No a la universidad ‘gratuita’

Libertad Digital, Madrid
Empecemos por lo obvio: no existe ni puede existir la universidad gratuita.
Siempre habrá alguien que la pague; la cuestión es quién. Por ello, los
que quieren universidad gratuita quieren, en realidad, que otro la
pague. Es decir, derechos para unos y deberes para otros. Eso es lo que
quieren los progres, porque consideran justo que paguen otros.
Veamos cómo funciona la justicia progre con un ejemplo muy simple: el panadero y sus trabajadores.
Si usted piensa abrir una panadería, ni se le ocurre que ponerla en
marcha será gratuito, y menos aún que otro se la va a regalar. También
sabe que tendrá que pedir un préstamo al banco o gastar lo que ha
ahorrado tras años de mucho esfuerzo, ¿verdad? Bien. Además, ha
considerado que en el mejor de los casos le irá bien y recuperará con
creces su inversión, pero también sabe que corre el riesgo de perder el
capital invertido y el trabajo que puso en su proyecto.
En todo esto, hasta los progres estarán de acuerdo y lo considerarán justo, si bien estando en el poder querrán quedarse con una buena tajada de las ganancias del panadero vía impuestos.
La pregunta es: ¿por qué hay algunos que no piensan de la misma manera respecto de la universidad?
Es decir, ¿por qué están de acuerdo en que la universidad sea gratuita
para los estudiantes, pero no en que haya también panaderías y otros
emprendimientos gratuitos para la gente que quiera labrarse un futuro de
esa manera?
Los progres seguramente dirán que la educación es más importante, que
beneficia a toda la sociedad y que por eso es bueno que sea gratuita,
para que todos puedan tener una oportunidad de llegar a la universidad.
Pero ¿acaso no es importante que el panadero venda el pan que usted
demanda cada día, y que además dé trabajo a aquellos que no van a la
universidad? ¿No es esto bueno para la sociedad?
Puesto que el panadero decidió no ir a la universidad, hay algunos
que estiman que es justo que, además de su panadería, financie vía
impuestos los estudios universitarios de aquellos que deciden no
invertir en una panadería, sino estudiar una carrera universitaria,
gracias a lo cual no sólo terminarán ganando mucho más que el panadero,
sino gozando de mejor posición social.
Este pequeño ejemplo nos muestra que la famosa gratuidad universitaria nada tiene de justa.
Es una demanda que, hablando de justicia social y de derechos, sólo
quiere encubrir una lucha redistributiva de esos futuros académicos en
detrimento de todos aquellos que no van a la universidad. Por eso los
progres rechazan, indignados, cualquier argumento que diga que la
educación universitaria debe ser vista como una inversión que se hace,
como en el caso del panadero, con la esperanza de obtener una
retribución futura.
Sí, ya sé que todo esto es demasiado para los oídos progres. ¡Cómo
comparar a un estudiante universitario con un panadero! ¡Pedir que el
estudiante invierta en su futuro! ¡Que corra riesgos! Pero yo estoy
convencida de que es hora de defender a los panaderos, a los tenderos, a
los obreros, a los campesinos, y pedir igualdad de trato para ellos, es
decir, justicia social de veras y no privilegios para algunos.
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