Es un lugar común entre los economistas enfatizar que la ayuda a los pobres con programas gubernamentales de bienestar involucra un compensación: obtenemos mayor igualdad (o equidad), pero sacrificamos algo de eficiencia económica. Cómo cuantificar este compensación de una manera significativa para los que no son economistas ha sido siempre un desafío, pero el fallecido economista Arthur Okun introdujo una metáfora popular que ayuda a clarificar el papel de la eficiencia en la evaluación de los programas de bienestar.

Cuando el ingreso es redistribuido del rico al pobre, Okun sugirió imaginar que “. . . el dinero debe ser transportado del rico al pobre en un balde que gotea. Parte de él simplemente desaparecerá en el trayecto, de modo tal que los pobres no recibirán todo el dinero que es tomado de los ricos”. El dinero no desaparece literalmente, por supuesto, sino que las ineficiencias producen resultados que a menudo pueden ser caracterizados de este modo. Cuando no existe ineficiencia alguna, no hay ninguna gotera en el balde y un dólar menos para el rico significa un dólar más para el pobre. Con políticas ineficientes, el balde gotea y el tamaño de la gotera mide la magnitud de la ineficiencia.

¿Así qué exactamente cuán poroso es el balde que gotea? Cuando Okun escribió al respecto (1975), pensaba que las goteras eran pequeñas, pero en la actualidad los economistas creen que son significativamente más grandes de lo que él suponía. A pesar de que existen demasiadas variables como para dar una cifra precisa, podemos tener una idea aproximada que es consistente con las investigaciones al seguir a un dólar en su viaje desde los contribuyentes hasta los beneficiarios de bajos ingresos.

Cuando el gobierno les quita a los contribuyentes un dólar, les impone un costo mayor que un dólar debido a las ineficiencias producidas por la política tributaria. Según el Concejo de Asesores Económicos del presidente, los contribuyentes soportan un costo de aproximadamente $1,50 cuando el gobierno recauda un dólar en concepto de impuestos. De estos cincuenta centavos de costo adicional, diez centavos se deben a los costos de acatamiento del contribuyente (mantener registros, el tiempo desperdiciado llenando formularios impositivos, etc.) y el resto es atribuible a las distorsiones en el comportamiento económico (efectos sobre el trabajo, el ahorro y el gasto).

Armado con un dólar de los contribuyentes, el gobierno lo gasta en un programa de bienestar. El costo administrativo de los programas de bienestar adsorbe parte de este dólar, probablemente alrededor de diez centavos en promedio. Así, noventa centavos de los recursos en verdad van a los beneficiarios.

Pero los beneficiarios del bienestar no reciben beneficios por valor de noventa centavos debido a las ineficiencias producidas por los programas de bienestar. Los programas de bienestar socavan los incentivos laborales, afectan la forma de vida y distorsionan la decisiones de consumo. El tamaño en conjunto de esta gotera no está tan bien establecido por las investigaciones como si lo está el lado impositivo de la transacción, pero estimo que un beneficio de bienestar de noventa centavos representa tan solo cerca de sesenta centavos para los beneficiarios—una gotera de treinta centavos.

Una gotera más soportada por los beneficiarios de bajos recursos de los programas de bienestar es su cumplimiento de los costos—suministrar pruebas de que califican para los beneficios del bienestar. Desconozco la evidencia acerca de cuán grandes son estos costos pero asumamos que son diez centavos, lo mismo que para los contribuyentes.

De este modo, una transferencia que coloca un costo de $1,50 sobre los contribuyentes proporciona un beneficio que vale cincuenta centavos para sus destinatarios. En términos del balde que gotea, dos tercios de su contenido ha sido derramado debido a las ineficiencias en el impuesto y en los programas de transferencias. No podemos proporcionar un dólar en beneficios a los pobres al costo de un dólar para el pudiente. En cambio, los contribuyentes soportan un costo de tres dólares por cada dólar de beneficio para los pobres.

En verdad, es probable que esto subestime el tamaño de la pertinente gotera porque las estimaciones están basadas en cómo las políticas afectan a los contribuyentes y beneficiarios en un momento específico. Pero la gente no permanece en la misma categoría de ingresos a lo largo del tiempo—aquellos que reciben beneficios del bienestar este año pueden ser contribuyentes el año próximo. Por ejemplo, una reciente investigación del Tesoro encuentra que más de la mitad de los hogares en el quintil más pobre de la población (probablemente recibiendo beneficios del bienestar) en 1996 se encontraban en una categoría de ingresos más alta tan solo nueve años después (y probablemente pagando impuestos). Lo que importa obviamente es cómo el impuesto y el sistema de transferencia afecta a la gente a lo largo de sus vidas, no tan solo en un año.

Para observar por qué esto implica que la gotera a lo largo de toda una vida será superior a los dos tercios, considérese un escenario en el cual la persona A vive cuatro años con un ingreso bajo (recibiendo un beneficio de cincuenta centavos) y un año con un ingreso elevado (soportando un costo de $1,50), mientras que la persona B posee un ingreso alto durante cuatro años y un ingreso bajo durante un año. La persona A tiene un ingreso significativamente más bajo durante el periodo de cinco años, pero la gotera del 67 por ciento anual en el balde con que se realiza la transferencia implica que A gana solamente cincuenta centavos por el periodo de cinco años como un todo, mientras que la persona B pierde $5,50. Cuando el balde agujereado es evaluado por el periodo de cinco años como un todo, más del 90 por ciento del contenido del balde se ha desperdiciado.

El reconocimiento de que las políticas gubernamentales, al margen de los programas del bienestar, a menudo perjudican a los pobres (tal como las políticas inmigratorias deprimen los índices salariales para los trabajadores no calificados y los subsidios al etanol incrementan los costos de los alimentos) hace que sea enteramente posible que el Estado de bienestar como un todo termine afectando a aquellos a los que está procurando ayudar.

Cada año los estadounidenses de ingresos altos transfieren más de un billón de dólares a los estadounidenses de ingresos bajos a través de una complicada colección de políticas. El balde que gotea ayuda a explicar porqué los resultados han sido decepcionantes. Deberíamos considerar la posibilidad de que el balde redistributivo sea en verdad un colador antes de embarcarnos en una expansión adicional de las política de bienestar estatales.

Traducido por Gabriel Gasave