Algo muy inquietante aconteció en América del Sur la semana pasada mientras el mundo estaba concentrado en los trágicos sucesos del Líbano y el norte de Israel. Durante una cita “cumbre” organizada por la Argentina en la ciudad de Córdoba, el MERCOSUR (Mercado Común del Sur) apoyó formalmente la candidatura de Venezuela para acceder a una de las dos plazas latinoamericanas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Hugo Chávez busca apoyo para asegurarse de que estará en condiciones de derrotar a Guatemala, el candidato preferido por Washington, y obtener el codiciado asiento cuando Argentina lo deje vacante en el mes de octubre. Pretende convertirse en un “broker” político internacional desde el Consejo de Seguridad que abordará temas tan delicados como el de Irán y Corea del Norte. Esa plaza lo convertiría también en la “voz” de América Latina en la ONU durante los dos próximos años.

El MERCOSUR comprende a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y, desde la semana pasada, Venezuela. Además, Chile, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia están “asociados” al bloque. La declaración formal significa que gran parte de América del Sur respalda ahora la candidatura de Chávez. Hasta la semana pasada, existía una posibilidad de que Chile, cuyo gobierno, adscrito a la izquierda moderada, sigue un derrotero muy distinto al de Chávez, promoviera una tercera candidatura, quizás con el apoyo del nuevo presidente de Perú, Alan García. Pero la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, procura afanosamente introducir a su país en el redil político sudamericano tras varios años en los que, debido a su éxito económico, fue percibido como vecino distante e incluso arrogante. Es improbable que se enfrente al bloque comercial del MERCOSUR, especialmente si tenemos en cuenta que el anuncio fue realizado en su presencia y ella no expresó reserva alguna.

Tras cuernos, palos: el MERCOSUR invitó a Fidel Castro a la cita “cumbre” y suscribió con él un acuerdo de intercambio que en realidad fue bastante más político que comercial, mientras la nación anfitriona, Argentina, le proporcionaba un estrado para un discurso de tres horas en la Universidad de Córdoba en el cual defendió todo aquello a lo que el MERCOSUR en teoría se opone: el sistema de partido único, el encarcelamiento de opositores, la confrontación ideológica con los Estados Unidos y la economía socialista.

Por lo tanto, cabe preguntarse: ¿se han vuelto locos los miembros del MERCOSUR? Sí. Dejemos de lado el hecho de que Chávez ha ofrecido suministrar gas natural al Cono Sur a través de un gasoducto de 8 mil kilómetros. Lo que realmente mueve a estos gobiernos es el complejo de inferioridad, el adulterio ideológico y una errónea concepción económica.

El complejo de inferioridad es un caso de “nordomanía” al revés. El término fue acuñado por el escritor uruguayo José Enrique Rodó hace un siglo para significar lo que él consideraba una tendencia latinoamericana a copiar el materialismo estadounidense. Hoy día, los gobiernos de la izquierda moderada de América Latina se han despojado de muchos de los vicios de la vieja izquierda pero todavía se aferran a la superstición de que la dignidad significa respaldar todo aquello que desagrade a los EE.UU. aún si ello perjudica el desarrollo de sus países.

El adulterio ideológico está en el hecho de que los gobiernos de la izquierda moderada están casados con la democracia y la empresa privada al interior de sus países —la esposa aburrida— pero dan rienda suelta a sus instintos carnales con Chávez —la amante voluptuosa—en política exterior. No se les pasa por la cabeza destruir sus propios sistemas democráticos, enviar matones a apalear a sus críticos, expropiar empresas agrícolas e industriales, proteger a terroristas colombianos y hacer alusiones groseras con respecto a la Secretaria de Estado estadounidense. Pero les encanta compensar su buen comportamiento doméstico arrojándoles a sus aullantes electores las migajas de un (esporádico) radicalismo en materia de política exterior. Empieza por beber agua bendita y terminarás creyendo, decía el filósofo francés Blaise Pascal. Los países del MERCOSUR harían bien en valorar estas palabras.

Y, finalmente, la errónea concepción económica reside en la creencia de que el poderío económico nace del proteccionismo regional. Desde su creación en 1991, el MERCOSUR ha sido incapaz de generar riqueza debido a que reprodujo a escala regional las barreras nacionales contra el libre flujo de bienes, servicios, ideas y personas. El resultado ha sido el conflicto constante, desde aquel que enfrentó a Brasil y Argentina a propósito de las exportaciones de automóviles hasta el altercado actual entre Argentina y su vecino Uruguay por la luz verde dada por Montevideo a la construcción de dos plantas de celulosa. Chile, la mejor economía de la región, no se ha unido al MERCOSUR porque las reglas prohíben a los países miembros abrir su comercio a naciones ajenas al bloque. El proteccionismo del MERCOSUR se fortalecerá con la incorporación de Venezuela.

Estas—y no el gasoducto de Chávez—son las verdaderas razones por las cuales el MERCOSUR respalda su candidatura al Consejo de Seguridad de la ONU.

(c) 2006, The Washington Post Writers Group


Alvaro Vargas Llosa es Asociado Senior en el Independent Institute.