¿El vicio paga?

4 de abril, 2003

Con el movimiento hacia la supuesta inversión socialmente responsable, los inversionistas deberían contemplar el verdadero precio de la virtud.

Una reciente encuesta de la opinión pública realizada por Environics para Environment Canada sugiere que los accionistas favorecen “el desempeño social y ambiental.” Todos están a favor de la virtud, pero existe poco acuerdo acerca de qué se encuentra por encima y más allá de las reglas básicas (e importantes) como las de “No matarás” o “No robarás.”

Por otra parte, hablar es fácil. La gente revela sus verdaderas preferencias mediante sus opciones reales. A juzgar por sus decisiones de inversión, los inversionistas no son tan políticamente correctos como lo implican los sondeos de opinión.

Algunos inversionistas invierten en lo que ellos perciben como virtud. Al menos, cuando los inversionistas privados saltan sobre el vagón ético, lo hacen con su propio dinero – en comparación con la Junta Canadiense de Inversión del Plan de Jubilaciones, la cual recientemente arremetió contra el beneficio de la opción de acciones por parte de los ejecutivos y decidió colocar el dinero de los contribuyentes allí donde se encuentra la entrada de su administración corporativa. La pregunta es: ¿cuánto cuesta la virtud?

Los supuestos “fondos éticos” están en el negocio de la “inversión socialmente responsable” (SRI su sigla en inglés). El Sistema de Retiro de los Empleados Públicos de California (Calpers) anunció el mes pasado que no invertirá en los países en vías de desarrollo que no cumplan sus estándares de SRI, incluso si esto arrasa con tres puntos porcentuales de su cartera de inversiones de los mercados emergentes. En Canadá, existen actualmente 54 fondos mutuos minoristas de SRI, incluyendo a aquellos ofrecidos por Meritas Mutual Funds y por Ethical Funds. En los EE.UU., las SRI totalizan tanto como el 5% del dinero invertido en acciones públicamente negociadas.

Los fondos éticos varían mucho, dependiendo de las definiciones de la virtud y del vicio de sus administradores, pero los mismos evitan generalmente el tabaco, el alcohol, la defensa, las armas y la energía nuclear (dejándoles muchas de estas oportunidades a sus queridos gobiernos). Privilegian el medio ambiente, el “desarrollo sostenible” (lo que sea que signifique), y un concepto políticamente correcto de “derechos humanos,” el cual comúnmente significa derechos sindicales. Los mismos han proliferado recientemente, pese a que los fondos especializados que evitaban a las industrias pecaminosas eran conocidos en los Estados Unidos desde el siglo 19.

“Los vicios no son crímenes,” escribía el filósofo anarco-capitalista del siglo 19 Lysander Spooner. Aún podemos invertir legalmente en las industrias del vicio que no han sido totalmente criminalizadas por el estado. El Vice Fund o Fondo del Vicio (https://www.vicefund.com), creado hace siete meses, invierte en alcohol, tabaco, apuestas, y en la defensa nacional. La presencia de la defensa en la lista de pecados nos recuerda que lo que es un vicio para algunos es una virtud para otros.

La inversión en el vicio a menudo es redituable. Los datos del Vice Fund indican que, durante el período de cinco años al 30 de junio de 2002, los precios de las acciones se han incrementado un 8% en el tabaco, un 63% en las bebidas alcohólicas y un 116% en las apuestas, comparado con un aumento del 12% en el Índice 500 de Standar & Poor. El Vice Fund (Nasdaq: VICEX) se encuentra un 15% abajo desde su creación, pero esto no ofrece un panorama a largo plazo. Durante los cinco años precedentes a la creación del fondo, una muestra de la cartera de inversiones habría aumentado en un 53,0% su valor; durante un período de un año, la muestra de la cartera de inversiones del vicio habría ganado el 17, 6%, en comparación con una pérdida del 20, 1% para el S&P 500.

Los defensores de las SRI sostienen que la virtud paga al menos tanto como el vicio. En 2001, el Profesor Geoffrey Heal de la Columbia Business School escribió que si bien los fondos de SRI “no se encuentran entre los de mejor desempeño, se desempeñan por sobre el promedio.” Algunos índices de SRI superan a los índices estándar: Durante los últimos cinco o 10 años, por ejemplo, el Índice Social Domini 400 ha superado al de S&P 500 – pero la situación ha sido revertida desde comienzos de este año.

Existe evidencia contradictoria. En promedio, los precios de las cuota-partes de los 46 fondos éticos seguidos por el banquero de inversión Thomson Financial (www.trustnet.com) han caído un 24% durante los últimos cinco años. Los administradores de los Ethical Funds (www.ethicalfunds.com) indican que “los inversionistas socialmente responsables están redefiniendo el punto de partida”; de hecho, su precio del Balanced Fund ha caído un 3, 6% durante los últimos cinco años.

Uno pensaría que o bien la SRI tiene un costo, o que es tan sólo como una inversión ordinaria. El Profesor Michael Knoll de Wharton escribe: “Tampoco algunas inversiones que serían aceptables sobre la base de términos puramente financieros deben ser rechazadas por razones éticas, o algunas que serían rechazadas en base a términos financieros deben ser aceptadas por razones éticas.” Teóricamente, uno esperaría que una SRI eficaz obtuviese retornos más bajos que la inversión no-restringida.

Sin embargo, este costo puede ser bajo, dependiendo de cómo uno acomoda su ética. Knoll sostiene convincentemente que la inversión ética pueda ser casi tan provechosa como la inversión libre, a condición de que la regla cardinal de la diversificación de la cartera de inversiones sea seguida. Una cartera de inversiones restringidas puede estar tan diversificada como una libre, pero las diferentes necesidades generan solamente un costo pequeño. De hecho, Knoll divulga evidencia de que los retornos de la SRI han sido cercanos a los retornos normales una vez que controlamos las mayores cargas debido a la pequeña-capitalización y las acciones de las industrias de tecnología de la información en estos fondos.

En resumen, cuanto más difieren las inversiones más éticas de las inversiones codiciosas, mayores los costos. Y si el inversor está en la SRI por el dinero, bien, el no es diferente de usted y de mi.

Por supuesto, cualquiera, incluyendo a un inversionista, tiene el derecho de cargar con los costos de sus propias preferencias. Pero nadie debería ser capaz de imponer su religión sobre el resto de nosotros. Como Milton Friedman lo precisó hace 40 años, una de las ventajas de la economía libre es que las minorías, aunque impopulares, encuentran negocios que proveen a sus gustos. Así como algunas librerías “de manera no ética” vendían los libros prohibidos por la Iglesia en el Quebec de mi niñez, los negocios abastecen hoy día a los fumadores, a los apostadores y a los propietarios de armas. No hay razón por la cual los inversionistas deberían ser disuadidos de satisfacer las preferencias de estos consumidores.

Tres siglos atrás, Bernard Mandeville observó que los vicios privados son virtudes públicas. La Riqueza de las Naciones de 1776 de Adam Smith expresaba una idea similar: “Persiguiendo su propio interés [cada individuo] promueve con frecuencia el de la sociedad más eficazmente que cuando él realmente se prepone promoverlo. Nunca he sabido de mucho bien realizado por aquellos que aparentan negociar por el bien público.”

MEJORES RETORNOS:

Desempeño total al 30 de junio de 2002

5 años Standard & Poor 500: 11,8%
Muestra de la Cartera de Inversiones del Vicio: 53,0%
3 años Standard & Poor 500: -27,9%
Muestra de la Cartera de Inversiones del Vicio: 41, 7%
1 año Standard & Poor 500: -20,1%
Muestra de la Cartera de Inversiones del Vicio: 17, 6%

Fuente: Vice Fund, National Post

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Investigador Asociado en el Independent Institute y Economista del Department of Management Sciences en la Université du Québec en Outaouais (Canada).

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