La administración Bush se está felicitando por finalmente haber acordado mantener conversaciones directas con Irán respecto del programa nuclear de ese país. Esta presunción evidencia cuan ajena a la realidad se ha vuelto la administración. Los Estados Unidos y los europeos uniéndose para negociar con Irán meramente se asemejan a la aproximación multilateral ya tomada varios años atrás con Corea del Norte. Desgraciadamente, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice combinó el ofrecimiento con el pronunciamiento brusco y arrogante de que Irán tenía que optar entre dos senderos—la cooperación o la confrontación con la comunidad internacional.

Los iraníes respondieron amenazando con interrumpir los suministros de petróleo en caso de ser atacados. El Ayatollah Ali Khamenei, el líder de Irán, dijo, “Si los estadounidenses toman una acción equivocada respecto de Irán, el envío de energía definitivamente peligrará, y los estadounidenses no serán capaces de proteger a la provisión de energía en la región”

La Secretaria Rice rechazó esta amenaza diciendo, “Creo que algo así como el 80 por ciento del presupuesto de Irán proviene de los ingresos petrolíferos, y por ende sería un problema muy serio para Irán si el petróleo fuese interrumpido en el mercado”. El Ayatollah estaba implicando que Irán podría trastornar al mercado petrolero mundial mediante el bloqueo de los envíos de gran parte del petróleo del Golfo Pérsico al hacer que el Estrecho de Hormuz se vuelva intransitable mediante el empleo de sus fuerzas navales. La Secretaria Rice está en lo cierto cuando sostiene que esto impediría también las exportaciones iraníes. Pero si Irán fuese atacado, podría absorber este padecimiento económico a fin de infligir castigo sobre los Estados Unidos y sus aliados occidentales. En muchos conflictos pasados, los beligerantes han arrogado al viento a su propios intereses económicos cuando pensaban que su seguridad se encontraba en riesgo.

Alternativamente, cualquier ataque estadounidense podría estimular a Irán a alentar a los milicianos chiítas en Irak para atacar de manera directa a las fuerzas de los EE.UU.. Muqtada al-Sadr, uno de los más poderosos líderes milicianos chiítas, ya ha prometido hacerlo si los Estados Unidos atacan a Irán. Esta cadena de acontecimientos llevaría al colapso de la política estadounidense en Irak—la cual ya pende de un hilo. Ahora mismo, los iraníes están abasteciendo y entrenando a milicianos chiítas en Irak, pero, a diferencia de los insurgentes sunnitas, los mismos no están atacando directamente a las fuerzas estadounidenses. Las milicias chiítas solamente se encuentran atacando a los sunnitas. Así, Irán está revolviendo la olla en Irak pero no ha hecho que la misma rebose al entrar en ebullición. Sin embargo, si los Estados Unidos atacan a Irán, podemos esperar que los iraníes suelten a las milicias chiítas contra los efectivos estadounidenses en Irak. Además, cualquier ataque de los EE.UU. podría también alentar a Irán a soltar al Hezbollah, tal vez el más competente grupo terrorista en el mundo—contra objetivos de los Estados Unidos.

Con todos estos inconvenientes, ¿qué conseguiría un ataque militar contra Irán en virtud de su programa nuclear? Si la experiencia de Irak sirve de alguna guía, lo más probable es que la inteligencia estadounidense no sepa dónde se encuentran ubicadas las instalaciones nucleares de Irán. De esta manera, los ataques aéreos solamente podrían remover a algunas de ellas y así demorar, en vez de eliminar, al programa nuclear de Irán. En verdad, sabiendo que la posesión de armas nucleares es la única cosa que podría disuadir otro ataque de los EE.UU., los iraníes trabajarían probablemente horas extra para conseguir la bomba.

También sería improbable que los ataques aéreos estadounidenses derribasen al régimen iraní. De hecho, las descontentas masas de jóvenes iraníes, que están hartas del sofocante gobierno teocrático, marcharían en torno a los aya tollas ante una amenaza externa. El inconexo régimen se vería rejuvenecido a los ojos del pueblo por otros veinte años.

La única manera en la que las fuerzas armadas estadounidenses podrían eliminar tanto a las armas nucleares de Irán como al gobierno iraní es mediante el lanzamiento de una invasión a gran escala y la ocupación del país. Esta acción haría que la invasión y ocupación de Irak luzca como un picnic. Irán es casi cuatro veces más grande en superficie y dos veces y media mayor en población que Irak. Además, es mucho más montañoso que Irak, lo que genera un potencial aún mayor para la guerra de guerrillas. Y la resistencia, alimentada por el fundamentalismo religioso, probablemente sería más intensa que en Irak. Finalmente, si la administración Bush, mientras combate una incipiente guerra civil en Irak, fuese lo suficientemente tonta como para lanzar una invasión de Irán, las fuerzas armadas de los Estados Unidos—ya severamente estiradas por el despliegue en Irak—podrían quebrarse.

Por lo tanto, si las opciones militares no resultan viables, la negociación es el único camino a seguir. Pero con los altos precios del petróleo y un atolladero en Irak, la posición negociadora estadounidense es débil. Para realizar verdaderos progresos, los Estados Unidos deben ir más allá y mostrarle algo de respeto a Irán ofreciéndole una garantía de seguridad contra un ataque. Hasta la fecha, los Estados Unidos han sido renuentes a hacerlo porque ven a Irán como el mayor estado patrocinador del terrorismo del mundo. Sin embargo, Irán apoya a grupos terroristas que ya no atacan a los Estados Unidos. Así, los Estados Unidos carecen de una razón para atacar a Irán y no tendrían que tener inconveniente en efectuar esa promesa.

Pero incluso una garantía de seguridad puede no convencer a Irán—asustado por la invasión estadounidense de Irak—de que abandone su programa nuclear. Si no lo hace, la única esperanza de los Estados Unidos es que las juveniles masas en Irán se hastíen del régimen durante los cinco a diez años que le insumirá a Irán desarrollar un arma nuclear. Pero en virtud de que Irán reside en un vecindario rudo e Israel posee varios cientos de armas nucleares, el programa nuclear de Irán cuenta con un amplio apoyo a lo largo del espectro político. Por lo que incluso un cambio de régimen puede no eliminar el programa.

Resumiendo, los Estados Unidos pueden tener que convivir con un Irán nuclear. A pesar de que ese desenlace no es bueno, no es tan malo como parece. En el mejor de los casos, los iraníes tendrán unas pocas ojivas nucleares y precisarán desarrollar un misil de largo alcance para trasladar a esas ojivas hasta los distantes Estados Unidos. Más importante aún, Irán posee un remitente al que los Estados Unidos podrían incinerar con su arsenal nuclear que contiene miles de ojivas—disuadiendo así un ataque nuclear iraní.

De este modo, los Estados Unidos deberían negociar con Irán en vez de intimidarlo con amenazas, pero no deberían aguardar resultados demasiado positivos.


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.