Por Ivan Eland

El 31 de marzo de 2010, el New York Times escribió un editorial que sucintamente expresaba horror ante los atentados terroristas del metro de Moscú, advertía luego que el Primer Ministro, Vladimir Putin podría no obstante volver a utilizar los ataques terroristas para consolidar aún más su poder, y finalmente le señaló a Rusia que la única forma de derrotar al extremismo era abordando las causas subyacentes. Un editorial así de aleccionador de parte alguna publicación rusa tras los ataques del 9 de septiembre de 2001 hubiese generado indignación en los Estados Unidos. Sin embargo, las mismas conclusiones y recomendaciones que el Times le hizo a Rusia a raíz de su tragedia podrían aplicarse de igual manera a la política estadounidense posterior al 11/09.

A raíz de los atentados del metro de Moscú, opinó el Times,

“Estamos preocupados. . . que el Primer Ministro Vladimir Putin utilizará al horror del lunes como otra excusa para seguir consolidando su control autoritario del país”.

“Después de que los extremistas de Chechenia ejecutaron una serie de sangrientos ataques en 2004, el entonces presidente Putin logró aprobar “reformas” supuestamente destinadas a mejorar la seguridad de los rusos. Su efecto fue otorgarle al Kremlin, el Sr. Putin, y los servicios de seguridad del Estado de donde éste proviene, demasiado poder para silenciar a una prensa libre y sojuzgar prácticamente a todos los rivales políticos”.

Sin embargo de manera similar, a raíz del 11/09, la administración de George W. Bush actuó con rapidez para expandir el Poder Ejecutivo estadounidense más allá de las ya fornidas capacidades de la presidencia imperial en el ámbito de una “presidencia a base de esteroides”. Por ejemplo, Bush sostenía que durante épocas de guerra, el presidente podía ignorar las leyes sancionadas por el Congreso, en especial los estatutos que exigen la autorización emanada de un tribunal para vigilar a los estadounidenses. Gobernar de ese modo mediante órdenes ejecutivas es usualmente lo que hacen los dictadorzuelos. Bush también detuvo de manera inconstitucional a sospechosos de terrorismo, incluidos ciudadanos de los EE.UU., de manera indefinida sin mediar juicio alguno y luego aprobó la tortura, que estaba prohibida por las leyes estadounidenses e internacionales, contra ellos. De modo tal que los políticos en los Estados Unidos también pueden usar los ataques terroristas para rapiñar más poder en nombre de reforzar la seguridad.

Aún más obcecadamente, el Times sermoneó condescendientemente a Putin sobre que,

”Si Rusia desea tener alguna esperanza de derrotar el extremismo, el Sr. Putin va a precisar concentrarse menos en la promoción de su propio poder y más en las profundas raíces de los conflictos en el Cáucaso. Puede comenzar por prestarle atención a su protegido, Dmitri Medvedev, el actual presidente que ha urgido a que el Kremlin resuelva las desigualdades subyacentes que alimentan la militancia, incluida la pobreza, el desempleo y la corrupción oficial. La fuerza bruta por sí sola no funcionará esta vez”.

Y esto del periódico insignia en un país que durante muchos años se ha negado a sondear las profundas causas de los ataques del 11/09 y, de hecho, ha permitido a sus políticos hacer más de lo mismo. Si los medios de comunicación estadounidenses y los miembros del Congreso hubiesen examinado los escritos de Osama bin Laden para intentar determinar con honestidad sus motivos para atacar a los Estados Unidos, la innecesaria y prolongada ocupación de Afganistán y la irresponsable invasión y ocupación de Irak podrían haberse evitado antes de que empeoraran el problema del terrorismo vengativo anti-estadounidense. Bin Laden ha sido claro respecto de que ataca a los Estados Unidos debido a su intervención y ocupación militar de tierras islámicas.

Aunque es fácil agárraselas con el Times, la opinión del periódico meramente refleja la falta de introspección de parte de la elite política de los EE.UU. y la sociedad estadounidense sobre los efectos nocivos de una política exterior de los EE.UU. de intervencionismo en ultramar y las hostiles reacciones foráneas ante él. Por ende, el que tiene un techo de vidrio no debería arrojar piedras al de su vecino, sino más bien procurar mantener limpiar el propio.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.