La mayoría de los estadounidenses simplemente asume que las acciones del gobierno de los EE.UU. para protegerlos del terrorismo, si bien no perfectas, son racionales, basadas en información y análisis acertados, y emprendidas con la intención de proteger a la mayor cantidad de gente posible. Pero la respuesta del gobierno aquí a los trágicos atentados en el metro ruso debería plantear interrogantes acerca de dichos supuestos.

En respuesta a los atentados con bombas del metro en Rusia, el sistema de subterráneos de Washington, DC, amplió su seguridad—con la policía de tránsito y perros entrenados para olfatear bombas llevando a cabo redadas en las estaciones del metro y el ferrocarril. Sin embargo, los atacantes del metro en Rusia es probable que sean chechenos o de otros pueblos en el Cáucaso del Norte que buscan la independencia de Rusia. Pese a que los rebeldes chechenos han dependido de la financiación de al-Qaeda y Doku Umarov, el líder insurgente checheno, y tienen varios emisarios de Al Qaeda entre su personal, los chechenos están atacando a Rusia porque los rusos continúan con una brutal represión de las aspiraciones de independencia de Chechenia.

Como con la mayor parte de los grupos locales afiliados a al-Qaeda, —por ejemplo, al-Qaeda en la Mesopotamia (Irak), al-Qaeda en la Península Arábiga, y al-Qaeda en el Magreb (norte de África)—los chechenos se concentran en las cuestiones locales, antes que en atacar al territorio de los EE.UU.. Por lo tanto, los chechenos es improbable que quieran atacar con bombas—y probablemente no tengan la capacidad de hacerlo—al sistema de subterráneos de Washington. Entonces ¿por qué la seguridad del metro de Washington se elevó tras los atentados de Moscú? O fue la irracionalidad reflexiva de que un ataque similar podría ocurrir aquí o el gobierno demostrando que se encuentra “haciendo algo” para los absurdamente nerviosos pasajeros estadounidenses.

Probablemente ambos factores tuvieron algo que ver. ¿Se acuerda de la histeria después del 11 de septiembre de 2001, cuando jóvenes de la Guardia Nacional fueron desplegados en algunos aeropuertos de los EE.UU. con rifles de asalto? Uno sólo podía esperar que no les hubiesen dado municiones y que todo fuese parte del espectáculo. ¿O qué tal la veda de corta duración de los pasajes electrónicos y la prohibición de levantarse de su asiento durante los últimos 30 minutos de cada vuelo hacia la capital del país?

La acción gubernamental a menudo parece ser una reacción, ya sea racional o no, después de un incidente grave, especialmente en el ámbito tan visible para el público como el del transporte aéreo. Tras el incidente del zapato-bomba, el gobierno nos obligó a quitarnos los zapatos y los han revisado con rayos x. Después del plan terrorista para mezclar productos químicos para confeccionar una bomba una vez abordo del avión, los líquidos fueron limitados a envases de tres onzas. El atacante con la bomba oculta en su ropa interior en la Navidad eventualmente hará que todos recibamos un revisión de cuerpo entero con escáneres. Sin embargo, uno puede subirse a un tren de Amtrak sin ningún tipo de seguridad y embarcarse en un crucero con un escrutinio mucho menos intenso que para los viajes aéreos. Si un crucero fácilmente hundible lo hiciera podría matar a más de mil personas, y un ataque con bombas contra un tren podría matar a cientos, como lo hizo en España. En parte, la seguridad aérea obtiene más esfuerzo del gobierno porque es más la gente vuela que la que toma trenes o aborda cruceros, lo que resulta en una mayor conciencia del público de la seguridad en ese sector. Independientemente de la amenaza, la política dispone que el gobierno le preste una enorme atención a la seguridad aérea.

Más importante, el gobierno también protege cosas que probablemente no vayan a ser atacadas, lo cual debería llevar al ciudadano medio a preguntarse sí siquiera entiende la amenaza de Al-Qaeda central, que está tratando de atacar objetivos de los EE.UU.. Por ejemplo, irónica y trágicamente en Washington, DC, las barreras de concreto y una fortalecida presencia policial han “bunkerizado” el monumento a Jefferson, que se supone que es un tributo al campeón de la retórica de la libertad estadounidense. Sin embargo, al-Qaeda por lo general ataca simbólicos objetivos económicos (el World Trade Center en Nueva York) o políticos (el comando militar nacional de los EE.UU. en el Pentágono). A pesar de la propaganda de George W. Bush, al-Qaeda no ataca a los Estados Unidos debido a su libertad.

Cuando Bush se la pasaba repitiendo esta tontería, Osama bin Laden, el atroz líder de al-Qaeda, emitió un enfadado mensaje negándola y reiterando que él ataca a los Estados Unidos debido a su “infiel” ocupación de tierras musulmanas y su apoyo a los corruptos dictadores del Medio Oriente.

El concerniente silencio o el embrollo deliberado respecto de los motivos de al-Qaeda para atacar a los EE.UU. por parte de los políticos y los medios de comunicación estadounidenses le permite al gobierno estadounidense evitar ser responsabilizado por su negligencia concurrente en provocar el terrible terrorismo vengativo, como los ataques del 11/09/2001. La excesiva seguridad en el monumento a Jefferson muestra lo lejos que llegará el gobierno para mantener la farsa.

Si se desea frenar el terrorismo, las causas subyacentes tienen que ser eliminadas. En el caso de Rusia, tiene que reconocer de alguna manera la autodeterminación chechena. En el caso de los Estados Unidos, un debate honesto tiene finalmente que ocurrir sobre los efectos contraproducentes de una política exterior estadounidense innecesariamente intervencionista y militarizada en el exterior. Las políticas exterior y de defensa de una nación se supone que tienen que volver más seguros a su pueblo y territorio, no menos.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.