Drogas: Llegó la hora
Pareciera como si la era de la prohibición de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos no nos hubiese enseñado nada. Bien dice el refrán que aquellos que no conocen la historia están condenados a repetirla. Y vaya que la hemos repetido. Haber criminalizado el consumo de drogas ha creado la industria criminal más próspera de nuestros tiempos. Y, de paso, con la excusa de dicha guerra, el Gobierno ha aprovechado para despojarnos de nuestros derechos civiles y continúa intentando apropiarse de los pocos que nos quedan con propuestas de ley con la de “extinción de dominio”.
La movilización de las fuerzas de seguridad para capturar, la semana pasada, dos cascarones de helicópteros usados como juguetes de feria, no deja de ser un ejemplo de lo inútil de nuestros esfuerzos policiales. La masacre de inmigrantes centroamericanos ocurrida en México también nos da indicios de los crueles extremos a los que hemos llegado, al crear una nueva generación de criminales.
Descriminalizar el consumo y tráfico de drogas no acabaría con esa maña que tiene la gente de querer drogarse. De hecho, es probable que su consumo aumente. A cambio de ese perjuicio, es razonable esperar que el lucro criminal disminuya significativamente. Sin una actividad tan lucrativa se lograría el gran beneficio de desincentivar la insoportable violencia criminal que ha, literalmente, acabado con sociedades y naciones. Los llamados “narco estados” (de los cuales Guatemala pareciera ya formar parte) continuarán existiendo en la medida en que sea rentable. Esta claro que, con la criminalización actual, abunda el dinero para corromper a funcionarios, policías, fiscales, jueces, ministros, presidentes, países. Los éxitos que ha tenido Colombia son loables, pero con todo y ello el negocio de la exportación de cocaína sigue tan próspero como nunca.
Vamos de mal en peor. Criminalizar las drogas no solo ha hecho más rentable su tráfico, sino que el dinero que los gobiernos desperdician en armamento, municiones, helicópteros, cárceles y soldados podría usarse en educación, maestros, escuelas, médicos, clínicas, prevención y tratamiento. México, luego de la brutal violencia que está viviendo, ya comienza a plantearse la descriminalización como una alternativa pacífica. Es importante que nosotros acompañemos esa discusión para entender que en la “guerra contra las drogas” los únicos y grandes perdedores somos los ciudadanos.
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