El Bay Bridge tiene una lección para la reforma del cuidado de la salud

9 de noviembre, 2009

Le guste o no, el proyecto de ley de la atención de la salud del Congreso en última instancia se reduce a una sola pregunta: ¿Cuánta fe tienes de que un comité designado políticamente en Washington D.C. pueda determinar qué es lo mejor? Después del fracaso de la semana pasada del Bay Bridge, los residentes del Área de la Bahía de San Francisco harían bien en considerar el obvio paralelismo. Si el gobierno no puede construir un puente que nos mantenga a salvo, ¿puede en verdad confiársele el futuro de la atención de la salud estadounidense?

La propuesta original — impulsada por el terremoto de Loma Prieta de 1989 — era una reparación del puente relativamente sencilla y de reacondicionamiento sísmico, que se estimaba insumiría cuatro años a un costo de entre 150 y 200 millones de dólares. Sin embargo, una idea más grande se impuso: En vez de simplemente reparar el puente averiado, ¿por qué no reemplazarlo por una estructura totalmente nueva, que tuviera un diseño de «categoría internacional» destinado a crear «una identidad inspiradora para Oakland y el Este de la Bahía»?

Se designó un Grupo de Tareas del Bay Bridge y éste eventualmente seleccionó un diseño nunca antes construido para el nuevo cruce, despertando las protestas de ingenieros eruditos que lo denunciaron como sísmicamente inseguro. Pese a que la oferta más baja fue de 300 millones dólares más que los costos proyectados, el Departamento de Transporte de California (conocido como Caltrans) siguió adelante con el plan. Eligiendo no revisar sus estimaciones de costos para el puente, Caltrans prometió en cambio «llevar a cabo de manera agresiva medidas de ahorro de costos a fin de mantenerse dentro del presupuesto del proyecto de 2,6 mil millones de dólares (billones en inglés)». Actualmente, se prevé que el puente estará terminado en 2013 — 24 años después del terremoto de Loma Prieta — a un costo de 6,3 mil millones de dólares (billones en inglés).

La primera señal de que el diseño podría no ser tan de «categoría internacional», fue la grieta en un tensor metálico descubierto durante — y probablemente causada por — los trabajos de construcción realizados el fin de semana del Día del Trabajo. Según el diagnóstico del profesor de ingeniería civil Abolhassan Astaneh-Asl de la UC Berkeley, quien se ha pasado 20 años estudiando el puente, la grieta del Día del Trabajo fue un «señal de advertencia» de que la «reparación que efectuaban en era realidad colocar un apósito». Después de tan sólo siete semanas, el apósito se rompió. Este resultado no debería sorprender. Una vez que el control fue transferido a un comité político, las decisiones dejaron de basarse en lo que mejor sirve a los usuarios del puente. El costo y la funcionalidad quedaron en segundo lugar frente a características visualmente atractivas pero innecesarias, todo lo cual será solventado con peajes más altos por transitar por el puente. Estos agregados fueron planeados sin ninguna preocupación por el impacto que los peajes más elevados pudiesen tener sobre aquellos que los tengan que abonar.

Desafortunadamente, el proyecto de ley sobre la atención de la salud establece precisamente el mismo tipo de proceso de toma de decisiones por parte de individuos designados políticamente sin rendición de cuentas a aquellos que realmente van a utilizar o pagar por el sistema resultante.

El proyecto de ley establece un Comité Consultivo de los Beneficios de la Salud con la facultad de restringir o permitir a alguien el acceso futuro a la atención de la salud. El comité está encargado de suministrar los detalles para la “opción pública” y el establecimiento del precio para los participantes del plan. En resumen, el comité tendrá un enorme poder para decidir qué servicios de salud cualquier aseguradora pública o privada puede cubrir, a qué costo y para quién.

Aquellos que esperan a tener una futura atención de la salud cubierta por algo más que un apósito deberían evaluar seriamente la conveniencia de un comité de salud establecido políticamente y que no le rinde cuentas a nadie. Mejoras pueden y deben ser realizadas, pero una supervisión federal de todo el sector no es más necesaria o conveniente que un reemplazo con un «diseño de firma» con un presupuesto dilapidador y sísmicamente defectuoso para nuestro utilitario Bay Bridge.

Las promesas de pagar los sobrecostos del puente —que siguen siendo incontables — con «medidas de ahorro de costos» quedaron en nada, como sin duda terminarán aquellas que actualmente están haciendo los defensores de la revisión de la atención de salud. Si permitimos que la atención de salud siga el mismo camino que el plan del apósito, no debería sorprendernos que el resultado se asemeje al del puente — un diseño defectuoso con costos exorbitantes y beneficios menguantes.

Traducido por Gabriel Gasave

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