En el crepúsculo de sus ocho años de mandato, George W. Bush es la persona más solitaria de la ciudad por estos días. ¿Lo recuerda? Con la economía por el suelo, la Guerra de Irak azotando con un numero de victimas en los niveles de 2004 (algo que por entonces nos horrorizaba a todos), la popularidad de Bush se encuentra en el sótano. El candidato presidencial republicano John McCain se está alejando de él más rápido que una barredora de nieve de Alaska. Los medios de prensa se han olvidado de él, a medida que cubren lo que los dos aspirantes a reemplazarlo desayunan, almuerzan y cenan cada día.

Pero los historiadores no lo olvidarán y los pocos periodistas que todavía le siguen prestando atención se están preguntando sí es el peor presidente de la historia. Aunque cueste creerlo, probablemente la respuesta es no.

Es cierto, Bush ha fallado en atrapar o matar a Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri, los líderes de al Qaeda que perpetraron los ataques del 11 de septiembre de 2001, porque se distrajo con la ocupación de dos países musulmanes en los cuales es improbable que anden merodeando. Pese a que tales ocupaciones (“edificación de naciones” si fuese un presidente demócrata el que estuviese haciéndolas) son presentadas como una parte necesaria de la “Guerra contra el Terror,” meramente han inflamado a los islamistas radicales alrededor del mundo e incrementado sus ataques terroristas. Tal vez e incluso más importante aún, la Guerra contra el Terror de Bush ha socavado también el apreciado sistema de gobierno estadounidense al suspender de manera inconstitucional el habeas corpus; aumentar la vigilancia gubernamental del público estadounidense, incluido el espionaje inconstitucional sin ordenes revisadas judicialmente; practicar la tortura y distorsionar los pesos y contrapesos constitucionales al expandir la autoridad de una presidencia ya casi imperial. Sin embargo, podría sostenerse que varios otros presidentes han hecho cosas peores.

No obstante que Bush mintió para entrar en la guerra, muchos presidentes lo han hecho, y él parece tener al menos alguna vaga concepción de que fue en los intereses de la seguridad de los EE.UU. hacerlo (incluso si salvaguardar los suministros de petróleo a los EE.UU. fue la verdadera razón). En 1846, el presidente James Polk le mintió al Congreso en el comienzo de un guerra contra el mucho más débil México tan solo para manifiestamente echarle el guante a enormes cantidades de su tierra—el sudoeste de los EE.UU., incluida California.

En 1898, el presidente William McKinley atacó al enclenque imperio español para hacerse de sus colonias de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Anexó Hawaii por la fuerza. Extrañamente, los filipinos no estuvieron tan agradecidos con su “liberación” de España. Iniciaron una guerra de guerrillas cuando descubrieron que en vez de obtener su independencia, iban a convertirse en la primera colonia de unos anti-colonialistas Estados Unidos. En la represión estadounidense de la insurgencia en las islas de las Filipinas, alrededor de 200.000 filipinos murieron a causa de la tortura, las atrocidades, el combate, las hambrunas y las enfermedades. La Guerra Hispano-Estadounidense convirtió a los EE.UU. en una potencia militar e iniciaron su larga cruzada a favor de un imperio estadounidense en el exterior. La guerra también permitió que McKinley se convirtiese en el primer presidente moderno—es decir, expandiendo de manera permanente las facultades presidenciales (vis-à-vis las otras ramas del gobierno) más allá de lo que los fundadores de la nación y la Constitución jamás habrían imaginado

Al hacer del mundo un sitio seguro para la guerra, la autocracia y el colonialismo, el presidente Woodrow Wilson ayudó a garantizar que el siglo 20 fuera el más sangriento de la historia humana. Pese a que el ingreso tardío de los EE.UU. en la Primera Guerra Mundial volcó el equilibrio en favor de los aliados, Wilson dilapidó su poder de negociación en la conferencia de paz tras la guerra al permitirles a los británicos y franceses imponer una paz feroz sobre la derrotada Alemania a fin de conseguir su apoyo para su débil Liga de las Naciones. Los aliados refregando la nariz de Alemania en la mugre llevaron al poder a Hitler y provocaron la Segunda Guerra Mundial. Wilson también le pagó al gobierno provisional de Rusia para que permaneciese en la sanguinaria Primer Guerra Mundial, causando así la revolución que llevó al poder al partido bolchevique que se oponía a la contienda. Wilson luego envió tropas de los EE.UU. para tratar de derrotar a los bolcheviques en la guerra civil rusa, lo que contribuyó a la sospecha que provocó la eventual Guerra Fría con la Unión Soviética. Wilson, el presidente más intervencionista de la historia de los Estados Unidos, también levó a cabo varias incurciones militares en América Latina, en su gran mayoría para ayudar a los intereses empresariales estadounidenses. Fue también el primer presidente que alguna vez movilizó a la totalidad de la economía de los EE.UU. para la guerra y de esa forma fue el padre del gobierno grande con carácter permanente. Las violaciones a las libertades civiles de Wilson durante la Primera guerra Mundial fueron las peores en la historia estadounidense y hacen que las de Bush luzcan bastante moderadas.

A pesar de que los Estados Unidos retornaron a su sabia política exterior tradicional de refrenamiento militar durante el periodo transcurrido entre las dos guerras, Harry Truman trajo una vez más y de forma permanente al intervencionismo wilsoniano tras la Segunda Guerra Mundial. Truman sentó varios precedentes malos al bombardear resueltamente para matar a cientos de miles de civiles inocentes en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea; al librar de manera inconstitucional la Guerra de Corea sin una declaración formal; al crear el complejo militar-industrial que condujo al primer gran ejército permanente en épocas de paz en la historia de los EE.UU.; al expandir sus facultades como Comandante en Jefe al intentar confiscar acerías privadas y al establecer el actual imperio estadounidense informal de alianzas y bases militares en el exterior, ayuda externa y libertinas intervenciones militares de los EE.UU. para vigilar ese dominio. En otras palabras, Truman enterró de manera permanente a la tradicional política exterior de los Estados Unidos de refrenamiento militar.

No se equivoque. George W. Bush ha sido un horrible presidente y uno de los peores en la historia de los Estados Unidos. Pero de los 42 hombres que sirvieron como presidentes, estos cuatro—Polk, McKinley, Wilson y Truman—fueron probablemente peores.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.