Los gobiernos de los estados que van desde la Costa del Golfo de Méjico hasta California están presionando para que se realicen investigaciones respecto de la “manipulación de precios,” pero los incrementos en la gasolina, en la hotelería, en el agua, y en otros precios no son un fracaso moral de las empresas. Son una necesidad económica.

Los aumentos de precios mitigan los faltantes que tienen lugar después de los desastres naturales al darle una nueva dirección a los suministros y al ofrecer un incentivo para que los individuos conserven los recursos. Desdichadamente, los relatos sobre desabastecimientos y filas para adquirir gasolina que llenan los periódicos tras los desastres son producto de los intentos mal encausados de los gobiernos para evitar la manipulación de los precios. Dado que el aumento de precios ante una repentina escasez es considerado una “especulación” ilegal en veintitrés estados, los comerciantes ven reducidos sus incentivos para abrir sus tiendas o para despachar comestibles, agua, y provisiones de emergencia hacia donde las mismas son más urgentemente necesitadas. Incluso aquellos que desean mantener sus puertas abiertas como un acto de servicio, ven que su atención debe ser distraída de la actividad central para poder controlar las filas de compradores y para racionar los suministros con los que cuentan.

Comparemos esto con un escenario alternativo en el cual se les permita a los precios moverse libremente, por caso aquel en el cual la especulación fuese legal. Individuos que usualmente le venden comida, agua, generadores, y medicamentos a áreas no azotadas por Katrina, como la costa oeste y el noroeste, dirigirían en cambio sus suministros hacia el sur para anticiparse a los precios más altos. Las estaciones de gasolina y las tiendas que bajo las leyes anti-manipulación cierran temprano, permanecerían abiertas y provisiones frescas serían despachadas a efectos de sacar ventaja de los mayores precios.

Tal vez lo más importante sea que aquellos que adquieran provisiones de emergencia, estarán compelidos a llevar solamente lo que necesitan y a ser más juiciosos en su consumo de alimentos, agua, gasolina, y otros recursos repentinamente escasos. El jubilado Neil O’Brian lo expresó con claridad en una entrevista en Los Angeles Times: “Creo que es terrible. Cuando usted empieza a llenar el tanque por $50, eso le hace pensar si puede privarse de algunas cosas.” Haciendo a un lado su opinión personal, esta es exactamente la clase de conservación que es necesaria después de Katrina. La gente lo piensa dos veces antes de manejar innecesariamente cuando los precios de los combustibles se incrementan dramáticamente.

De manera similar, en Texas, según un vocero del fiscal general del estado, se encontraban investigando a los moteles de “bajo nivel” que duplicaron los precios en respuesta a la demanda incrementada de los refugiados de Louisiana. Pero estos precios más altos de la hotelería alientan a que las familias alquilen una habitación allí donde hubiesen rentado dos, dejando más habitaciones disponibles para otras victimas del huracán. Permitir que los precios aumenten es la forma más efectiva de alentar a que la gente conserve los recursos que se han vuelto escasos en virtud de Katrina.

El movimiento anti-manipulación es también peligroso porque crea una enorme clase de crímenes arbitrariamente definidos como tales. La ley de Alabama define a la “manipulación” como un “incremento inescrupuloso” en los precios. Tras gastar combustible en un paseo alrededor de su vecindario, Fred Upton (republicano por Michigan) afirmó que su “sensación es que la ecuación de la oferta y la demanda no encaja con un aumento de 60 centavos” en los precios de la gasolina. ¿Qué es lo que “encaja?” ¿Un incremento de 59 centavos? 58? ¿Quizás 56 pero no 57? ¿Dónde trazamos la línea entre un aumento de precios “escrupuloso” y uno “inescrupuloso”? El fiscal general de Florida Charlie Crist dijo, “Estaremos atentos a los informes de cualquiera que vaya de manera inescrupulosa más allá de la economía normal de la oferta y la demanda, e investigaremos por completo a cualquiera de tales casos.” Pero los aumentos de precios a los que el Sr. Crist tanto desprecia son la “economía normal de la oferta y la demanda.” Ni él ni ningún otro funcionario gubernamental conoce—o puede conocer—el precio apropiado de la gasolina o de cualquier otra mercancía con posterioridad a un desastre.

Otros funcionarios, incluido el Presidente Bush, en un mismo discurso han condenado la “manipulación” y urgido a la conservación. Sin embargo, son precisamente los precios más altos que aparecen como respuesta a los desastres los que alientan a la conservación de los bienes escasos. Mientras la caridad privada y la buena voluntad son importantes después de un desastre, debemos reconocer también la necesidad de aprovechar los incentivos individuales a fin de promover también el bien común. Esto significa dejar que los precios se ajusten para reflejar las nuevas realidades económicas que Katrina causó. Pretender que las condiciones del mercado no han variado mediante la limitación de los aumentos de precios solamente infligirá faltantes adicionales sobre las victimas de la tormenta.

Los gobiernos promulgan ordenanzas anti-especulativas para “proteger” a las victimas del desastre, pero las ordenanzas solamente conducen al desabastecimiento de los bienes esenciales y a la prolongación de la cantidad de tiempo que insume la recuperación. Katrina fue un desastre horrendo, pero la chapucería del gobierno con los precios de mercado solamente puede agravar la miseria.

Traducido por Gabriel Gasave


Benjamin Powell, es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Free Market Institute de la Texas Tech University.
Art Carden es Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor Asociado de Economía en la Samford University.