Washington, DC—¿Quién es responsable del astronómico precio del petróleo? Como quedó de manifiesto cuando los ejecutivos petroleros testificaron con respecto a sus salarios y bonos ante unos legisladores que ponían cara de madres superioras, en Estados Unidos se está culpando a las compañías de hidrocarburos. En Europa, los manifestantes denuncian a sus gobiernos por no emprender acciones inmediatas para proteger a los consumidores. De Hong Kong a Australia y de Madrid a Buenos Aires, los diarios llaman “especuladores” a los agentes financieros que están detrás los 260 mil millones de dólares actualmente invertidos en fondos vinculados a los “commodities”.

Esos no son los culpables. Durante años, los países dotados de petróleo, como Rusia, Venezuela o México, han arruinado su propia capacidad de producirlo por utilizarlo como arma política. Esto no significa que no estén produciendo millones de barriles diarios, sino que son incapaces de poner la producción al día con la creciente demanda y que los agentes financieros no creen que vayan a aumentar la oferta de petróleo en el futuro.

A ello hay que añadir que la política monetaria de Estados Unidos, la mayor economía del mundo, ha sido muy laxa durante los últimos años, alimentando lo que algunos estudiosos llaman una burbuja petrolera.

Si consideramos también que en las tres últimas décadas Estados Unidos, país que representa un cuarto de la demanda mundial de petróleo, ha visto limitada su capacidad de refinar crudo debido a las restricciones medio ambientales, es perfectamente lógico que la gasolina esté por las nubes en este país.

Todas estas causas se resumen en un pecado original: la interferencia de los políticos en el juego de la oferta y la demanda, de las ganancias y las pérdidas. Echando sal sobre la herida, algunos políticos plantean propuestas que en el mejor de los casos no harán nada para curar el mal (feriados impositivos) y en el peor (aumento de impuestos sobre las compañías petroleras, utilización de la legislación antimonopólica para impedir la “concentración del mercado”, más subsidios a los biocombustibles, control de precios) mantendrá el petróleo bajo tierra.

Durante buena parte de su Presidencia, el hobby de Vladimir Putin consistió en encarcelar a los dueños de las grandes compañías y asumir su control. Por eso, Rosneft y Gazprom, los gigantes energéticos estatales, poseen más de la mitad de las reservas rusas de petróleo y gas. Además, Putin elevó los impuestos sobre los beneficios petroleros al 90 por ciento. Todo esto dio al “zar” ruso dinero y poder para chantajear a los importadores europeos de hidrocarburos rusos y presionar a países vecinos como Ucrania. Cuando la producción petrolera alcanzó los 9 millones de barriles diarios, pareció que Putin era Midas. Al mismo tiempo, la tecnología iba quedando obsoleta y las inversiones de capital necesarias para garantizar una saludable expansión productiva no estaba realizándose. ¿El resultado? La producción cayó este año por primera vez. No sorprende que los agentes de “commodities” estén “especulando” con que Rusia no ayudará a bajar el precio del petróleo en el futuro.

Historia similar es la de Venezuela, donde en años recientes, bajo la Presidencia de Hugo Chávez, ha disminuido la producción de petróleo en un millón de barriles, según cifras de la OPEP. La compañía petrolera, PDVSA, es un instrumento clave de la farsa bolivariana de Chávez, que destina miles de millones de dólares a otros países en lugar de expandir la capacidad productiva. En México, el proyecto Cantarell, el segundo mayor yacimiento petrolífero del mundo, ha visto caer su producción en picado en los últimos años debido a que la ley impide al capital privado mancillar el honor nacional con su sucia sed de ganancias.

Pero la insuficiencia de la oferta no es el único problema. Algunos economistas, entre ellos Paul van Eeden y Frank Shostak, argumentan de manera convincente que la política monetaria laxa de la Reserva Federal entre junio de 2001 y junio de 2004, y nuevamente a partir de septiembre de 2007, ha alimentado la inflación, provocando malas inversiones en la economía: iniciativas empresariales que de otra forma no se justificarían y han generado una mayor demanda de petróleo. Por supuesto, en otros países, China en particular, la inflación gatillada por la política monetaria también ha elevado la demanda energética.

La gente tiene motivos para el enfado. No hay razón alguna para que un barril de petróleo tenga que costar tanto y en una economía tan productiva como la de los Estados Unidos la gente deba pagar más de $4 por un galón de combustible. Revertir los errores que nos llevaron a esta situación será costoso y extremadamente impopular. Colocar la responsabilidad donde corresponde es una forma de empezar.

(c) 2008, The Washington Post Writers Group


Alvaro Vargas Llosa es Asociado Senior en el Independent Institute.