Chile: Más allá de la crisis y el blindaje
El debate acerca de cuán preparada estaba la economía chilena para enfrentar un escenario internacional adverso se mantiene en forma recurrente. Así, a pesar de que las proyecciones de crecimiento del PIB de Chile para 2009 se ubican mayoritariamente en el rango entre -1,5% y -2%, en un contexto en que el crecimiento mundial, de acuerdo al último informe del FMI, sería de -1,1%, las autoridades de gobierno insisten en su tesis de que el desempeño de la economía chilena en el transcurso de esta crisis financiera internacional ha sido de los mejores. Algo parece no cuadrar bien, advirtiéndose un divorcio entre la realidad de las cifras y la percepción gubernamental.
En la Exposición del Estado de la Hacienda Pública presentada recientemente se insiste en el tema, incluyéndose en el informe algunos antecedentes adicionales que pueden ayudar a entender el fondo del asunto. En defensa de la postura del "blindaje" se sostiene que si se compara el retroceso del PIB chileno con una muestra de varios países, utilizando como vara de medida la variación entre el crecimiento trimestral anualizado que había previo a la crisis y la cifra correspondiente en la situación post-crisis -es decir, una medida de la variación entre el punto más alto y el más bajo-, Chile se ubica en una posición relativa que parece favorable, en comparación con otras economías emergentes y desarrolladas. Asimismo, se presenta un análisis estadístico que indica que no hay ningún país que haya experimentado una disminución en el valor de sus exportaciones similar o mayor que la chilena entre el cuarto trimestre del año pasado y el primer cuarto de 2009, cuya caída en el PIB -medida nuevamente como la diferencia entre el punto máximo y mínimo- haya sido inferior que la registrada en Chile.
Es un hecho objetivo -y, por lo demás, valorado por todos- que la decisión de haber ahorrado recursos fiscales en el período de bonanza de la economía internacional y del precio del cobre fue acertada, por cuanto ello iba a posibilitar hacer uso de ellos al enfrentarse un ciclo económico internacional adverso. Eso fue precisamente lo que ocurrió en esta coyuntura, observándose que prácticamente la totalidad de la pérdida de ingreso nacional que sufrió el país como consecuencia de una caída en el valor de sus exportaciones pudo ser "repuesta" a través de un impulso fiscal financiado con parte de los recursos públicos previamente ahorrados. Gracias a ello, la caída en el nivel de actividad y de demanda interno fue inferior al que se hubiera registrado, de no haberse contado con esos recursos suplementarios. ¿Cómo explicar, entonces, la aparente contradicción que surge al contrastar esta visión con lo que indican las cifras agregadas para el año, donde no sólo se observa un desempeño menos favorable que el mundo como un todo en materia de crecimiento, sino que a la vez se retrocede al lugar 113 en el ranking de crecimiento proyectado para el FMI en 2009?
La respuesta a esta interrogante hay que buscarla más allá de los efectos de la crisis. La aplicación de un estímulo fiscal de gran envergadura permitió aminorar el efecto del ajuste recesivo internacional, y ello queda bien ilustrado con las cifras que presenta el Ministerio de Hacienda, que apuntan a medir el efecto propio atribuible a la crisis. Pero hay una parte de la contracción económica de Chile que no queda explicada por estos cálculos, puesto que trascienden a este fenómeno. Es decir, los propios antecedentes contenidos en la reciente Exposición del Estado de la Hacienda Pública permiten concluir que el ajuste económico que va a experimentar la economía chilena en el año 2009 no se explica sólo por el efecto de la crisis financiera internacional, sino que responde en forma adicional a factores netamente internos. Como lo hemos señalado de manera reiterada, este problema se viene reflejando desde hace ya varios años a través de una pérdida de dinamismo en la capacidad de crecimiento, reflejo, a su vez, entre otros factores, de un deterioro en las ganancias de productividad. Las últimas cifras entregadas por el Ministerio de Hacienda permiten reafirmar la tesis de que la solución al problema de fondo que enfrenta la economía chilena trasciende con creces a la capacidad de aplicar un estímulo fiscal de cierta envergadura.
Lo que verdaderamente se requiere, por tanto, es adoptar medidas para remover aquellos obstáculos internos que están entorpeciendo la capacidad de emprendimiento y de generación de empleos en el país, y que están limitando tanto la puesta en marcha de nuevos proyectos de inversión como la posibilidad de generar un mayor crecimiento a través de mejoras en productividad.
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