La voz potente de un preso
China es un enigma. Su historia es de gran
interés, además de lo archiconocido en cuanto al té, el arroz y las
porcelanas, hay que destacar que fueron pioneros en la invención de la
imprenta, un hecho que se le pasó inadvertido a Marco Polo puesto que
quedó encandilado con el papel moneda a que los chinos también fueron
los primeros en recurrir. Incluso los fideos atribuidos a los italianos
tienen su origen en China, solo que elaborados con harina de arroz en
lugar de con harina de trigo.
Si bien China tiene una historia que
comienza 3.500 AC -en una parte fragmentada y en otra unificada y
siempre con una amalgama de varias culturas- la parte de mayor interés
comienza con la influencia del confusionismo 500 AC debido al peso de
esta tradición en la formación del carácter, el sentido de justicia, del
deber y del honor, la importancia de la lectura y las limitaciones al
poder gubernamental. Esto último fue desarrollado por Lao-Tsé seis
siglos antes de Cristo a través de reflexiones de gran calado sobre los
peligros de los aparatos estatales y la necesidad de protegerse de sus
abusos e incluso cuestiona la conveniencia de contar con el monopolio de
la fuerza.
Esta larga tradición de conflictos con el omnipresente
Leviatán en algunas dinastías más contundente que en otras, fue llevada
a grados inauditos por el comunismo que solo bajo Mao asesinó a 65
millones de personas y mató de hambre a 300 millones: convirtió al país
en una verdadera cárcel.
Mao Yushi, el octogenario y célebre
economista chino ganador el año pasado 2012 del Premio Milton Friedman
otorgado por Cato Institute de Washington DC, en uno de sus artículos
recientes titulado “La caída del Sol Rojo” refleja bien el sistema
totalitario contemporáneo en China: “Algunas personas aun tratan a Mao
Tse-Tung como un dios y con ello no se da lugar a que se lo juzgue ya
que no se puede comentar sobre una divinidad […] Afortunadamente, la
difusión de nuevo material muestra otra perspectiva […] Es responsable
de las hambrunas que liquidaron a trecientos millones de seres humanos[…] El llamado Gran Salto hacia Adelante y la Revolución Cultural están
completamente divorciados de la realidad […] Mao quería destrozar toda
oposición política y expandir infinitamente su poder […] Incluso
extendió la lucha de clases en sus propias filas para que dentro del
partido todos se sintieran inseguros, estableciendo así relaciones
extremadamente anormales […] Mao no solo provocó el máximo de dolor en
su país sino que se embarcó en extender su revolución a Malasia, India,
Tailandia, Filipinas, Indonesia, Nepal, Sri Lanka y otras partes el
mundo […] Pol Pot fue un buen discípulo de Mao en Camboya […] Mao murió
sin el menor atisbo de arrepentimiento”.
Tal vez el
mártir de mayor renombre en China sea Liu Xiaobo, preso desde 2009 por
once años por “instigación a la socavar el poder estatal” según el fallo
respectivo pronunciado el día de Navidad del referido año. En 2012 le
fue otorgado el premio Nobel de la Paz que no pudo recibir por estar
encerrado en la cárcel comunista. Xiaobo se doctoró en literatura y
escribió once libros e infinidad de artículos. Al comienzo de su carrera
sus ideas estaban influidas por Marx, Nietzsche y Hegel pero
paulatinamente se fue acercando primero a pensadores como Isaiah Berlin y
luego a autores como Friedrich Hayek, lo cual naturalmente lo fue
separando cada vez más radicalmente del régimen imperante de la era
post-Mao y mantiene que sus esfuerzos están encaminados a ser “la última
víctima de la inquisición literaria”.
Sus aportes más recientes
denotan una gran preocupación por el sistema imperante y una aguda
mirada sobre la situación china. Dice que el llamado “milagro chino” es
falso ya que se sustenta en pequeños islotes de relativa libertad en los
que consecuentemente florece un enorme avance material que es al solo
efecto de enriquecer a la nomenklatura y a sus amigos cercanos al poder
que se hacen trampa entre sí por la inaudita corrupción. Los
intelectuales son sobornados son cifras mayúsculas para que le hagan de
apoyo logístico a los jerarcas el partido. Asimismo, señala que opera un
gran cinismo en diversas capas de opulentos dentro de la sociedad china
puesto que no pocos alaban en público lo que condenan en privado y, en
este contexto, la juventud se afilia al partido comunista al solo efecto
de escalar posiciones y ganar dinero en medio de una pobreza colosal
del multitudinario e ignorado campesinado y de habitantes de pueblos que
no están tocados con la decisión de los antedichos islotes semi-libres.
Escribe
este valiente premio Nobel en su muy difundido artículo titulado “El
trasfondo del milagro chino” que “El poder es el factor decisivo en la
distribución de los recursos; la distribución del poder determina como
se distribuye el capital. El capital privado no se distribuye en China
sobre la base del derecho y la moral. Lo que reina aquí es el
bandolerismo. El mercado inmobiliario se lo reparte entre sí la mafia de
los más influyentes, y el mercado financiero controlado por el Estado
se ha vuelto un paraíso para los mongoles del capital que de la noche a
la mañana acumulan cifras extraordinarias”. Sostiene en otra columna
titulada “La tierra en propiedad del Estado” que no hay tercera vía “Es
como decía el economista Mao Yushi `solo la privatización de la tierra`
puede resolver los problemas” y estas y otras políticas de respeto
recíproco surgirán en la medida en que se fortalezca la sociedad civil
con principios morales sólidos tal como subraya en su magnífico escrito
titulado “La transformación del régimen a través de la transformación de
la sociedad”.
Hemos consignado antes que las visiones
contrapuestas de Guy Sorman que ilustra con el título de su obra: China,
el imperio de las mentiras, y por otra parte la lectura más optimista
de Eugenio Bregolat en La segunda revolución china en cuanto que desde
el aparato estatal se verán forzados a reconocer más libertades, ahora
contrasta con lo dicho por Liu Xiaobo en cuanto a que nada se puede
esperar desde la cúspide del poder y todo de las bases de la sociedad,
en la medida en que se comprenda que los valores morales tienen
prelación sobre lo crematístico y, en última instancia, dependen de ello
para contar con un progreso genuino.
Buena parte de los artículos
de este literato de formidable calado están recogidos en un libro cuyos
editores eligieron para la versión alemana un título un tanto
gelatinoso imbuido de una mal entendida y a nuestro juicio discutible,
peligrosa y contraproducente misericordia, giro que alguna vez utilizó
el autor en uno de sus repetidos y extenuantes alegatos ante los
desfachatados “tribunales populares” que se tradujo al castellano como
No tengo enemigos, no conozco el odio.
- 23 de junio, 2013
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