Dieta para el Leviatán ecuatoriano
José Ortega y Gasset dice en su libro La rebelión de las masas que “la sociedad, para vivir mejor ella, crea el Estado. Luego, el Estado se sobrepone, y la sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado”. Ecuador tiene un problema fiscal. Según los economistas Fabián Chang y Pedro Romero, los déficits públicos han sido la norma en lugar de la excepción en la historia del Ecuador. Esto ha derivado en un crecimiento recurrente del tamaño y la envergadura del Estado, crecimiento que se aceleró durante las dos bonanzas petroleras. La hipertrofia del Estado ecuatoriano es un problema que no han resuelto, sino ido agravando regímenes tan diversos como las dictaduras militares, luego los gobiernos democráticos (“partidocracia”) y ahora la “Revolución Ciudadana”. En el 2014, el Estado ecuatoriano llegó a consumir 44,1% del PIB, es decir, casi la mitad de lo que produce la economía. Es hora de debatir una cuestión de fondo: ¿Qué debe hacer el Estado y cómo debemos pagarlo?
Estamos mayo del 2015 y al momento de escribir estas líneas el Ministerio de Finanzas todavía no ha presentado el Presupuesto General del Estado (PGE) del 2015 ajustado para el recorte de $ 1.420 millones, más otras reducciones del gasto. Sabemos que el Estado pretende gastar entre $ 28.800 millones (cálculos de Fausto Ortiz) y $ 34.897 millones.
Ahora es cuando el Gobierno podría aprovechar para realizar recortes que nos aseguren a largo plazo un Estado más eficiente en sus funciones legítimas y menos metido en lo que no le incumbe. Para empezar, la caída del precio de los combustibles a nivel mundial presenta una oportunidad de oro para que este Gobierno elimine los subsidios a los combustibles. Para amortiguar la eliminación de esta distorsión se podría focalizar el subsidio al gas a través del Bono de Desarrollo Humano.
Pero hay muchas cosas más en las que el Estado gasta que difícilmente extrañaríamos los ciudadanos de a pie. Por ejemplo, solamente cinco de los seis ministerios coordinadores que creó este Gobierno pretenden gastar $ 104 millones este año (no hay información desde el 2014 acerca del Ministerio Coordinador de la Producción, Empleo y Competitividad). Estos son una capa adicional de burocracia cuya necesidad no es tan evidente como sí parece ser su redundancia.
Desde una óptica liberal, no hay razón para tener un Ministerio de Cultura y Patrimonio u otro del Deporte, pero incluso si aceptamos que existan ciertamente no es admisible que el primero pretenda gastar $ 72,1 millones y el segundo $ 144,9 millones. Tampoco es justificable que el Ministerio de Turismo pretenda gastar $ 78,2 millones.
Luego hay un sinnúmero de entidades curiosas en el presupuesto sobre las cuales cabe preguntarse para qué existen. ¿Sabía que existen un Instituto Antártico Ecuatoriano y un Instituto Espacial Ecuatoriano? Además, curiosidades como la Orquesta Sinfónica de Loja o la abandonada Ciudad Alfaro, el Consejo Nacional de Cinematografía, el Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional, Instituto Nacional de la Meritocracia, la Secretaría del Buen Vivir, entre otras.
Ciertamente podemos poner a dieta a nuestro Leviatán. Los ajustes son inevitables y es mejor hacerlos de manera ordenada. Pero este es otro caso en el que lo que le conviene a la sociedad no le conviene al Gobierno ni a los grupos de interés. Además, parece haber un problema psicológico, les cuesta admitir que se equivocaron.
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