El mes pasado marcó el 50 aniversario del lanzamiento de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, el álbum discográfico de los Beatles al que la revista Rolling Stone ha calificado como el álbum número 1 de todos los tiempos.

Mientras que los méritos artísticos y creativos de los Beatles y del álbum “Sgt. Pepper’s” son ampliamente aceptados, prácticamente nadie ha reconocido que es el capitalismo el que posibilitó que cuatro muchachos de clase trabajadora de Liverpool revolucionaran la música popular.

Los méritos creativos de “Sgt. Pepper’s” están fuera de discusión. El acople de los Beatles con el productor George Martin y el ingeniero Geoff Emerick, dos profesionales técnicos igualmente entusiastas respecto de correr los límites de la música contemporánea, inició una revolución artística que afectó a generaciones y cambió el rumbo de la música popular.

Corrieron los límites de la tecnología conocida para cambiar compases, crear nuevos sonidos, cambiar teclados dentro de las canciones y mezclar arreglos acústicos, eléctricos y orquestales de maneras que nunca nadie había contemplado antes. Por primera vez, el estudio de grabación se convirtió en parte integral del proceso creativo.

La combinación dio lugar al “álbum de rock & roll más importante que jamás se haya hecho” según Rolling Stone y el primero en ganar un Grammy por álbum del año. Más de 32 millones de copias según los informes se habían vendido con anterioridad a este año, y el 50 aniversario con un nuevo “remix” generará muchas ventas adicionales más.

Pero esta no es toda la historia. Un genio creativo no es garantía de éxito. La música rock era todavía relativamente nueva en 1967, desarrollándose en un mercado incierto y considerada por muchos un remanso cultural. Algo más era necesario para permitir que los Beatles voltearan las convenciones artísticas y musicales.

Ese algo fue el capitalismo, que permitió a los Beatles y sus inversores monetizar sus actuaciones y experimentación anteriores a escala global, creando las condiciones necesarias para que el álbum “Sgt. Pepper’s” fuese producido.

Los Beatles ingresaron a los estudios de grabación Abbey Road de EMI el 26 de noviembre de 1966, con un cheque en blanco eficaz para que pudiesen crear, libres de la necesidad económica de realizar una gira. Terminaron el álbum el 21 de abril de 1967 —casi cinco meses más tarde— después de haber pasado unas sin precedentes 400 horas en el estudio de grabación.

En total, Emerick, el ingeniero de grabación, estima que se dedicaron 700 horas al álbum, más de 30 veces el tiempo empleado en su primer álbum—y más de 60 veces de costo.

Sin embargo, los estudios no presionaron para acortar su tiempo de grabación a fin de sacar otro disco por la puerta.

¿Por qué? Porque los Beatles y sus sellos discográficos podían solventarlo.

En ese entonces, los Beatles eran la mayor atracción el mundo, volviendo a sus discográficas— Capitol Records en los Estados Unidos y Parlophone Records en el Reino Unido—muy ricas. John, Paul, George y Ringo fácilmente podrían haberse retirado de la música y nunca más “trabajar” otra hora.

El tiempo de estudio no era un regalo de las discográficas o los estudios EMI. Los Beatles habían establecido una extraordinaria ética de trabajo y dedicación a su música. Habían creado una plataforma mundial de seguidores.

Los ejecutivos de la industria podían apostar que su tiempo y creatividad en el estudio se amortizarían con las ventas adicionales en todo el mundo. La inversión se amortizó. Espectacularmente.

Sus críticos regular e implacablemente atacan al capitalismo, argumentando que produce desigualdad y concentra la riqueza. Pero la riqueza que crea también genera libertad y oportunidades, beneficios que no son lo suficientemente analizados.

El éxito creativo y comercial de los Beatles y “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” es un importante ejemplo de cómo el sistema económico capitalista crea nueva riqueza, poniéndola en manos de innovadores que pueden cambiar el mundo para mejor.

Sin el capitalismo, los Beatles podrían no haber ido mucho más allá de tocar en clubes de Liverpool y Hamburgo, Alemania.

El capitalismo los trajo al mundo junto al “Sargento Pepper”.

Traducido por Gabriel Gasave