Lejos del fragor de la contienda presidencial, un serio debate está teniendo lugar acerca del futuro de la política espacial de los Estados Unidos.

Disertando recientemente en Colorado Springs, donde se encuentran los cuarteles generales del Comando Espacial de la Fuerza Aérea de los EE.UU., el Senador republicano Wayne Allard y el Representante demócrata Mark Udall coincidieron en que el próximo presidente, citando a Allard, “deberá escoger qué dirección tomar”.

Las opciones son tanto sombrías como claras. Allard se encuentra entre aquellos que consideran que los Estados Unidos necesitan armas defensivas contra misiles en el espacio – armas que también podrían ser direccionadas contra los satélites de otras naciones. Udall, presidente del subcomité parlamentario que supervisa a la NASA y candidato a suceder a Allard que se retira, se opone a los armamentos espaciales. “Mi opinión será que todas las naciones del mundo que comparten un situación de ventaja en el espacio”, sostuvo, no se involucren en una nueva carrera armamentista “que resulte en la militarización del espacio”.

Momento de decisión

El próximo presidente tendrá que elegir.

El momento de decisión se está acercando rápidamente. En enero de 2007, China destruyó un envejecido satélite meteorológico chino en una prueba de armas anti-satélites, más o menos replicando una prueba estadounidense de 1985.

¿Queremos que China domine el espacio? Por supuesto que no, adelantándonos a algunos que sostienen que los Estados Unidos tienen que reclamar el espacio – y pronto.

Mi opinión es que no deberíamos desear que nadie domine el espacio; deberíamos hacer todo lo posible para garantizar que el espacio se mantenga libre de armas.

Quien sea que se convierta en el próximo presidente estadounidense debería liderar ese esfuerzo convocando a las naciones del mundo a actualizar el Tratado sobre el Espacio Exterior que ya tiene 41 años.

El viejo tratado – inspirado por el presidente Dwight D. Eisenhower – entró en vigencia en octubre de 1967. Incluso el entonces embajador de la Unión Soviética en los Estados Unidos, Anatoly Dobrynin, elogió al tratado como un hito, garantizando que el espacio sería utilizado solamente para “actividades pacíficas – en beneficio de toda la humanidad”.

En verdad, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética trabajaron en una variedad de armas espaciales y sistemas anti-satélites durante la Guerra Fría, paro ningún país desplegó un sistema de armamentos espaciales amplio.

Después de que la Unión Soviética colapsó en 1991, las compuertas se abrieron en los Estados Unidos y muchos influyentes “guerreros del espacio” empezaron a sostener que había llegado el momento de la dominación estadounidense del espacio. Sus partidarios sostuvieron que si los Estados Unidos pudiesen dominar el espacio en una época de conflicto, ningún “competidor del mismo rango” nos desafiaría jamás, asegurando una paz duradera.

En octubre, el ex gobernador de Nueva York George Pataki, actuando como un delegado del público ante la Asamblea General de la ONU, sostuvo que los Estados Unidos permanecen plenamente comprometidos con los “usos pacíficos del espacio”. Pero, agregó que, “las discusiones acerca de los méritos de los tratados para evitar la denominada ‘militarización’ del espacio exterior serían un ejercicio sin sentido”.

¿Sin sentido para quién?

Los Estados Unidos tienen más que perder con una carrera armamentística en el espacio que cualquier otro país. De los más de 800 satélites comerciales, científicos y militares que se encuentran actualmente en órbita, más de la mitad ostenta la etiqueta de “Hecho en los Estados Unidos”. Eso puede ser lo que los chinos estaban tratando de decirnos el año pasado cuando llevaron a cabo su prueba anti-satélites.

Las pruebas chinas

Durante varios años, China ha intentado llevar a los Estados Unidos a la mesa de negociaciones, sin éxito. La prueba china puede haber sido una llamada de atención. Su mensaje: Sigamos con las conversaciones sobre el tratado; de otro modo, los desafiaremos en el espacio.

La dominación militar del espacio es una situación en la que nadie gana. En vez de considerar tales ideas, el próximo presidente debería presionar en favor de un nuevo tratado espacial sólido, uno que sea verificable y tenga dientes.

Es hora de que nuestro país, que procura influir sobre el mundo con el ejemplo, sea visionario y audaz. ¿Y qué puede ser más audaz y más visionario – para una nación y un nuevo presidente – que conducir al mundo hacia un tratado que asegure que el espacio permanecerá libre de armamentos y libre de conflictos?

Traducido por Gabriel Gasave


Mike Moore es Investigador Asociado en The Independent Institute, ex director de The Bulletin of the Atomic Scientists, y autor del libro, Twilight War: The Folly of U.S. Space Dominance.