Llega el fascismo
El País, Montevideo
Uno de los rasgos característicos del fascismo fue su capacidad para subvertir los métodos tradicionales de la izquierda. Benito Mussolini, que conocía bien esos métodos porque había sido dirigente del Partido Socialista italiano, supo servirse de ellos para perseguir nuevos fines. La movilización callejera, que había sido un mecanismo de protesta en manos de quienes no tenían poder político ni económico, pasó a ser un arma de intimidación en manos de un régimen político autoritario. La prensa partidaria, que había sido el vehículo de expresión de quienes no accedían al aparato del Estado, pasó a ser un instrumento para atemorizar y promover agresiones contra los adversarios del gobierno.
Desde hace algunos años, estas prácticas lamentables se han instalado en varios países de América Latina. Venezuela y Argentina son los ejemplos más notorios. En esos países y también en otros, el patoterismo gubernamental ha pasado a ser práctica instalada. Algunos de los signos más visibles son las manifestaciones supuestamente espontáneas contra organizaciones o figuras de la oposición, y el uso de los medios de comunicación para transmitir insultos públicos y amenazas.
Hasta hace apenas unos días, en Uruguay podíamos pensar que nada similar iba a ocurrirnos. Pero esa certeza acaba de hacerse trizas. El pasado martes 4, varias decenas de estudiantes irrumpieron en la sala donde el rector de la Universidad de la República recibía a un grupo de empresarios, sindicalistas y políticos. Los invasores se adueñaron de la reunión durante el tiempo que quisieron e insultaron a varios de los presentes. Sugestivamente, todo esto ocurrió pocos días después de que la Feria del Libro de Buenos Aires se viera sacudida por varias invasiones que interrumpieron conferencias o presentaciones de libros.
Sugestivamente también, estas prácticas se han vuelto rutina en la Universidad de Buenos Aires.
Al mejor estilo del fascismo, quienes cometen estos atropellos están desnaturalizando un método de protesta justificable y legítimo. Reunirse, movilizarse y gritar consignas ha sido siempre una manera de dar voz a quienes no la tenían. Pero ahora la movilización se utiliza para evitar que otros hablen.
No se trata de fortalecer al débil, sino de aprovechar una situación de fuerza para intimidar y reprimir.
No se trata de alentar de libertad de expresión sino de impedir su ejercicio. Dicho en breve, se trata simplemente de fascismo de izquierda.
¿Estaremos en presencia de un hecho que marcará una nueva tendencia? El modo en que ocurrieron las cosas proporciona al mismo tiempo motivos para la esperanza y para el desaliento. La esperanza es alentada por la reacción de la dirigencia de la FEUU, que condenó de inmediato lo ocurrido. El desaliento es alimentado por la actitud del rector Arocena, que justificó su propia falta de reacción diciendo que no quería ser "reglamentarista".
Frenar un atropello, especialmente cuando lo sufren aquellos que hemos invitado a nuestra casa, no se parece en nada a estar obsesionado por los reglamentos. Apenas es un gesto de civilización.
"No se trata de alentar de libertad de expresión sino de impedir su ejercicio. Es fascismo de izquierda".
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