El libro de un juez avienta las llamas de la Guerra de la Cultura

3 de January, 2007

Otra confrontación en la Guerra de la Cultura hizo erupción el martes pasado cuando salió a la venta un libro bastamente anticipado: “The Tyranny of Tolerance” (“La tiranía de la tolerancia”) del Juez del tribunal de circuito de Missouri Robert H. Dierker.

El tema del libro está capturado en su subtítulo, “A Sitting Judge Breaks the Code of Silence to Expose the Liberal Judicial Assault” (Un Juez en actividad quiebra el código de silencio para exponer la embestida judicial liberal”).

No obstante, incluso con anterioridad a su publicación, el libro incitó pedidos para una sanción a Dierker o su remoción del estrado.

¿Qué es lo que está ocurriendo, y cuál es el resultado probable?

Los hechos esenciales son los siguientes.

Como una cuestión personal, Dierker es un defensor de lo que podría ser descrito como los valores de la derecha. Profesionalmente, es un juez con 20 años de experiencia que fue reelegido el mes pasado por aproximadamente el 70 por ciento de los votos. En una reciente encuesta del Colegio de Abogados de Missouri, el 90 por ciento de los abogados afirmaron que Dierker debería ser mantenido en su puesto. En síntesis, su desempeño laboral está por lo general bien calificado.

“The Tyranny of Tolerance” expresa la creencia de Dierker basada en la experiencia de que los liberales están imponiendo una agenda ideológica a través del sistema judicial. Mediante la interpretación del derecho de una manera radical, están esencialmente volviéndolo a escribir sin pasar por la legislatura o el proceso electoral.

El primer capítulo del libro circuló anticipadamente entre los profesionales legales para que emitiesen sus comentarios. Intitulado “The Cloud Cuckooland of Radical Feminism”, el capítulo repulsa a las “femifascistas” por su papel en la destrucción del rol tradicional de los tribunales: aplicar la ley sin prejuicios.

La senadora estadual Joan Bray, entre otros, se ofendió.

“Probablemente encajo en su definición de femifascista”, dijo. El mes pasado, Bray interpuso una queja respecto de Dierker ante la Comisión sobre Jubilación, Remoción y Disciplina del estado, la cual tiene la facultad de emitir una reprimenda pública y remover a un juez de su cargo.

Bray acusó a Dierker de violar el “Canon judicial 2.03 Canon B” al utilizar su cargo para lograr una ganancia personal. Escribió, “El Juez Dierker se apresta a recibir una ganancia monetaria en virtud del prestigio que le otorga su puesto cuando el libro es comercializado y anunciado como las palabras de un juez en actividad para de ese modo mejorar su mercadeo”.

Con esa acusación, Bray proporcionó la suficiente controversia como para garantizar la comercialización del libro. Dierker está manteniendo vivas las llamas mediante una serie de entrevistas por radio y televisión esta semana.

¿Qué es lo que probablemente ocurrirá como resultado?

Es improbable que Dierker sea removido o incluso seriamente sancionado aún cuando sus críticos tienen algún fundamento en sus planteos.

Su punto más fuerte es que Dierker tiende a mezclar sus opiniones personales con sus opiniones judiciales y eso produce fallos prejuiciosos. En síntesis, consideran que no es capaz de decidir de manera imparcial en una amplia gama de casos incluidos los de acoso sexual. Señalan un pronunciamiento que Dierker emitió en un caso de acoso sexual en 1999.

El párrafo inicial del fallo declaraba, “Desde Anita Hill a Mónica Lewinsky, el clamor por el ”acoso sexual” ha sido planteado selectivamente a fin de hacer progresar a las agendas políticas de ciertos grupos bajo el disfraz de promover la igualdad de oportunidades en los lugares de trabajo, o bajo el estandarte de la ”igualdad” en la academia”.

Estoy de acuerdo con Dierker en que el feminismo ha devastado al sistema legal pero, aún con dicho acuerdo, estoy fuertemente disconforme con esta declaración puramente política dentro de un documento legal. Es algo erróneo que los jueces liberales utilicen el estrado para pontificar; y es igualmente erróneo para los conservadores.

Cuando se le preguntó acerca de su lenguaje, Dierker escribió, “Samuel Johnson aconsejaba que, antes de publicar cualquier cosa, debería leer enteramente su trabajo, y borrar sus frases favoritas. Es un sano consejo para los abogados y los jueces”.

Sin embargo, el fallo en cuestión pasó de expresar una opinión personal a ofrecer una razonada consideración de los propósitos de la ley.

Además, mis investigaciones no han descubierto ni un solo caso en el cual Dierker fue revertido debido al prejuicio. El gran defecto de Dierker es su tendencia a expresar su opinión personal antes que ocuparse de las cuestiones de derecho.

¿Una fuerte opinión personal hace que un juez sea incapaz de proporcionar un fallo desprejuiciado?

Absolutamente no.

Idealmente, un juez es un ser humano inteligente y consciente que está familiarizado con la ley, los temas sociales y cómo sopesar la evidencia. Por supuesto, dichos individuos arribarán a conclusiones sobre temas que definen a la sociedad que los rodea, temas como el aborto, la pena de muerte, y el acoso sexual. Es absurdo exigir que los jueces sean tableros vacíos morales y políticos; equivale a exigir que sean poco inteligentes, inconscientes o incapaces de arribar a una conclusión.

La falta de prejuicios exige una sola cosa: cuando está en el estrado, la ley debe tener prioridad por sobre la opinión personal. Cuando se encuentra en el estrado, Dierker debería aprender a mantener su boca cerrada sobre temas de derecho. En otros ámbitos posee el mismo derecho que concede la Primera Enmienda a expresar su opinión como cualquier otra persona.

Desde un punto de vista egoísta, no obstante, desearía que Dierker no hubiese publicado su trabajo. Su libro hace la defensa más dificultosa para los escritores como yo que coincidimos con él pero que preferimos razonar antes que enfurecernos. Dierker efectúa algunas reflexiones sólidas pero se perderán en el circo que se hace pasar en la actualidad por una discusión política. Es un circo al que Dierker ha invitado.

Como Bill McClellan, un comentarista para el St. Louis Dispatch observa, “La crítica inteligente y mordaz de la derecha se extinguió con ”Dios y el hombre de Yale”. William F. Buckley se ha doblegado ante Ann Coulter”.

La izquierda está también echada y sucia.

2007 merece un comienzo mejor.

Traducido por Gabriel Gasave

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