A pesar de que con el nuevo tratado que reduce el número de misiles estratégicos de largo alcance desplegados (Nuevo START), un acuerdo sobre cooperación nuclear, y un compromiso para transportar suministros para las tropas de la OTAN en Afganistán a través de Rusia, las relaciones ruso-estadounidenses se encuentran en expansión, hay mucho más por hacer. Y las propuestas de Rusia deberían ser tomadas en serio, porque también pueden servir a los intereses de los EE.UU..

Los rusos están poniendo a prueba la retórica estadounidense sobre la creación de un sistema de defensa misilitica compartido. En el pasado, los Estados Unidos han afirmado que cualquier sistema de defensa antimisiles con base en Europa tenía como objetivo frustrar un ataque con misiles desde Irán, no Rusia, y que Rusia poseía demasiadas ojivas en su fuerza de disuasión nuclear como para verse amenazada por una modesta defensa misilistica. Sin embargo, mientras el número de misiles estratégicos se reduce por aplicación del Nuevo START y un sistema de defensa antimisiles se erige cerca de las fronteras de Rusia, Rusia se está poniendo cada vez más nerviosa de manera justificable respecto del sistema.

Por supuesto, una defensa antimisiles con base en Europa difícilmente sea necesaria para la seguridad de los EE.UU.. Incluso si los iraníes, cuyo supuesto programa nuclear al parecer ha sido recientemente retrasado por el sabotaje estadounidense y/o israelí, producen alguna vez una ojiva nuclear que pudiese ser instalada en un misil de largo alcance, la vasta y poderosa fuerza nuclear de los EE.UU. probablemente disuadirá cualquier ataque nuclear desde Irán—incluso si las defensas antimisiles nunca fuesen desplegadas.

De hecho, la defensa antimisiles es una costosa reliquia de la Guerra Fría, que los EE.UU. ya no pueden permitirse debido a sus enormes déficits presupuestarios y los elevados niveles de endeudamiento. Manteniendo vivo al programa están los republicanos que desean preservar este elefante blanco para concretar el grandioso sueño de la “Guerra de las Galaxias” de su héroe, Ronald Reagan. Además, si los ricos europeos quieren una defensa misilistica contra Irán—aparentemente no tanto como los Estados Unidos la quieren para ellos—deberían investigar, construir y pagar por su propio sistema.

Así que aunque deshacerse de este despilfarro sería favorable a los intereses de los EE.UU., independientemente de lo que piense Rusia, la política estadounidense probablemente impedirá que esto suceda. Así que lo mejor es crear un sistema compartido con Rusia—compartir la información sobre una alerta temprana e incluso equipamiento, como los radares. Las constructivas propuestas de Rusia en esta área deberían ser examinadas de buena fe.

Tras la reducción de las armas estratégicas, la atención naturalmente cambiará hacia las armas nucleares tácticas de alcance más corto en Europa. Los rusos siempre han sido recelosos de deshacerse de esas armas mientras los EE.UU. todavía almacenan miles de bombas nucleares en cinco países europeos. Una vez más, curiosamente la exigencia rusa de que estas armas sean regresadas a los Estados Unidos, como resultado de alguna de las negociaciones sobre armas nucleares tácticas, es favorable a los intereses de los EE.UU.. Esas armas son un símbolo de que en cualquier guerra en Europa, las cosas podrían escalar rápidamente a un conflicto nuclear más amplio que involucre a los Estados Unidos. Incluso durante la Guerra Fría, mantener como rehenes a las ciudades estadounidenses de los acontecimientos en Europa difícilmente protegía a los ciudadanos de los EE.UU. y en verdad los ponía en peligro. Ahora que la Guerra Fría terminó hace rato, la provisión de los EE.UU. de un paraguas nuclear para los ricos aliados europeos es aún más insana para una verdadera seguridad estadounidense. Por lo tanto, estas armas estadounidenses podrían ser removidas de Europa o destruidas a cambio de una reducción o eliminación de las bombas nucleares tácticas, ojivas de misiles, proyectiles de artillería, y armas antiaéreas rusas.

Otra idea que está rondando y que vale la pena es la de establecer un límite que reduzca el número de todas las armas nucleares, equilibrando así el liderazgo ruso en los sistemas nucleares tácticos con el liderazgo estadounidense en las armas estratégicas de largo alcance almacenadas (no desplegadas).

Además, los rusos desean sumar a las otras potencias nucleares a futuras negociaciones sobre el control de armas. Esto también tiene sentido, porque, a medida que las ojivas totales estadounidenses y rusas sean reducidas, los arsenales de otras potencias nucleares se tornarán más grandes en comparación. Finalmente, a los rusos les agradaría negociar sobre las armas en el espacio. Si bien los países usualmente evitan negociar una ventaja en una categoría de armas, los Estados Unidos serían prudentes al hacerlo en este caso porque también son líderes en la utilización del espacio para usos comerciales y militares no armamentísticos (satélites para la navegación, las comunicaciones, la vigilancia, y la alerta temprana). Así, los Estados Unidos pueden ser líderes en el desarrollo de armas espaciales, pero son también los más vulnerables a esas armas. E incorporar a otros países a esas negociaciones es esencial, porque otras naciones además de Rusia—por ejemplo, China—también podrían utilizar armas en el espacio.

En resumen, para promover sus propios intereses, los Estados Unidos deberían examinar a conciencia, y tal vez aceptar, las propuestas de Rusia para un futuro control de armamentos.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.