Nota del editor: Jeffrey A. Miron es disertante en economía en la Harvard University. Siendo un libertario, fue uno de los 166 economistas académicos que suscribió una carta dirigida a los líderes parlamentarios oponiéndose al plan de salvataje del gobierno.

CAMBRIDGE, Massachusetts (CNN)—Diez días después de la promulgación de su salvataje del sector financiero por 700 mil millones de dólares, el Tesoro de los EE.UU. ha anunciado que implementará este programa, en parte, otorgándole a los bancos 250 mil millones a cambio de una participación en su paquete accionario.

En otras palabras, el gobierno estadounidense adquirirá una significativa parte de la propiedad del sector bancario.

El objetivo de esta adquisición de acciones es la de “inyectar liquidez”. Esto, en principio, mejorará la solvencia de los bancos e incrementará los prestamos bancarios, minimizando de esa forma las posibilidades de una recesión.

Este enfoque parece ser el favorito del Tesoro, por encima de la estrategia previamente anunciada de adquirir los “activos problemáticos” de los bancos. El Tesoro está planeando también garantizar la nueva deuda bancaria y expandir el seguro de los bancos de depósitos.

Es una pena, pero el nuevo esquema no es en nada mejor que el primero. Aquí las razones.

Si los bancos se encontrasen esencialmente sanos pero transitoriamente en necesidad de efectivo, podrían vender sus acciones a los inversores privados. Sin embargo, son pocos los inversores que actualmente desean las acciones de los bancos, debido a que no pueden discernir cuáles bancos se encuentran meramente ilíquidos—faltos de efectivo para nuevos prestamos porque sus activos son momentáneamente vendibles solamente a precios regalados—y cuáles se encuentran fundamentalmente insolventes—faltos de efectivo y detentando activos cuyos valores fundamentales son menores a los de las obligaciones del banco.

Esta falta de transparencia es un impedimento crucial para las nuevas inversiones, y por ende para los nuevos prestamos.

No obstante, la inyección gubernamental de dinero en efectivo hace poco por mejorar la transparencia. Un banco con activos complicados y depreciados se encontrará en gran medida en la misma posición después de que el gobierno le otorgue efectivo que antes de ello, dado que los inversores externos todavía tienen una información limitada acerca de la solvencia de cualquier banco individual.

Tal vez el nuevo efectivo incentive la venta de los malos activos o empuje a los bancos a revelar sus balances, pero eso está lejos de ser algo obvio. Además, los bancos podrían permanecer cautelosos aún a pesar de esta incrementada liquidez debido simplemente a la falta de certeza acerca de la economía. Así, resulta difícil saber si las inyecciones de efectivo en verdad impulsarán a que los bancos presten.

En cualquier caso, la propiedad gubernamental de los bancos tiene aterradoras implicancias en el largo plazo, ya sea que alivie o no la crisis crediticia.

La propiedad gubernamental significa que las fuerzas políticas determinarán quién gana y quién pierde en el sector bancario. El gobierno, por ejemplo, impulsará a los bancos a auxiliar a los solicitantes de créditos con pobres antecedentes crediticios, a subsidiar a las industrias políticamente conectadas y a prestar en los distritos de los miembros del Congreso poderosos. Todo esto es algo horrible para la eficiencia económica.

La presión gubernamental será difícil de resistir por parte de los bancos, dado que el gobierno puede tanto amenazar con retirar su participación como propietario como prometer inyecciones adicionales cuando desee modificar el comportamiento del banco. Los bancos responderán acomodándose a los objetivos del gobierno a cambio de seguir recibiendo su apoyo financiero. Esto es capitalismo de amigos, puro y simple.

La propiedad gubernamental de los bancos no será algo temporal. Los políticos pueden juramentar que revertirán la posición del gobierno una vez que las “condiciones económicas mejoren”, pero nadie puede hacer cumplir esa promesa. La tentación de usar a los bancos como una herramienta política será permanente, no temporal, de modo tal que la propiedad gubernamental continuará por décadas, o por siempre.

Peor aún, la propiedad gubernamental de los bancos sienta un precedente para la propiedad de cualquier industria que padezca dificultades económicas. Algunos podrán sostener que la banca es “esencial”, pero muchas industrias—la automotriz, del acero, de la computación o de la agricultura—efectuarán reclamos similares cuando sea su turno de exigir un salvataje. Así, la banca será solamente la primera víctima de una enorme expansión del papel del gobierno. Esto nuevamente tendrá desastrosas consecuencias para la eficiencia económica.

Por último pero no por ello menos importante, una “inyección de liquidez” gubernamental no es otra cosa que un rescate.

La inyección implica que los bancos reciben efectivo, y que lo obtienen ahora. Esto beneficia a los actuales accionistas y tenedores de bonos, razón por la cual las acciones han subido ante las noticias de las inyecciones.

No obstante, el gobierno recibe acciones que podrían terminar valiendo nada, dado que algunos bancos quebrarán de todos modos. El gobierno obtiene acciones que jamás podría llegar a negociar en el mercado o que tengan su valor determinado por las variables principales de la economía. El gobierno recibe acciones que no podrá vender durante años, si es que puede hacerlo alguna vez, y genera turbulencias en los mercados de activos en la medida que los inversores interpreten las decisiones del gobierno y se posicionen para lucrar con ellas.

Así, la compra por parte del gobierno de acciones de los bancos, es una transferencia de los contribuyentes hacia individuos que asumieron riesgos enormes y perdieron. Los Estados Unidos, y el mundo, se han metido en el actual descalabro al procurar eliminar el riesgo, algo que todos deberían haber sabido era un solución tonta. De esta forma, rescatar la toma de riesgos—u ofrecer nuevas garantías para los prestamos y los depósitos—creará problemas aún mayores en el futuro.

Es tiempo de que el gobierno haga aquello que hace bien: nada en absoluto. Esto significaría un serio padecimiento económico en el corto plazo, en la medida que más bancos caigan y la economía padezca una recesión. Pero sin embargo, al igual que con un paciente de cáncer al que le han extraído un tumor, el beneficio de largo más que compensará todo aquello.

Traducido por Gabriel Gasave.