No sólo Lenin mentía
La RDA presumía
de ser una de las primeras potencias industriales. Y para justificarlo,
falsificaba todas las cuentas de su economía. Los regímenes comunistas sufrían
de la incurable “paranoia del millón”. La primera página de los periódicos era
siempre para el millón de camiones fabricados por la Carlos Marx Fábrica de
Autos Socialistas. Para el millón de lavadoras que habían llegado al distrito
de los Komsomoles Entusiastas. El millón de remolachas de la cosecha récord de
Pomerania. El millón de sacas de carbón extraídas por el obrero condecorado
Thomas Sputnik.
Luego resultaba
que a la Carlos Marx Autos Socialistas se la comían las ratas. Que las
lavadoras eran tecnología punta del siglo XIX. Que el millón de remolachas se
habían extraviado en un misterioso barco en el Ártico. Y que el obrero
condecorado Thomas Sputnik hace un mes que está en cura de desintoxicación
etílica y sin dar ni golpe.
Pero el régimen
se creía sus mentiras. Y sus camastrones, mientras entonaban cánticos de
resistencia antifascista, se hacían la ilusión de que estaban a punto de
conquistar el mundo y de llevar el comunismo a los más remotos habitantes de la
galaxia. La mentira no es un pecado venial en política. Es una droga que exige
una dosis más fuerte cada día. Quienes conocieron aquel régimen saben que no
hay político más peligroso que el que se cree sus mentiras.
- 3 de julio, 2025
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