisferio.
Nuestro país se involucró en esos dos intentos, al menos en sus comienzos. Roosevelt realzó la importancia de una asociación con la Argentina visitando Buenos Aires durante la presidencia de Justo y muchos años más tarde, cuando Kennedy lanzaba su plan hemisférico, pareció encontrar en el extremo sur, en Frondizi, un presidente que compartía sus ideales y anhelos. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos terminó distanciando a los dos países.
Aunque el presidente Ortiz, que sucedió a Justo, se mantuvo, en los albores de la Segunda Guerra Mundial en su línea pro aliada, Castillo, el vicepresidente que le siguió, y el gobierno militar de 1943-46 se negaron a apoyar a los Estados Unidos (a diferencia de Brasil) cuando Alemania le declaró la guerra en 1941 y dejaron a la Argentina aislada, casi como una paria internacional, sujeta a duras sanciones económicas.
Al final del conflicto el gobierno argentino tuvo muchas dificultades -por su posición no claramente antieje- para poder ingresar a las Naciones Unidas en la conferencia de San Francisco.
En la década de los sesenta, al tiempo que la Guerra Fría llegaba al continente, cuando Cuba se volcó del lado soviético, Estados Unidos pidió en la reunión de cancilleres de Punta del Este que ésta fuera excluida de la OEA, a lo que se opuso la Argentina, lo que enfrió la relación entre ambos países. Salvo la relación que construyeron Menem y sus cancilleres Cavallo y Di Tella con las administraciones de Bush padre y Clinton no hubo activos vínculos bilaterales estrechos.
Fuerte apoyo
En realidad, no fue del todo así. George W. Bush, luego tan denostado por el gobierno de Kirchner, le dio a éste, en sus comienzos, un fuerte apoyo. Es que ambos participaban del mismo rechazo a los codiciosos intereses financieros no productivos. Bush que se había negado a apoyar a la Argentina en los momentos más difíciles de 2000, dio, en cambio, un perceptible guiño a la administración Kirchner para llevar adelante una reestructuración de la deuda con la quita más grande que internacionalmente se haya conocido, la que de hecho fue aceptada porque tenía el respaldo -Bush mediante- del gobierno norteamericano y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Si el desarrollo de la crisis argentina de 2000 hubiera ocurrido durante la presidencia de Clinton es probable que, como en el caso de México (en el que intervino el actual secretario del Tesoro de Obama), la administración norteamericana hubiera apoyado una operación salvataje para la Argentina, dando instrucciones al FMI para colaborar con su gobierno.
En cambio en el nuevo paradigma -como lo llamó Lavagna- que impuso George W. Bush, había que dar un ejemplo para castigar a acreedores codiciosos y a deudores irresponsables, y en 2000 la decisión del gobierno de los Estados Unidos y del FMI de abandonar a la Argentina a su suerte precipitó la crisis.
Sin embargo, cuando en septiembre de 2008 otra crisis llegó a su propia casa Bush cambió de opinión, impulsando una operación de salvataje a las instituciones financieras de magnitudes inéditas. Quizá con una administración con una visión similar a la de Bush, la Argentina habría obtenido un apoyo que le habría evitado la terrible crisis con sus consecuencias tan negativas.
El gobierno argentino, tras el default, llevó adelante políticas que fueron distanciando al país del mundo, lo hicieron más excéntrico. La nueva administración norteamericana, respetuosa de las naciones soberanas, seguramente no las objetará, pero, por lo que se desprende del discurso de asunción de Obama -que revela una visión del mundo y valores distintos-, es difícil que les tenga simpatía.
El autor es profesor emérito de historia económica de la Universidad de San Andrés
- 23 de julio, 2015
- 13 de mayo, 2025
- 12 de mayo, 2025
- 18 de abril, 2025
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