Antes de ser designado presidente del Banco de la Reserva Federal, Ben Bernanke era conocido en los círculos académicos por sus trabajos sobre la Gran Depresión. El Sr. Bernanke concluyó de sus estudios que la recuperación de la economía de los Estados Unidos se debió en gran medida a las agresivas acciones del Presidente Franklin D. Roosevelt:

“Muchas de sus políticas no funcionaron como se pensaba pero al final, FDR merece gran parte del crédito por tener el coraje de abandonar paradigmas fracasados y hacer lo que se necesitaba”.

Mientras las investigaciones más recientes sugieren lo opuesto—que el New Deal de Roosevelt empeoró la depresión que dio inicio antes de octubre de 1929 al colapso del mercado de valores y prolongó las miserias económicas de la nación—los recientes esfuerzos del Sr. Bernanke para lidiar con la amenazadora crisis financiera y la caída del mercado crediticio son reminiscencias de su héroe. El primer acto del Sr. Bernanke fue anunciar una línea de crédito de $200 mil millones para los bancos comerciales y de inversión escasos de efectivo, que les permitiría endeudarse en títulos del Tesoro utilizando riesgosos valores respaldados en hipotecas como garantía colateral.

Luego les reiteró la oferta a las agencias de bolsa. En pocos días, Goldman Sachs, Lehman Brothers, Morgan Stanley y otros gigantes de Wall Street han obtenido $28.800 millones en nuevos prestamos.

La siguiente jugada de la Fed fue arreglar la adquisición por parte del JPMorgan Chase de Bear Stearns por el módico precio base de $236.200 millones (más tarde modificado a $1.200 millones) al garantizar activos no líquidos de Stearns por valor de $29.000 millones.

Como el Sr. Bernanke debería saber, esta no es la primera vez que el gobierno federal ha rescatado a empresas privadas. Y como también debería saber, los rescates gubernamentales son negocios riesgosos.

Durante sus famosos Cien Primeros Días, Roosevelt promulgó una ley creando la Corporación de Prestamos Para Propietarios de Viviendas para refinanciar las hipotecas, mitigar las presiones sobre los propietarios afectados por la depresión que no pudiesen realizar sus pagos mensuales y sobre los bancos que les prestaron el dinero.

La crisis crediticia de comienzos de la década de 1930, una época anterior a la garantía de los depósitos, fue precipitada por corridas contra los bancos comerciales por clientes preocupados respecto de la seguridad de los ahorros de su vida. La crisis financiera de 2008 es enormemente distinta. No hay necesidad alguna de restaurar la confianza pública en la toma de decisiones de los malos negocios.

Los bancos y las agencias de bolsa de hoy día se metieron ellas mismas en problemas al financiar enérgicamente la adquisición de hogares por parte de personas que no calificaban para los prestamos convencionales y luego agruparon a esas hipotecas de alto riesgo en paquetes accionarios que fueron vendidos a inversores individuales e institucionales. Esos títulos valores subieron en valor mientras el mercado inmobiliario se mantuvo robusto y sirvieron como protección contra el riesgo mientras los decrecientes precios de las viviendas en algunas áreas eran compensados por los precios crecientes en otras.

Cuando la burbuja inmobiliaria comenzó a estallar por todas partes en agosto pasado, esta protección desapareció, exponiendo a los inversores a un riesgo masivo.

Fracasar en prever dichos riesgos es el mismo error que cometió Long Term Capital Management, la firma de inversión que colapsó en 1998 cuando su cartera de títulos valores extranjeros cayó en picada durante la crisis monetaria asiática.

Los antecedentes de los rescates financieros gubernamentales de instituciones financieras privadas en la década de 1930, del Continental Illinois Bank en 1984 (que costó $8 mil millones) y de la totalidad de la industria de ahorro y préstamo de los EE.UU. a finales de los años 80 y comienzos de los 90 (la cual costó $125 mil millones) enseña que los prestamos de emergencia solo mantienen con vida a instituciones débiles el tiempo suficiente para que sus problemas se incrementen. Los rescates financieros alientan una mayor toma de riesgos y eliminan la libertad de fracasar que resulta tan esencial para una economía de libre mercado como la libertad de triunfar.

El resultado final es probable que sea mas intromisión gubernamental en la economía privada.

La Fed, en esencia, ya se ha convertido en miembro del Directorio del JPMorgan, afirmando que pretende monitorear el accionar de la agencia de bolsa para proteger su “inversión” de $30 mil millones.

Los políticos y reglamentadores, desde Barney Frank, Presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, demócrata por Massachussets, hasta Sheila Bair titular de la Corporación Federal de seguros de Depósitos (FDIC por su sigla en ingles), están demandando más reglamentación gubernamental para asegurar una mayor transparencia en los mercados financieros y restaurar la confianza del inversor. La Sra. Bair incluso considera que podría ser necesaria una nueva agencia “paraguas” para coordinar la supervisión de las responsabilidades de la Reserva Federal, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos, la Contraloría de la Moneda y la Oficina de Supervisión de Entidades de Ahorro y Préstamo..

Un Departamento de Seguridad Habitacional podría no estar muy lejano.

Traducido por Gabriel Gasave


William F. Shughart II es Asesor de Investigación Distinguido e Investigador Asociado Senior en the Independent Institute, J. Fish Smith Professor in Public Choice en el Jon M. Huntsman School de Business en Utah State University, dirigió Taxing Choice: The Predatory Politics of Fiscal Discrimination (Transaction, 1997) y The Economics of Budget Deficits (Edward Elgar, 2002).