En el juicio por crímenes de guerra que se le sigue a Saddam Hussein por la campaña iraquí “Anfal” de 1988 que atacó con gas a los poblados kurdos, sus abogados defensores han sostenido que las fuerzas iraquíes en verdad estaban procurando atacar a las fuerzas iraníes y a los milicianos iraquíes kurdos “peshmerga” que se encontraban en el lugar y que eran apoyados por los pobladores. En otras palabras, los letrados están aseverando que los kurdos inocentes que resultaron muertos fueron un daño colateral en un esfuerzo por parte del gobierno iraquí para librar a su territorio de combatientes iraníes y sus aliados kurdos durante la Guerra Irán-Irak en los años 80. Curiosamente, esta defensa suena similar a la defensa de Israel de la matanza de más de mil libaneses y la perpetración de una generalizada destrucción de los vecindarios chiítas, casas de departamentos, servicios de agua, plantas de energía eléctrica, puertos, fábricas, carreteras, y puentes en el Líbano en sus esfuerzos para castigar a Hezbolá. Sin embargo Saddam Hussein está siendo sometido a juicio por crímenes de guerra y el Primer Ministro israelí Ehud Olmert aún sigue en le cargo.

Por su puesto, los simpatizantes rabiosos de Israel estarían horrorizados ante una comparación entre un líder elegido democráticamente y un tirano autocrático. Pero no nos estamos refiriendo aquí al método de selección de los dirigentes; estamos comparando sus acciones específicas en épocas de guerra. Los partidarios de Israel señalarán también que los israelíes no utilizaron gas venenoso en el Líbano. Pero a pesar de que las armas químicas causan una muerte espantosa, las mismas matan a mucha menos gente que las bombas explosivas. En virtud de que han sido incluidas en la siniestra categoría resonante de “armas de destrucción masiva” (las armas nucleares son probablemente en la práctica las únicas verdaderas armas de destrucción masiva), su uso implica un crimen de guerra desde el comienzo. Ello no implica defender el empleo por parte de Saddam de esta clase de armas contra poblaciones, sino simplemente afirmar que los israelíes no son menos culpables de la comisión de crímenes de guerra al demoler a las poblaciones del sur del Líbano sencillamente porque emplearon bombas convencionales para hacerlo.

Amnistía Internacional, un grupo de derechos humanos, ha acusado a Israel de ataques militares que incluían “atacar directamente objetivos civiles y llevar a cabo ataques indiscriminados o desproporcionados”. Amnistía concluyó que “la evidencia sugiere contundentemente que la extensa destrucción de obras públicas, sistemas de electricidad, hogares civiles e industrias fue parte deliberada e integral de la estrategia militar antes que un daño colateral”. El grupo también acusó a Israel de atacar deliberadamente a tiendas de alimentos y estaciones de servicio.

Además, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en virtud de reclamos de los grupos de derechos humanos, ha lanzado una investigación para descubrir sí Israel violó las normas estadounidenses que prohíben la utilización de las llamadas bombas de racimo fabricadas en los EE.UU.—bombas que liberan pequeños explosivos que explotan sobre un área amplia para afectar a la gente—en áreas residenciales. El Centro de Coordinación de las Naciones Unidas para la Acción contra las Minas (UNMACC es su sigla en inglés), ha confirmado 289 casos de utilización de bombas de racimo por parte de Israel, muchos de ellos en áreas civiles. Si bien la investigación no ha sido todavía completada, la evidencia circunstancial luce condenable, y los antecedentes israelíes sobre este aspecto no son buenos. Según el Washington Post, como resultado de una investigación parlamentaria que descubrió que los israelíes habían violado los acuerdos sobre el empleo de bombas de fragmentación hechas en los Estados Unidos durante su invasión del Líbano en 1982, la administración Reagan suspendió las ventas de las mismas a Israel durante seis años.

En verdad, la principal diferencia entre los crímenes de guerra de Saddam y los de Israel es que mientras Saddam los niega, los funcionarios israelíes los admiten de manera indirecta. Amnistía cita un comentario de un alto funcionario militar uniformado de Israel que implicó que Israel estaba tratando de castigar a la población y al gobierno libanés para hacer que se opongan a Hezbolá. El grupo destacó que el Jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas israelíes Teniente General Dan Halutz llamó a Hezbolá un “cáncer” que el Líbano debe expurgar“porque si no lo hacen, su país pagará un precio muy alto.”

Además de este intencional orientación de los ataques contra los civiles por razones políticas (cuando Hezbolá y otros grupos no-gubernamentales lo hacen, se lo llama “terrorismo”) en el Líbano, Israel está actualmente llevando a cabo un asedio militar y económico de Gaza. Para castigar al pueblo de Gaza por la elección del partido equivocado en los comicios democráticos celebrados en enero pasado, y por la captura de Hamas de un soldado israelí, Israel asestó un bloqueo sobre el área que prohíbe la exportación de casi todos los bienes y restringe las importaciones, excepto para limitadas provisiones de alimentos. Israel bombardeó una planta de electricidad en Gaza, hacienda que los suministros de electricidad y agua sean intermitentes, dado que las provisiones de agua dependen de bombas eléctricas. De esa forma, la mayoría de las fábricas en Gaza se encuentran cerradas. También, los militares israelíes de manera rutinaria derriban con topadoras los hogares de los familiares de aquellos a los que consideran son combatientes de Hamas. Tratar de matar lentamente a una población—estrangulando el flujo de bienes esenciales y cortando la electricidad y el agua a los hospitales, orfanatos, escuelas, y fábricas que producen bienes vitalmente necesitados—es apenas mejor que intentar exterminarlo rápidamente con bombas explosivas.

Para justificar su desacertada invasión de Irak, la administración Bush regularmente protesta respecto de los crímenes de guerra de Saddam Hussein, mientras vitorea a Israel cuando hace lo mismo en el Líbano y Gaza, solo que empleando armas distintas.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.