Es tiempo de modernizar a la pesada seguridad aeroportuaria

18 de agosto, 2005

El gobierno federal está pensando en revisar las excesivas medidas de seguridad aérea en respuesta al creciente resentimiento por parte del público que se transporta por aire. La Administración de Seguridad del Transporte (TSA es su sigla en inglés), la agencia federal con jurisdicción sobre esas inspecciones aeroportuarias opresivas e irritantes, espera mejorar su imagen pública y sobrevivir políticamente.

En su revisión de la seguridad aeroportuaria, la TSA está considerando permitirle una vez más a los pasajeros transportar tijeras, navajas de afeitar, y cuchillos de menos de cinco pulgadas de largo y eliminar el requerimiento para la mayoría de los pasajeros de quitarse sus zapatos en el puesto de control de seguridad. Pronto puede que los pasajeros sean capaces nuevamente de acarrear objetos “peligrosos”, tales como pinzas y cortaúñas, cuando viajan. Este cambio en la política gubernamental permitirá probablemente un viajero aéreo mejor acicalado–al menos libre de poder reducir la acumulación del antiestético vello nasal y de cortarse sus uñas-pero podría reducir los beneficios hechos en la limpieza de los calcetines de los pasajeros.

Estas ridículas restricciones son las que amenazaban el futuro de la impopular agencia en primer lugar. Por ejemplo, la exigencia de que los pasajeros se quiten sus zapatos para una inspección se originó en el infructuoso intento de Richard Reid-no precisamente el más astuto de los terroristas que hayan vivido alguna vez-de prenderle fuego a sus zapatos, rellenos con explosivos, a la vista de los pasajeros y de la tripulación del vuelo. (Hubiese tenido mejor suerte si al menos lo hubiese intentado en el baño.) Por supuesto, la prohibición contra las pinzas, los cortaúñas, etc. fue una reacción exagerada ante el empleo por parte de los secuestradores del 11/09 de cortapapeles para tomar el comando de las aeronaves y estrellarlas contra los edificios.

Terminar con estas reglas absurdas es algo que debió hacerse hace mucho, pero el esfuerzo de la agencia de ir aún más lejos en su atractiva ofensiva preocupa. La agencia está también considerando exceptuar a ciertos personajes gubernamentales importantes, tales como los miembros del Congreso, los miembros del Gabinete, los gobernadores estaduales, y a los más altos oficiales militares, de ser del todo revisados.

Estos son aquellos-especialmente los miembros del Congreso, que hacen leyes que rigen la seguridad de las aerolíneas, y los funcionarios del Gabinete, que proponen tales cambios en la ley y crean nuevas reglamentaciones que regulan dichas cuestiones-que deberían experimentar lo que el resto de nosotros tenemos que padecer cuando vamos al aeropuerto. A pesar del esfuerzo de corto plazo de la TSA para reducir la carga de la seguridad sobre el público a efectos de salvarse del olvido burocrático, otorgarle a los funcionarios VIP un pase libre puede llevar eventualmente a medidas de seguridad incluso más exageradas, especialmente después del próximo sobresalto terrorista.

Una repetición de ataques al estilo de los del 11/09 se volvió menos probable, no en virtud de la incrementada seguridad en los aeropuertos, sin en razón de un cambio en las respuestas de los pasajeros a los secuestros de aeronaves. Antes del 11/09, los pasajeros y la tripulación, debido al entrenamiento, permanecían usualmente pasivos cuando un aeroplano era secuestrado. En el pasado, los piratas aéreos mataban a un par de pasajeros para desalentar los actos heroicos dentro del vuelo, pero luego dejaban a la mayor parte de los pasajeros en la aeronave con vida cuando llegaban a su destino final. El paradigma cambió en medio de los ataques del 11/09. La moderna tecnología de los teléfonos celulares le permitió a los pasajeros en el cuarto avión escuchar que los otros tres aeroplanos habían sido utilizados como bombas suicidas voladoras. Con nada que perder, el incentivo de esos pasajeros para cooperar con los secuestradores se evaporó. Aparentemente, los pasajeros decidieron desafiar a los secuestradores, lo que puede haber evitado muchas más victimas fatales en un cuarto edificio el 11/09. El nuevo paradigma fue también evidente tras el 11/09, cuando los pasajeros y la tripulación detuvieron a Richard Reid antes de que pudiese detonar los explosivos en su zapato.

Además de este cambio en la actitud de las victimas, el agregado de una relativamente poco costosa puerta reforzada para la cabina de la tripulación fue la siguiente medida de seguridad más efectiva post el 11/09. La misma dificulta cualquier esfuerzo de los terroristas por ingresar a la cabina cuando procuran convertir a una aeronave en un misil volador.

Si estos ajustes mínimos redujeron de manera dramática las posibilidades de otro ataque con victimas masivas al estilo de aquel del 11/09 empleando a la aviación, ¿por qué al gobierno se le va la mano con la seguridad aeroportuaria? Por ejemplo, inicialmente tras el 11/09, jóvenes de la guardia nacional fueron asignados para patrullar los aeropuertos estadounidenses con rifles de asalto. Los rifles de asalto difícilmente eran las armas adecuadas para seleccionar como armamento en las concurridas terminales aéreas, pero los mismos eran excelentes para mostrarle al público que el gobierno hacia su parte para protegerlo—aún si los terroristas suicidas tratando de escabullirse abordo de los aviones no fuesen proclives a ser disuadidos de hacerlo al ver a soldados con tales armas en los pasillos del aeropuerto.

Los programas de computación seleccionan a aquellos pasajeros con boletos de avión de ida solamente, para someterlos a una revisión especial en los aeropuertos. Cualquier terrorista que mire los noticiarios, debería saber ahora que le conviene invertir un poquito de dinero extra en la adquisición de una boleto de ida y vuelta, incluso si él o ella no estuvieren planeando utilizarlo. La sitiada TSA se encuentra actualmente reexaminando también esta necia medida.

¿Cómo nos colocamos en este abismal estado de cosas? Debido a que incluso en épocas de crisis—en verdad, especialmente en épocas de crisis—la política plaga los esfuerzos gubernamentales en materia de seguridad. El Congreso y la burocracia tienen que mostrarle al público nervioso que están haciendo algo, aún si esos esfuerzos tienen poco sentido. Por ejemplo, Una porción desproporcionada–el 65 por ciento–de los fondos gastados en concepto de seguridad interior en los Estados Unidos se canalizan hacia la seguridad de la aviación solamente, dejando muchos menos recursos para medidas en los puertos, las fronteras, y el transporte público.

A medida que se disipa la atmósfera de crisis después de un ataque terrorista, sin embargo, los ciudadanos comienzan a enfadarse con las ridículas e ineficaces medidas de seguridad y empiezan a responsabilizar a los políticos y a las burocracias. Esto es lo que está comenzando a ocurrir, pero el público debería exigir que la TSA sea abolida y que la seguridad en los aeropuertos sea vuelta a privatizar. Tal vez este sería el primer paso hacia el fin de la paranoia que ha dado lugar a un excesivo énfasis sobre la seguridad aeroportuaria y a la exclusión de todo lo demás.

Traducido por Gabriel Gasave

  • es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.

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