La incertidumbre sigue reduciendo empleos

25 de enero, 2011

El presidente Obama, en su discurso sobre el Estado de la Unión, prometió concentrarse este año en la creación de empleos. Pero nuevas contrataciones robustas son improbables cuando tanta incertidumbre— generada por la misma Casa Blanca que ahora promete trabajo—se cierne sobre la economía.

Aunque la tasa de desocupación cayó al 9,4% en diciembre desde el 9,8% en noviembre, unos 14,5 millones de personas todavía se encuentran clasificadas como desempleadas por la Oficina de Estadísticas Laborales, apenas 1,1 millones menos que en octubre de 2009, cuando el desempleo alcanzó su nivel máximo.

Puesto en perspectiva, el número actual de desocupados es de unos 5,2 millones, o el 56%, mayor que el número de junio de 2003, cuando el desempleo alcanzó su nivel máximo después de la explosión de la burbuja de las empresas “punto.com”.

Incluso si la recuperación continúa por este camino, serán necesarios unos seis años más para que el empleo total retorne a donde se encontraba en noviembre de 2007, cuando unos 146,6 millones de personas estaban empleadas en los EE.UU.

En este caso, la economía estadounidense habrá pasado nueve años sin ningún incremento neto de puestos de trabajo. Algunos economistas están comparando esta sequía de empleos con la Gran Depresión, cuando el empleo se mantuvo por debajo de su nivel de 1929 durante 11 años consecutivos.

Por cierto, el empleo siempre es un indicador de resultados en las subidas y bajadas del ciclo económico. Sin embargo, los puestos de trabajo nuevos en el sector privado han sido extraordinariamente pocos durante la actual recuperación, y las condiciones económicas actuales no auguran una gran mejora en el futuro previsible.

El empleo alcanzó su pico más reciente hace más de tres años, en noviembre de 2007. Luego comenzó a caer, alcanzando su punto más bajo en diciembre de 2009, cuando sólo 138 millones de personas tenían empleo. Desde ese año, el empleo ha aumentado tan sólo 1,25 millones, o menos del 1%.

Mientras tanto, millones de personas se han retirado del mercado laboral durante los últimos tres años. En enero de 2007, el 66,4% de la población civil de 16 años o más integraba la fuerza de trabajo; en diciembre de 2010, sólo el 64,3% estaba oficialmente clasificada como empleada o buscando empleo activamente.

De aquellos que no integran la fuerza laboral, se estima que 4,7 millones buscarían empleo si creyesen que podrían encontrar un trabajo. Si estos individuos fuesen considerados desocupados, junto con aquellos que buscan trabajo activamente, la tasa oficial de desocupación sería en la actualidad superior al 12%.

Como si los datos anteriores no fuesen lo suficientemente desalentadores, los datos sobre la división del trabajo entre el sector público y el sector privado nos cuenta una historia aún más triste.

Entre noviembre de 2007 y diciembre de 2009, desaparecieron unos 8,5 millones de empleos en el sector privado en las industrias no agrícolas. En diciembre de 2010, sólo 1,8 millones de esos puestos de trabajo perdidos habían sido recuperados, dejando una pérdida neta de 6,7 millones de puestos de trabajo.

En marcado contraste, el empleo gubernamental durante el mismo periodo apenas se ha modificado. En noviembre de 2007, casi 21 millones de civiles eran empleados por el gobierno en todos sus niveles, y en diciembre de 2010 cerca de 20,8 millones tenían empleos públicos. El empleo gubernamental fue aún mayor durante gran parte de ese período, alcanzando 21,5 millones en su punto máximo en octubre de 2008.

Habiendo disminuido enormemente los empleos del sector privado y con el número de empleos en el sector público relativamente estable, al menos por el momento, la ratio entre los trabajadores del sector privado y los burócratas se ha desplazado en una dirección desfavorable.

Este cambio resulta importante porque los trabajadores del sector privado crean riqueza económica, mientras que los trabajadores del sector público esencialmente reducen la riqueza de una sociedad. De hecho, los trabajadores del sector público en muchos casos impiden una auténtica recuperación económica al pergeñar y aplicar regulaciones innecesarias, e incluso sin sentido, al recaudar tributos, cánones y multas excesivas, y exigir montañas de papelerío inútil para demostrar el acatamientos de los edictos gubernamentales.

Hoy día, el mayor desafío del gobierno es restaurar la confianza perdida. Hasta que las perspectivas económicas se tornen más claras y brillantes, el mercado laboral, en el mejor de los casos, sólo continuará con el ligero y lento progreso que observamos en 2010.

El tremendo crecimiento del gasto y el endeudamiento público durante los últimos años y la creación de nuevos esquemas regulatorios de gran envergadura relativos a la atención de la salud y las transacciones financieras no ha sido de gran ayuda—sumándose a la incertidumbre económica y desalentando la inversión privada y la contratación de trabajadores.

Si la intensificada intervención del gobierno en la economía sigue desalentando a los emprendedores e inversores estadounidenses a actuar vigorosamente, dentro de seis años los Estados Unidos puede que no tengan más individuos trabajando que los que se encontraban empleados en noviembre de 2007. Un estancamiento así sería una tragedia nacional.

Traducido por Gabriel Gasave

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